En los últimos años que viví en Tampico, fui testigo de cómo nos transformamos en una sociedad experta en normalizar la violencia. Me refiero a los años entre 2009 y 2012, durante el mandato de Felipe Calderón, quien emprendió una guerra contra el narco. Quienes vivimos en el norte durante aquel tiempo, nos habituamos a escenarios recurrentes de personas colgadas de los puentes, a encontrar bolsas negras de basura en la calle que contenían restos humanos; cabezas por aquí y por allá. Con el tiempo la tristeza y desolación que sentíamos cesaron. Ahora, las lágrimas se transformaban en enojo por el tráfico ocasionado por las autoridades al retirar los cadáveres de la vía pública; al ver las bolsas negras en la calle optabas por cambiarte de banqueta con indiferencia. Lo que antes nos sumía en el desconcierto e impotencia, se transformó en algo cotidiano. La muerte y la crueldad ya eran parte del paisaje.

Me refiero a esta situación porque tal parece que hemos normalizado una cara más de la violencia: el feminicidio. Conozco el proceso de miedo, ansiedad, ira, tristeza, impotencia y normalización. Pareciera que nos encontramos en la última etapa, porque los feminicidios no sólo son parte ya de nuestra vida diaria, sino de nuestros círculos amistosos. Las preguntas son: ¿He sido violentada? ¿Tengo amigas que han sido violentadas? ¿Tengo amigos que son violentos con las mujeres que los rodean? La respuesta afirmativa, resulta escalofriante. De acuerdo con la ONU, 10 mujeres son asesinadas diariamente en México; según el INEGI 6 de cada 10 mujeres sufre de violencia y el 65% de los casos, los abusos y asesinatos son cometidos por novios, exnovios, esposos, exesposos.

Hoy quiero que hablemos no del asesinato de Jessica González, sino de los amigos del asesino de Jessica, los amigos de Diego Urik que, a sabiendas de la localización del cuerpo, ya que ellos son testigos de cómo su amigo saca de la cajuela el cadáver de Jessica, lo tira en el suelo y tiene el cuidado de acomodar el cuerpo con afán de exponerla, de humillarla aún después de muerta lo cual solo puede ser resultado de una mente perversa y psicótica. Los mismos amigos que conocen el contexto en el que este sujeto decide asesinar a golpes a su novia, se convierten en cómplices al guardar silencio y no dar aviso a las autoridades sobre la localización del asesino. Ellos siguen libres, no han sido procesados, a pesar de lo que exige el Artículo 208 del Código Penal del estado de Michoacán, sobre el Encubrimiento por Favorecimiento:

"ll Oculte o favorezca el ocultamiento de la persona imputada del delito, u oculte, altere, inutilice, destruya, remueva o haga desaparecer los indicios, instrumentos y otras pruebas del delito"

El resumen de los hechos: Jessica González Villaseñor  salió de su casa ubicada en  Morelia, el 21 de septiembre. La encuentran el 25 de septiembre muerta. La causa fue “hemorragia subaracnoidea secundaria a traumatismo craneoencefálico”, la golpearon hasta matarla. El 28 de septiembre la Fiscalía de Michoacán identifica a Diego Urik, novio de Jessica, como su presunto asesino. El 30 es detenido en un hotel de Jalisco.

El día que Jessica desapareció dijo que iba a visitar a una amiga, la realidad era que se encontraría con Diego, verdad que conocía Cristóbal, hermano de la víctima. Nos dicen que la mató a golpes, a diferencia de José Jair, Diego SR y Alessio, quienes conocen el contexto perfectamente. Pero por el carácter del crimen y de los hechos consumados, podemos imaginarlos: Después del asesinato, Diego se contactó con ellos para ir a cenar tacos. Durante la cena sus amigos lo notan normal, pide lo de siempre, bromean, se ponen al día. En algún momento de la cena Diego les dice que mató a Jessica. ¿Dónde está?, puede que pregunte uno de ellos. En la cajuela del coche. Se miran unos a otros ¿Y qué vas a hacer?, preguntan nuevamente. No sé, necesito que me ayuden a tirar el cuerpo, responde mientras da un sorbo a su bebida. No nos metas en tus mamadas Diego, comentan sin dolor, sin miedo, más bien con molestia. Solo acompáñenme a tirar el cuerpo. Les pide y acceden. Imaginemos el trayecto en el auto, tres varones jóvenes conversando mientras el cadáver de Jessica yace en la cajuela ¿Qué conversarían en el trayecto? Paran en un punto en el que a Diego Urik le parece indicado para deshacerse de Jessica. Los tres bajan del auto, Diego abre la cajuela y les pide que le ayuden a bajar el cadáver. Ya te dije que yo no te voy a ayudar con tus mamadas, (para ellos, es claro que Jessica fue una mamada más) dice José Jair, mientras observaba como su amigo arrastraba el cuerpo entre la maleza. ¿Qué estarían pensando mientras Diego acomodaba el cuerpo de Jessica de manera sugestiva mientras la desvestía? Se dedicaron a la contemplación del cuerpo de una mujer a la que conocían y que ahora yacía muerta a sus pies. Se convierten entonces en testigos fieles no solo de la verdadera naturaleza de Diego, sino de ellos mismos y deciden guardar silencio. Aquí no pasó nada.

Ninguno de los amigos de Diego Urik han sido juzgados, quisiera entender por qué. Existe algo sociopático en todos ellos… y en la familia del presunto asesino. Los abogados de Diego confirieron que éste se entregó de forma voluntaria tras establecerse un acuerdo con su familia. La defensa busca que el delito se juzgue como homicidio, pero no como feminicidio.

¿Cuál es la diferencia entre estos delitos? Los años de condena. El castigo por homicidio culposo se alcanzan sentencias de 15 a 25 años, sin embargo, la pena estará sujeta a la situación particular del caso. El castigo por feminicidio desde el 2012, la pena va desde los 40 a los 60 años de prisión. Entendemos por qué la familia quiere cambiar el estatus criminal de Diego.

Blanca Mayela León, ávida lectora de nuestra sección y colega en Biología, me comentó hace unos días: << Haciendo una pequeña referencia al texto “Domesticar el instinto”, los hombres, por ser hombres, no son objeto de una "domesticación" de sus instintos, quedan ahí, sueltos, primitivos, tal vez, al grado de volverse incontrolables y los puedan llevar a cometer actos violentos. Ahora bien, el papel de los padres de familia que tenemos hijas, mujeres, también nos genera una muy valiosa reflexión: no educarlas como princesas que viven en cuentos de hadas, debemos asumir el compromiso de educarlas como mujeres fuertes, valiosas, capaces de ser felices sin el romance, sin el cuento de hadas, perfectamente capaces de ser felices por el simple hecho de estar vivas, de ser mujeres, solas o acompañadas. >>

Nos queda claro que la naturaleza de este grupo de jóvenes, principalmente de Diego Urik como asesino intelectual, los delata como seres monstruosos, malvados, crueles, sociópatas, antisociales, inhumanos, maníacos, perturbados, bestiales, brutales. No normalicemos estos actos salvajes y despiadados. Que dios, la vida, el destino, nuestra inteligencia, amor, bondad, compasión, empatía y piedad, nos salve de este tipo de amistades.

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