José Antonio Meade es un hombre que unifica voluntades. Un ciudadano por México que ha iniciado una ruta difícil por convencer a los mexicanos de que puede gobernar nuestro país en paz y con crecimiento económico.

El pasado martes 9 de enero visitó Querétaro, como precandidato de una coalición que busca convertirlo en candidato a la Presidencia de la República, llegó con Juana Cuevas, su esposa.

Los queretanos le dimos la bienvenida, y compartió una larga jornada con diversos grupos sociales en la ciudad. Ahí pude observar cómo el doctor, con grandes honores y trayectoria impecable en el sector público, era capaz de integrarse con la gente sin rodeos.

La jornada pintaba para larga y lo fue. Así entre recorridos y saludos, lo vi contento y entregado. Conecta con la gente. Un hombre sencillo, que, acompañado de su mujer, van de la mano, sin grandes protocolos. Su esposa lo apoya, sonríe, saluda cálidamente a todos, y cuando habla, lo hace con pasión por México.

Vi cómo Juana Cuevas, a su vez, es una gran conversadora. Durante la visita, que tiene una dinámica de movimiento, poco se puede hablar con ella, pero en las ocasiones que la saludé, me di cuenta de su capacidad intelectual y que sabe su posición que juega en este momento en la campaña, será el complemento exacto para el futuro Presidente de México.

De nueva cuenta, a lo largo de la jornada, Meade nos va sorprendiendo gratamente, su inteligencia y rápida reacción a los cuestionamientos es aguda. Un día no basta para conocer a fondo a una persona, pero Meade inspira confianza. Su entrega, su imagen limpia, y sin escándalos de los cuales se avergüence. Esto de entrada es una garantía de que estamos frente a una persona honorable, de que tenemos líder para competir.

En este momento, la sociedad mexicana se encuentra molesta con los escándalos de corrupción por personajes públicos que traicionaron a los ciudadanos; y que justo ahora se encontraron, con la mano firme del gobierno de la República, y los ha llevado ante la justicia.

Tenemos una oportunidad con Meade, hombre honesto, capaz y con proyecto de gobierno, que se convertirá en el candidato ideal para gobernar a México.

La polarización a la cual nos enfrentaremos los mexicanos en los próximos meses es real, donde elegir bien será un auténtico dilema. Tendremos una derecha postulando a un personaje menor, sin trayectoria profesional y a quien su mala fama pública lo precede, de presunto enriquecimiento ilícito y abuso de poder en Querétaro, y que va con la etiqueta de “traidor” entre sus propias filas. Imposible ir con él, no tiene los méritos ni la confianza necesaria para gobernar a un país.

Del otro lado, un líder de una facción política que en los últimos 18 años se ha dedicado sólo a ser candidato, y a quien en dos ocasiones anteriores los mexicanos ya le dijeron en las urnas “no”. Y un “no” que está plenamente justificado, porque además encuadra en la tipología de un “autoritario peligroso”, como lo ha definido recientemente The New York Times. En este diario confirman lo que ya sabemos los mexicanos: no respeta a las instituciones, las reglas o resultados que no le favorecen; desconoce a sus competidores, y sobre todo cuando son mejores que él, ironiza si son más jóvenes, los descalifica; tolera la ilegalidad e incluso acepta la violencia y consiente perdonar a los delincuentes con tal de congraciarse con ellos; y finalmente algo muy grave: está dispuesto a sacrificar libertades, y como todo tirano, culpa a los medios de comunicación de noticias falsas o tergiversar sus dichos.

No. Imposible considerar seriamente a hombre que pretende gobernar con ocurrencias un país que necesita a un estadista centrado. El mejor ejemplo lo tenemos al norte, donde nuestros vecinos eligieron a un candidato sin preparación que hoy es un presidente inepto y ocurrente. Los extremos no son buenos. Tenemos menos de seis meses para meditar muy bien a quién elegiremos. Si queremos revancha o castigo, tenemos dos opciones; si queremos una conducción certera de la nación, Meade será la mejor alternativa.

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