Observar la armonía que prevalece entre la naturaleza que circunda a la zona arqueológica El Cerrito y su basamento piramidal de casi 30 metros de altura, es uno de los momentos que más disfruta Georgette Sacre, al visitar esta zona ubicada en el municipio de Corregidora, en Querétaro.

En el preámbulo del equinoccio de primavera, acude a conocer este recinto. Sentada sobre una piedra, bajo la sombra de un árbol, a un costado de la pirámide, la mujer medita y disfruta de estar ante esta estructura, pero también ante la naturaleza.

Ellos —refiere al hacer alusión a quienes construyeron la zona arqueológica— eran armónicos con la naturaleza, lo que se traduce en que hayan venerado con templos al sol, a la luna.

“Estos espacios siempre reflejan que ellos sí entendían que había que armonizarse con la naturaleza, estar en contacto con la naturaleza y agradecerle, por eso los templos al sol, a la luna. Ellos sí entendían que somos parte de un universo, no somos más poderosos que el universo ni venimos a la tierra a dominarla y a demostrar nuestro ego, eso es una total tontería, venimos a integrarnos con la naturaleza y eso es lo que más disfruto”.

Estar ahí, ante El Cerrito y ante una variedad de flora que arropa este recinto, significa un momento para disfrutar del silencio, de cargarse energéticamente y nutrirse del entorno, de los árboles, de la frescura.

“(Al estar ahí) lo que más disfruto es el silencio, el pastito está un poco seco, pero creo que en Querétaro no hay muchos espacios como jardines, parques, como zonas recreativas, (…) entonces lo que más me gusta es estar aquí y mira estoy platicándole al árbol, energéticamente hablando, estamos compartiendo este momento. Eso te alimenta, te nutre y te da cierta frescura el estar con la naturaleza”.

Georgette es licenciada en Estudios Latinoamericanos —egresada de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México—, es originaria de Ciudad de México, pero desde hace un año radica en Querétaro. Desde que llegó a la entidad deseaba conocer esta pirámide, pero las restricciones por la pandemia se lo habían impedido, hasta este día en que se celebra el festival del equinoccio de la primera.

Aunque  la costumbre es acudir el 21 de marzo a tomar energía a la pirámide, Georgette considera que tomar energía no es algo exclusivo de un sólo día, sino de cualquier momento en el que se conviva con la naturaleza.

Lo que más aprecia de estar frente a la pirámide es reconocer el nivel de cultura y desarrollo que forjaron los grupos étnicos.

“La parte más bonita de conocer estos espacios es reconocer que México ya tenía un nivel cultural y desarrollo impresionantes, antes de que llegaran los españoles, cuando pensaban que los indios —como se les decía de forma despectiva— son personas menores que los europeos y para nada, simplemente eran diferentes  (…) Hay que reconocerles que este era su espacio, que ellos fueron los primeros, que de ellos también venimos”.

El día transcurre en la pirámide, de manera esporádica llegan los visitantes, entre ellos la familia Hernández Álvarez, quienes acuden para fomentar el arraigo a su pequeña hija.

Cindy Álvarez refiere que el propósito es que su hija conozca la historia y raíces del lugar donde habitan: “Sí es importante que a pesar de que estamos inmersos en la ciudad, debemos venir a visitarla, que nuestros hijos no olviden las raíces del estado”.

Para Gerardo Hernández significa un momento de convivencia familiar, al tratarse de un sitio que su pequeña hija deseaba conocer desde tiempo atrás 
El recorrido

Desde las primeras horas del día, ya comienzan a llegar algunos visitantes; así se observa desde el estacionamiento, donde ya hay algunos vehículos, “apenas comienza el movimiento”, señala el encargado de este lugar.

El estacionamiento conecta con un pasillo —circundante a la zona arqueológica— donde ya se instalaron comercios locales: manzanas con chamoy, antojitos, bebidas refrescantes, salsas artesanales, bordados, cuarzos, piedras de diversos tipos, dijes, macetas, dulces típicos, son sólo una parte de la variedad de establecimientos que esperan buenos días de ventas en el marco del equinoccio.

Unos pasos adelante, en el acceso a la zona arqueológica se mantienen los protocolos sanitarios, toma de temperatura y uso de gel antibacterial; al pasar el primer filtro, se adquieren los boletos en ventanilla, a un costo de 65 pesos.

Ahí comienza el recorrido hacia la pirámide, pasando por el Museo de Sitio que en esta ocasión permanece cerrado, luego por los vestigios del Altar de Obsidianas: un basamento de planta rectangular de 31 metros de largo por 20 metros de ancho; la andanza continúa entorno a vegetación semidesértica; de pronto, frente a uno se encuentra la pirámide, imponente y con 30 metros de altura.

Transcurre el día y los visitantes son escasos, llegan uno a uno o en pequeños grupos. Ante las altas temperaturas, de hasta 28 grados, al costado derecho de la pirámide se encuentra un módulo de hidratación.

Desde ayer y hasta este lunes,  el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) reabre las 137 zonas arqueológicas del país, con motivo del equinoccio de primavera 2022. Se prevé que este año el cambio de estación ocurra hoy, a las 15:33 horas.

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