Ximena García es una joven piloto que hoy se ha vuelto el centro de varios debates en el país a costa de su futuro inmediato, de su tranquilidad y hasta de su integridad física y emocional.

Ximena no es una candidata a gobernar nada, no parece aspirar a ocupar una representación popular en el corto plazo, es, simple, una joven común y corriente con un negro sentido del humor como muchas personas más lo podríamos ser.

Empero, Ximena cometió un pecado que hoy día la ha llevado a una vorágine de la que, seguramente, jamás imaginó siquiera en intensidad y, peor aún, en consecuencias.

El tuit donde la aún empleada de Interjet, por cierto hoy suspendida y condicionada a seguir en la empresa luego de una investigación por su “conducta en redes sociales”, pide soltar una bomba en el Zócalo en el marco de los festejos patrios y con ello, se entiende, asesinar al presidente, miembros de la clase política y hasta simpatizantes del actual régimen, no puede, con dos dedos de lógica enfrente, leerse como una amenaza más allá de una estúpida broma.

Otros personajes públicos han sido, incluso, mucho más estúpidos, crueles y de mal gusto que el mensaje de la joven piloto.

Denise Dresser, por ejemplo, solicitó un “piloto con depresión para manejar el avión presidencial” en el marco de la tragedia de Germanwings que cobró la vida de 144 personas dada la condición psiquiátrica del copiloto del vuelo, luego de una cantidad impresionante de insultos y descalificaciones, que en su mayoría Dresser terminó bloqueando en su red, no pasó absolutamente nada.

Sin embargo, Ximena no es una intelectual de renombre ni una persona de medios, escribió una insensatez que, francamente, se queda muy corta en comparación a lo que todos escuchamos a diario en las sobremesas o en los pasillos del trabajo en un sentido o en el otro.

Eso sí, Ximena es un reflejo de lo divididos que estamos los mexicanos, partidos con algo más que simples diferencias ideológicas que ahora han mutado en rabia hacia lo diferente, hacia lo que consideramos imposible de asimilar al grado tal de optar por eliminarlo, por desear, como utopía, hipotéticamente siempre, por desear pues echarle una bomba a lo chairo o a lo fifí o al que no piensa igual a nosotros.

Tiene razón el presidente cuando habla de radicalismos, quizá él debería ser el primero en escucharse, la reconciliación nacional, la de verdad, sin éticas impuestas ni cartillas morales improvisadas, sería el gran legado de la Cuarta Transformación.

Ximena se equivocó, seguro que aprendió la lección: mal tuit en mal momento… Ojalá que conserve su trabajo, como otros tantos malos tuiteros, mucho más famosos, lo conservaron y siguieron con sus vidas.

DE COLOFÓN.— Debería usar un sombrero de bombín, así lo reconocerian menos y lo confundirían más con un comediante.

@LuisCardenasMX

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