Alejandro Palomares Martínez es un exjugador de los Gallos Blancos de la Universidad Autónoma de Querétaro. Le tocó vivir la que es considerada la peor tragedia del equipo queretano. El 10 de mayo de 1987 el equipo sufrió un accidente en carretera que los dejaría con el fallecimiento de Agustín Jiménez, Gerardo Pillo Orona y René Montalvo.

El equipo, que jugaba en Segunda División, viajó a Ciudad Victoria, Tamaulipas, para enfrentar a los Correcaminos, en la final por el ascenso a la Primera División; desde su llegada, el recibimiento del público fue hostil, el partido se tornó ríspido pese a haber culminado en empate.

A la salida del encuentro, la afición tamaulipeca se volvió contra los jugadores, arrojándoles toda clase de objetos y gritándoles frases amenazantes, el equipo salió del estadio, y su sorpresa fue ver que el autobús que los traería de regreso a Querétaro no estaba. 45 minutos después apareció, mientras el equipo temió por su integridad ante la turba enardecida.

Recuerdos del día que todo cambió
Recuerdos del día que todo cambió

El entrenador de aquel equipo, Luis Alvarado, regañó al chofer en cuanto arribó, debido a su tardanza; lo cual fue propicio para que el conductor se molestara y condujera el autobús a alta velocidad; en una de las zonas más peligrosas de la carretera, el jugador Enrique Macario le dijo al conductor que disminuyera su velocidad y éste se molestó aún más.

El autobús cayó en un bache, y fue entonces que el conductor perdió el control… Palomares recuerda que fue un milagro que saliera con vida de ese accidente.

“Me fui a otro asiento, adelante de mí venían René Montalvo y Gerardo Orona y atrás de mí venía Agustín Jiménez, por ir jugando con un compañero me cambié, y cuando me quedé en ese asiento fue cuando ocurrió el accidente. Milagro, suerte, no lo sé, afortunadamente estoy aquí”, comenta.

Momentos críticos

Al salir todos del autobús, hubo varios jugadores con heridas graves, a Montalvo lo reconocieron por el short, intentaron levantar el autobús entre cinco para sacar a Agustín Jiménez, hecho que aún no se explica Palomares, porque la fuerza no se compara con el peso de un camión.

“Alguien dijo que no levantáramos tanto el camión porque íbamos a apachurrar a los otros compañeros que estaban del otro lado, pero en eso el doctor nos dice —con  frialdad—, ambos ya están muertos”, afirmó.

Del chofer nunca se supo nada, huyó del lugar del accidente, tiempo después solamente se enteraron que era vecino de Lomas de Casa Blanca.

“Tuve la oportunidad de verlo, tenía los ojos desorbitados, no creía lo que había pasado y me preguntaba que qué hacía, yo le dije que era su decisión, ‘si quieres irte o si quieres esperarte, es tu decisión’, fue lo que le dije. La gente que empezó a llegar preguntaba por él, lo hubiesen linchado, fue una manera irresponsable de enfrentar la situación, pero dudo que hubiese sobrevivido a ella”, comentó.

Tardaron casi dos horas en ser trasladados al hospital más cercano, Alejandro se comunicó a su casa para avisar que estaba bien, y se enteró que su primogénito, el cual estaba programado para nacer el 15 de mayo, ya había nacido, lo que desató un cúmulo de emociones encontradas.

Su vida cambió

Tres semanas después, se enfrentaron en la final a los Correcaminos, el entrenador Alvarado estuvo presente en silla de ruedas, pese a haber estado en terapia intensiva. El reconocido psicólogo de los Pumas, Octavio Rivas trabajó con el equipo, la tragedia se convirtió en motivación; pero el ascenso se perdió en penaltis.

“Hubo tres jugadores que no fueron los mismos desde el accidente, se notaba en la cancha, y tiempo después del partido de la final, a Enrique Macario se decía que se subía a un camión con su mochila para entrenar y se daba vueltas en el camión, ya que se hacía tarde, se regresaba a su casa. Fue terrible”, mencionó.

La esperanza de un nuevo torneo se esfumó, la directiva se deshizo de varios jugadores y del técnico; Palomares y algunos compañeros demandaron al club por incumplimiento de contrato, hecho que los boletinó y el sueño de la Primera División jamás llegó. Regresó a la escuela y estudio la Licenciatura en Derecho, actualmente es entrenador del equipo de futbol femenil representativo de la UAQ; y solamente hay una cosa que él cambiaría de ese día…

“A mí me resulta incongruente el hecho de haber ido en avión y regresado en camión, era el 10 de mayo el retorno; no sé si por ahorrarse dinero, en todo caso tuvimos que volver un día después luego de toda la euforia, eso cambiaría yo de ese momento”, finalizó.

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