Siempre había sido uno de los anhelos del artista visual Ricardo Villalobos exponer en el Museo de Arte de Querétaro (MAQRO) y esa aspiración la cumplió el año pasado, con la presentación de Necropsia a un corazón; ahora, el artista está más agradecido porque una pieza de dicha serie ya forma parte de la colección permanente de este recinto, y se puede apreciar en la sala número 13.

Villalobos donó este mes al MAQRO la obra “Diez”, un corazón vendado que tiene su historia propia de desamor.

Necropsia a un corazón es un proyecto que creó invitando a  sus amigos a compartir testimonios de desamor. De todas las narraciones eligió 13 para su exposición, moldeó las piezas con barro utilizando la imagen del corazón, símbolo del amor y la amistad, y es que el mismo artista dijo, ¿y a quién no le han roto el corazón?

La obra de Villalobos se basa en contar historias, por eso no se describe ni como pintor ni como escultor, sino como un narrador, que a través de dioramas y todos los objetos al alcance de sus manos, pueda reinterpretar y luego presentar al público en una obra de arte.

Y lo que cuenta su pieza “Diez” es lo siguiente:

Yo soy este corazón roto y esta es mi historia...

“El amor a primera vista existe, se palpa y se vive. La vi de lejos en un viaje a Grecia. Parecía una diosa caminando entre aquellas maravillosas ruinas. No pude despegarle la vista de encima, hasta que ella por fin me miró. Intercambiamos sonrisas y números telefónicos. Vivíamos en países diferentes, pero eso no fue obstáculo para estar juntos. Yo todo lo arriesgué, me mudé y nos casamos. Sentía que éramos protagonistas de una eterna historia de amor.

Tiempo después decidimos vivir en México, y por extrañas razones, el cambio no le sentó bien. Rápidamente se empezó a marchitar, a perder su brillo y esencia. No supe actuar a tiempo ni tampoco qué hacer con precisión para curarle el corazón. Un colega suyo hizo que recuperara el cálido aliento… su alma estaba de regreso; y con la franqueza que la caracterizaba, me confesó que se había enamorado de él, que me dejaría lo antes posible. Me quedé lacerado, abandonado, autoexiliado como un leproso. Y, aunque roto, me reconstruyo, sigo latiendo”.

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