Mimetizado, como Claudia Sheinbaum, con el pensamiento, actitudes y mentiras de Andrés Manuel, el ex ministro Arturo Zaldívar también asume el conjunto de síntomas característicos de la enfermedad (síndrome) que padece AMLO, y que lo hace sentir el ombligo del mundo: víctima y mártir de todos las críticas (complots) y merecedor de todos los reconocimientos (el marido en la boda; el niño en el bautismo; el prócer en el homenaje y hasta el muerto en el velorio).

Recientemente, la Suprema Corte de Justicia de la Nación SCJN, dio a conocer el inicio de investigaciones en contra de cuatro de los colaboradores de Arturo Zaldívar, que de la mano de Julio Sherer Ibarra, entonces Consejero Jurídico de la Presidencia de la República, operaron (presionaron, amenazaron, corrompieron o premiaron a 70 jueces y magistrados) para lograr que no hubiera fallos adversos al gobierno de la 4t; de lo cual, seguramente, Zaldívar tuvo conocimiento y autorizó, en 18 temas emblemáticos para AMLO, entre ellos la Estafa Maestra; aeropuertos NAIM y AIFA; Infonavit; Tren Maya; Dos Bocas; industria energética; ley de Hidrocarburos y hasta el descongelamiento de las cuentas bancarias de la narcotraficante conocida como la Reina del Sur.

Como formas de operar de este grupo, se identifican: presiones, chantajes, amenazas, readscripciones, suspensiones, inhabilitaciones, advertencias, construcción de delitos, forzar la renuncia o el retiro, para los que se oponían; y, en caso de los que accedieron, dinero o promociones.

Actuando como cabeza de grupo, Arturo Zaldívar se ha envuelto en la bandera de víctima y se ha tirado al piso acusando a la ministra presidente de la SCJN, Norma Lucia Piña, de haber iniciado una persecución político-electoral en su contra, cuyo propósito, dice él, es golpear a Claudia Sheinbaum.

Zaldívar se equivocó al involucrar a la candidata morenista en el conflicto que —desde su salida de la SCJN— sostiene Andrés Manuel —con todo el poder del Estado— en contra de Norma Piña y los ministros que no se le hincan y le rinden culto.

A Zaldívar se le olvida que él encabezó una supuesta Reforma del Poder Judicial, y que en ese periodo Sherer operó para que Carlos Antonio Alpízar Salazar, exsecretario general de la Presidencia del Consejo de la Judicatura Federal (CJF) y actual titular de la Unidad de Desarrollo Democrático en la Secretaría de Gobernación; Netzaí Sandoval Ballesteros, exdirector del Instituto Federal de Defensoría Pública (IFDP), hermano de la ex secretaria de Función Pública, Irma Eréndira Sandoval y actual secretario de Estudio y Cuenta en la ponencia de la ministra Lenia Batres y Édgar Manuel Bonilla del Ángel, exdirector del Instituto de Concursos Mercantiles, violaran y socavaran la independencia de los juzgadores; atentaran contra la autonomía e independencia del Poder Judicial; vulneraran los sanos equilibrios entre poderes; y se corrompieran.

Aunque la acusación no toca a Arturo Saldívar -y diario acude a los medios para exigir conmiseración social con su persona y su causa-, no puede fingir desconocimiento de los males que hacían sus colaboradores directos. En todo ello, tiene responsabilidad directa, aunque no se le pueda tocar.

Como a Sheinbaum, Zaldívar olvida que no es López Obrador —aunque lo imite en todo—; y que ni el cobijo de ambos borra el daño que hizo al Poder Judicial durante su gestión.

Bendito el momento en que Norma Piña evitó la llegada de Yasmín Esquivel.

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