Para mediados de la década tercera del siglo XIX, empresarios extranjeros y nacionales comenzaron a crear centros fabriles en la ciudad de Querétaro para la producción de hilaza, mantas, telas estampadas y casimires, procurando que sus plantas productivas pudieran abastecerse con energía hidráulica además de maquinaria moderna y fuerza laboral. El empresario más destacado fue el español Cayetano Tomás Miguel Rubio Álvarez, quien adquirió los antiguos molinos suburbanos ubicados a la ribera del Río Querétaro, para así instalar sus modernas fábricas, fusionando en un mismo establecimiento la elaboración de mantas con la producción de trigo, al decir de la doctora Patricia Luna.

En 1831 el gobernador queretano Manuel López de Ecala instauró por decreto la Junta Directora de la Industria del Estado, no buscando proteger la antigua industria textil de batanes y trapiches que continuó sobreviviendo, sino  impulsar el surgimiento de nuevas industrias, modernas, capitalizadas y con maquinaria y tecnología de punta. Por eso la llegada de Cayetano Rubio Álvarez y la creación de sus tres famosas fábricas que requerían de agua para mover sus maquinarias: “El Hércules”, “La Purísima” y “San Antonio”. Por las inclemencias políticas y luchas armadas, la fábrica “El Hércules” comenzó a trabajar hasta el 15 de agosto de 1846, ocho años después de que Cayetano Rubio adquiriera el predio del antiguo molino Colorado. El edificio lo había restaurado desde 1840 en su totalidad.

Con el correr de los años, se construyó un acueducto alternativo para alimentar la fábrica “El Hércules”, de una atarjea superior y otra inferior, utilizada en tiempos de estiaje. Precisamente en la llamada “Presa del Diablo” es donde se inicia la construcción de este “Acueducto de Hércules”, cuyo trayecto lo explicamos en la imagen subsiguiente y que nos lleva desde la citada presa hasta el famoso manantial del Roncopollo y lo que fue “La cartonera González”, atrás y a un lado del molino de San Antonio, hoy Universidad Marista. La historiadora Natalia Carrillo nos indica que Cayetano Rubio manda construir un cañón en “Los Socavones” y los manantiales de “El Barreno” de La Cañada para canalizar esa agua por medio de un acueducto de cuatro kilómetros hasta la fábrica de Hércules, e impulsar la gran turbina que proporcionaba la energía motriz. A su vez el bate José María Carrillo nos informa que el acueducto en cita se componía de 57 arcos cuyos pilares medían 1.75 metros de espesor, estando separados entre sí por una distancia de 7.50 metros. Este acueducto conducía 72 surcos de agua, es decir, 691 litros por segundo, que movían la gran rueda hidráulica que daba todo el movimiento a la fábrica “El Hércules”, cayendo después el agua al Río Querétaro. Hacemos la aclaración que la arquería de 164 arcos —según el catálogo de INAH— y 4 kilómetros de longitud es en el tramo que va de “La Presa del Diablo” a la fábrica “El Hércules”, continuando a flor de tierra hasta el molino de San Antonio pero ya sin arcos obviamente.

Antonio Loyola dice que la obra del acueducto fue hecha por veinte artesanos extranjeros, con altos sueldos, y cree dicho actor que venían de la ciudad de Madrid. Aún cuando se hizo el acueducto para reforzar el movimiento de la gran rueda hidráulica, ésta también fue movida por trescientas mulas de 1846 a 1850 cuando la obra hidráulica no se había concluido. Loyola Vera localizó una solicitud de Cayetano Rubio al Ayuntamiento de Querétaro donde éste pedía le vendieran terrenos aledaños al río para terminar el acueducto en 1850.

No contamos con información directa sobre quién fue el ingeniero encargado de la construcción de la gran obra pero pudiera estar entre el escocés John Alexander Anderson y el prestigiado alarife Mariano Reyes. John Alexander Anderson fue quien vino a construir la gran rueda hidráulica de la fábrica “El Hércules” y no es difícil que haya intervenido en la construcción del acueducto que iba a llevar la fuerza motriz a la turbina. Pero también hay indicios de que Mariano Reyes lo hizo porque era el encargado de las obras hidráulicas en todas las fábricas de Cayetano Rubio, así como quien se encargó de conciliar entre el industrial y los vecinos de San Sebastián cuando éstos sentían que Rubio les despojaba de su agua a la altura del Roncopollo.  El “Acueducto de Hércules” funcionó normalmente hasta 1940, aunque algunos vecinos aseguran que todavía vertía poquísima agua en los años sesentas del siglo XX.

En la actualidad, de este acueducto sólo se conservan cinco tramos formados por pilares y arcos escarzanos de piedra y ladrillo de barro, no tiene uso y su estado de conservación es ruinoso, aunque la propiedad sea de la familia González Nova, propietarios de la fábrica “El Hércules”. El vate José María Carrillo sostiene que eran 57 arcos, nosotros preferimos quedarnos con el dato que da el INAH en su serio y muy actualizado catálogo: 164 arcos

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