En el mundo empresarial existe un consenso generalizado sobre la importancia de aprovechar las ventajas de internet y las redes sociales. La velocidad con la que las nuevas tecnologías de la información se han desarrollado difícilmente puede tener comparación en la historia.

La gran influencia de estos medios y las posibilidades de las empresas de capitalizarlos se ve materializada en el hecho que una persona puede recibir en promedio 3 mil impactos publicitarios en un sólo día, lo que representaría más de un millón en un año. Sin lugar a dudas, un ambiente tan prometedor como este supone riesgos y retos muy grandes para cualquier negocio que busque capitalizar esta circunstancia.

Una de las metáforas más populares en nuestros días, al hablar de internet y la interconectividad que genera entre las personas, es referirse a la red como un océano; no es gratuito que continuamente se hable de “navegar” en la red cuando realizamos consultas. En este sentido, las redes sociales, por su tamaño e impacto en nuestras vidas, constituyen un océano por sí mismas.

El director que decida “embarcarse” a través de la inmensidad de las redes sociales hará bien en asumir dos de las características más importantes de cualquier navegante: firmeza de criterio y apertura de mente, herramientas que le permitirán mantener el curso y aprovechar la mayor cantidad de oportunidades.

La firmeza de criterio es necesaria en la navegación, tanto en los mares como en las redes sociales, pues la inmensidad de posibilidades se convierte en una continua tentación que nos podría conducir a una toma de decisiones errática que nos lleve a la deriva. Es decir, si una empresa que busque introducirse en las redes sociales no tiene claridad en los objetivos de su incursión en cualquier momento podría perder el rumbo y generar una imagen que perjudicaría la construcción de su marca.

La firmeza de criterio le permite al director, que en este sentido es el timonel, determinar con claridad a dónde quiere llegar y, por tanto, cuáles puertos no son adecuados.

Por otra parte, la apertura de mente posibilita el éxito en un mundo en el que el cambio es, paradójicamente, una de las constantes. Por ejemplo, hoy en día es posible, haciendo un uso básico de Facebook, realizar un número considerable de acciones que van desde compartir información de un modo más o menos aislado, hasta el desarrollo de comunidades virtuales que fomentan estrechos lazos entre los integrantes; todo esto, por supuesto, sin salir del dominio de Facebook. Las oportunidades de negocio en un mundo tan dinámico son potencialmente inacabables.

Si el timonel encargado de llevar la empresa a través del océano (que son las redes sociales) no procura desarrollar una estrategia de comunicación con la firmeza de criterio que mantenga objetivos y límites claros, así como la apertura de mente suficiente para aprovechar las oportunidades de las redes, nos expondremos innecesariamente a riesgos difíciles de calcular, tanto en su impacto inmediato como en sus consecuencias al mediano y largo plazo.

En este sentido, las posibilidades para que las empresas puedan aprovechar los diversos medios de comunicación son amplias; desde los tradicionales como la radio, los impresos y la televisión, hasta los de más reciente creación como las redes sociales que tienen la capacidad de impactar a millones con un costo mucho menor.

Por ello, el uso inadecuado de las redes sociales puede significar desde un desperdicio de esfuerzos, hasta problemas con la presencia de la empresa que se pueden traducir en grandes pérdidas financieras.

Luis Felipe Martí es profesor de Filosofía y Empresa del IPADE y Diego Otero es asistente académico de dicha área

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