Resulta curioso que muchos “clasemedieros” sean los que más se oponen a los programas sociales instrumentados por el actual gobierno federal. Declaran, sin temor a equivocarse, que no debería darse dinero a las personas más desfavorecidas porque “mientras más les dan, más piden” y, al final, terminan acostumbrándose “sólo a estirar la mano”.

Mientras hacen estas declaraciones, quienes descalifican las políticas sociales, aprovechan para beneficiarse de la Pensión para el Bienestar de las Personas Adultas Mayores, de la Beca para el Bienestar Benito Juárez de Educación Básica, del estímulo otorgado por el Sistema Nacional de Investigadores e Investigadoras (SNII), entre otros programas.

No cabe duda de que el mundo está al revés. Cuando los beneficiados de los programas sociales son los sectores más desfavorecidos de la población se les juzga de “flojos y atenidos”. Pero, si los reciben miembros de la clase media o privilegiada, se trata de derechos ganados.

En la práctica, no en la imaginación de los “clasemedieros”, el dinero transferido directamente a los beneficiarios de programas sociales a través de la tarjeta de Bienestar, sin intermediarios que condicionen ningún tipo de “chantaje político”, ha tenido importantes resultados.

Los datos del Inegi muestran que, entre 2018 y 2023, el porcentaje de la población en situación de pobreza multidimensional a nivel nacional pasó de 41.9% a 36.3%, lo que representó una disminución de 51.9 a 46.8 millones de personas que salieron de la pobreza.

Por su parte, el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), ofrece información que evidencia impactos significativos en el corto, mediano y largo plazos con respecto al mejoramiento de la salud y rendimiento educativo de los infantes, el empoderamiento de la mujer, la ampliación de las redes de ayuda en las comunidades más pobres y activación de los mercados locales.

La crítica a los programas sociales de varios “clasemedieros” es virulenta cuando privilegia a los sectores más desfavorecidos. Diferente es su posición si resultan beneficiados. Actitud que coincide con la respuesta de las clases privilegiadas que celebran el papel del Estado si condona el pago de impuestos a las grandes empresas privadas, no así cuando se les exige cumplir con sus responsabilidades fiscales.

Nunca como hoy, amplios sectores de la clase media han mostrado un rostro tan voluble, racista y clasista. Oscilan entre el conservadurismo y el progresismo. Dependiendo del beneficio que reciban. Defienden la meritocracia para subir en la escala social. Pero, rechazan el acceso a la movilidad social de las personas en situación de pobreza. Sin embargo, la clase media no es una entidad monolítica, está compuesta por un conjunto de personas que conciben el mundo de manera múltiple y plural.

La experiencia muestra que el desarrollo económico de un país está relacionado directamente con el acceso a los derechos y el mejoramiento de la calidad de vida de toda la población, sin exclusión. En este sentido, ampliar las oportunidades y el ejercicio de los derechos para ensanchar la clase media en México, tendría que ser la marca de nuestro tiempo.

Doctorada en Ciencias Políticas y Sociales por la UNAM y Posdoctorada por la Universidad de Yale

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