Mutilados, deshojados, con tapas fracturadas y pergaminos pegados entre sí; con algunas craqueladuras y alteraciones en los colores y en la apariencia de las iluminación causadas por el fuego o el agua; con rastros de roedores, insectos y hasta hongos. Así llegaron hace dos años a la sede de la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural (CNCPC) del INAH 92 libros corales de los siglos XVI al XIX.

Luego de un proyecto de estabilización y digitalización, 19 de esos libros se exhiben actualmente en la exposición Magníficat. Secretos de los libros de coro, en el museo que tiene como sede el antiguo Colegio de San Francisco Javier en Tepotzotlán. La muestra, además de dar a conocer la riqueza musical que guardan, la forma artesanal como se fabricaron y los usos que se les dieron, permite ver las huellas de deterioro y abandono que han marcado la vida de estos documentos musicales, tanto por el uso cotidiano que se les daba, como por el desuso en que cayeron después de que dejaron de usarse y se convirtieron en reliquias virreinales.

Por varios años, estos libros permanecieron en el olvido, guardados en bodegas y sin cuidado alguno, y en 1964 pasaron a formar parte del acervo de este museo que resguarda la colección de arte virreinal más importante del país. Sin embargo, aunque el equipo de conservación del museo ya había adoptado algunas medidas de conservación, como ordenarlos en anaqueles especiales, estos volúmenes de gran tamaño no habían recibido una limpieza especializada y profunda.

La restauradora Thalía Velasco Castelán, quien estuvo al frente de los trabajos de estabilización y digitalización del acervo que se llevaron a cabo en 2013, recuerda el caso de un libro que además de algunas quemaduras provocadas por las veladoras que se usaban, tenía rastros de humedad y había sido atacado por insectos. “Tuvimos que atender hoja por hoja para poder eliminar los deterioros superficiales y hacer una fumigación porque era un foco de infección para los otros libros”, detalla en entrevista.

Uno de ellos, comenta, era imposible consultarlo debido a que las hojas estaban pegadas entre sí por el agua y humedad. Otros estaban deshojados y tenían las tapas rasgadas y frágiles, lo cual impedía su adecuada apertura.

El tratamiento de estos libros que albergan las obras musicales que acompañaban las grandes celebraciones religiosas de la época virreinal en el país se realizó durante siete meses en las instalaciones de la CNCPC, a donde se trasladaban cada mes 15 piezas. Hoja por hoja, un grupo de especialistas, entre restauradores, historiadores, fotógrafos y musicólogos, se dieron a la tarea de rescatar estos ejemplares que alcanzan un peso de hasta 50 kilos y miden alrededor de 60 centímetros de alto por 40 de ancho.

El proceso permitió estabilizar la colección y digitalizar cada uno de los folios de pergamino escritos a mano. Sin embargo, esto es apenas una primera parte del proceso de conservación de la colección; algunos tomos requieren tratamientos más específicos. Según Velasco, otros 18 libros necesitan una intervención meticulosa porque presentan deterioros como inestabilidad en las tapas de piel, desvanecimiento de las tintas o daños en los errajes.

Uno de los aspectos que hay que destacar en este proceso de conservación, explica la especialista, es que se mantendrán algunos elementos que evidencian las huellas de uso de los libros, como las marcas de fuego provocadas por las gotas de cera, o las reparaciones históricas, que en su momento, resolvieron el daño que tuvieron los libros. Uno de ellos, por ejemplo, tenía un faltante que el copista reparo con un parche de pergamino, y sobre éste trazó las líneas del margen y las indicaciones.

“Se trata de libros que tuvieron una función a lo largo de cuatro siglos y se ocupaban a todas horas, todo eso deja huellas de uso. En ese entonces, por ejemplo, se usaban velas que en un descuido podían quemar las hojas, pero todo esto forma parte de la historia de estos objetos, de cómo eran utilizados. Eso no se puede borrar, solo hay que entender al objeto en el contexto histórico en que fue utilizado”, explica.

Por ahora, esos 18 tomos volvieron al museo tras su estabilización, y la idea es trabajar un volumen cada seis meses, para su intervención, aunque no está definido cuándo iniciará esto.

José Abel Ramos, director del museo, comenta que el acervo de libros de coro no puede ser consultado físicamente, pero están disponibles los archivos digitales. Uno de los procesos del proyecto anterior consistió en digitalizar los folios, tapas y guardas de cada volumen de la colección. Desde hace unos meses, 12 tomos digitalizados forman parte de la Mediateca del INAH, donde se puede consultar su contenido musical.

La exposición. Hasta el 31 de marzo, el Museo Nacional del Virreinato ofrece un recorrido por la historia de estos libros, desde su fabricación, los usos y su abandono, hasta su conservación.

Curada por el Museo y la Coordinación Nacional de Conservación, la exposición está dividida en seis ejes temáticos. La primera unidad aborda la música en las celebraciones de rito católico y explica cómo se leían las notas y se escuchaba el Canto Llano, también conocido como gregoriano, caracterizado por una voz; la segunda se centra en la pieza Magníficat: Proclama mi alma la grandeza del Señor.

“Taller de libros” es el tercer módulo de la exposición, donde se muestran que los manuscritos e impresos, no sólo son soporte de la música sacra, sino obras de arte, fruto de la habilidad de artesanos especializados, como el copista, iluminador y encuadernador. “Todo esto nos demuestra que se trataba de un trabajo minucioso y artesanal. Las letras capitulares y las decoraciones eran realizadas por personas especializadas. Luis Lagarto fue uno de los iluminadores más importantes”, explica Ramos, durante un recorrido por la exposición.

La cuarta unidad “La vida de los libros: el Coro”, muestra cómo funcionaban estos libros durante las ceremonias. Esto se explica a través de fotografías de la sillería del Coro de la Catedral de la Ciudad de México, dibujos de los personajes que utilizaban los libros y un Facistol de madera perteneciente al Museo del Carmen.

El recorrido por la muestra concluye con las unidades “Los Libros Olvidados” y “El rescate de los libros de coro”, donde se muestran los diversos agentes de deterioro de los libros, así como los trabajos de conservación que llevaron a cabo especialistas del INAH, en colaboración con el Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información Musical Carlos Chávez.

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