Los caminos del estado me han llevado a varios municipios, cada uno de ellos ofrece diferentes cosas muy importantes en sus tradiciones, en su historia, su riqueza cultural y que pasado el tiempo, se ha transformado o desaparecido, como por ejemplo Landa de Matamoros, uno de los municipios más alejados del estado de Querétaro y que a través de los años se ha perdido la tradición del vestir de una forma especial en ocasión alguna o celebración, se visten según les permita su posibilidad económica.

Pasó mucho tiempo para poder conocer cómo era su indumentaria de hace décadas y solamente consultando a varias personas que se acordaban o preguntaban a sus madres o abuelas cómo era el vestir de hace 70 años o más.

Entre las personas que recordaban fue doña Nicolasa, que de cariño todas las personas la conocían como doña Nico, originaria de Tilaco. Parte de su vida la dedicó a la docencia, pero en sus ratos libres cosía ajeno. Ella me empezó a narrar cómo elaboraba varias prendas de uso diario, tanto de hombre como de mujer, como calzones, camisas, patíos de manta, naguas, enaguas, sacos de percal, es por eso que conocía muy bien la forma de vestir de aquella época. Tuve el privilegio de conocer a su suegra porque vivían en la misma casa. Ella se dedicaba a tejer costales de lana en telar de cintura, que eran esenciales en aquella época porque los utilizaban para mantener caliente su itacate.

Igualmente, en la misma comunidad entrevisté a don Onésimo Balderas, monarca de la Danza de San Francisco, me recomendó que platicara con su esposa María de Jesús Ledesma, para que me informaran algo de la indumentaria de aquella época, y me di cuenta que había mucha semejanza con lo que me narraba doña Nico.

Recorriendo algunas otras partes, llegué a la cabecera municipal para platicar con mi compañera y amiga, la cronista Adalberta Rodríguez Márquez, quien en ese momento era la titular de la asociación de Cronistas Municipales del Estado de Querétaro (Cromeq). Empezamos a platicar junto con su esposo, el licenciado Rivera, y me contaron parte de la importancia que tuvo su familia por poseer una de las más grandes tiendas de la región, donde se vendían toda clase de artículos. Pasaron los años y cerraron su negocio y lo poco que quedó lo guardaron en su tapanco, fue como logré rescatar algunos sombreros tanto de mujer como de hombre que me hicieron favor de obsequiarme. A parte de esas prendas, me facilitó parte de su acervo fotográfico de su familia para conocer su forma de vestir en otro nivel económico.

El traje consiste en un saco y enagua de percal con olanes y adornos de encaje, una nagua de manta o calicot, con cenefa de gancho, rebozo jaspeado y sombrero antiguo de palma pintado a mano.

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