“El que muere paga todas sus deudas.”
Shakespeare.


Estamos frente a terrenos inéditos en la historia contemporánea del mundo, el coronavirus nos recuerda, si acaso, a la gripe española que hace poco más de 100 años cobró unas veinte millones de vidas en el planeta. Sin embargo, en 1918 el planeta y la humanidad eran extremadamente distintas a lo que somos hoy.

Nadie quiere estar en cuarentena por placer, nadie quiere perder dinero por placer, nadie es feliz con medidas que cambian radicalmente nuestra vida, pero la desesperación puede llegar a ser la peor consejera.

Para Jair Bolsonaro, en Brasil, el coronavirus es una simple “gripita” que afecta más a los viejos, quiere abrir ya las escuelas y que la gente salga a la calle como si nada pasara. Es muy curioso que el discurso de Bolsonaro toque el mismo son que a últimas fechas canta el presidente Trump en Estados Unidos, apostando a volver a la normalidad para mediados de abril, justo a la llegada de la Pascua.

Bolsonaro, Trump y López Obrador tienen algo en común, los tres son populistas, los tres saben que si se cae la economía se caen también sus réditos políticos y los tres, a veces, como casi todos los políticos, son fríos en sus cálculos, incluso hasta cuando se habla de vidas humanas.

Las medidas de aislamiento y de distanciamiento social, de acuerdo a los científicos más serios en el mundo y a la propia OMS, tienen la finalidad de bajar la curva de contagios con un objetivo claro: no desbordar los sistemas de salud, no vernos en el espejo de Italia o de España. Garantizar, pues, que si alguien requiere atención médica de emergencia tenga disponibilidad y pueda salvar su vida.

Los números son alarmantes, hace una semana hablábamos de poco más de 250 mil contagiados en el planeta y hoy, siete días después, tenemos casi el doble, medio millón de enfermos y varios sistemas de salud de primer mundo totalmente rebasados… ¿se imagina lo que pasará en México?

Hace una semana había unas 8,700 muertes, hoy son más de 21 mil. Es muy probable que en la próximos días se superen las 50 mil y así, rápidamente, el número irá duplicándose más y más.

Seamos realistas, esto es una pandemia que puede poner en riesgo a millones de personas, de hecho, es falso que solo ataque a los más viejos.

Si bien es cierto que la tasa de muerte en menores de 50 años es aún pequeña, se ha comprobado que la enfermedad es más letal en pacientes con diabetes o problemas que afectan sus sistemas inmunológicos, nuestro primer fallecimiento en el país, por ejemplo, tenía sólo 41 años... Agregue usted que México es uno de los países con más diabetes y problemas derivados de la obesidad en el mundo.

Preocupa que un hombre como Ricardo Salinas Pliego minimice la enfermedad en contra de lo que el mundo pone en evidencia, preocuparía aún más que usara la fuerza de su televisora para difundir mentiras.

Creo que Salinas Pliego debería seguir el ejemplo de los bancos de México que han aplazado el pago de sus créditos a los clientes o el de Carlos Slim que donará mil millones de pesos para equipo e insumos de salud.

Lo barato muchas veces sale carísimo. Este es, justamente, el caso.

DE COLOFÓN

Miguel Barbosa no es pobre. Es un adulto mayor, tiene 60 años, algunas casas y algunos millones en sus cuentas. Debería de cuidarse, su diabetes y su edad lo hacen mucho más vulnerable al coronavirus que muchos “ricos”.

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