Claudia Rosales, mecánica automotriz, se siente orgullosa de abrazar este oficio, el cual también ejerce su esposo y quien la apoya en su incursión en este ambiente dominado por hombres y que se lo han hecho sentir, pero eso, en lugar de desmotivarla, le dan ánimo para seguir adelante, pues nunca es tarde para cumplir los sueños.

Madre de tres hijos, de 18, 16 y 14 años, Claudia está a unos meses de concluir su carrera en mecánica con especialidad en gasolina y diésel, algo que no ha sido fácil, pues debe de cumplir con su jornada en la casa y en la escuela.

Indica que sus hijos siempre los presumen por su oficio, además de que buscan darles un buen ejemplo, un modelo a seguir con su esfuerzo y dedicación a su trabajo. En el caso de ella, su compromiso con estudiar y trabajar.

“Veo que muchas personas dicen que ya se les pasó el tren, o qué para qué estudian, o yo ya cumplí con mis hijos.

Uno no se fija en que somos modelo a seguir para ellos (lo hijos) para que no se detengan en salir adelante. Yo les digo que sí yo puedo, que tengo más edad, que tengo obligaciones, que ellos no puedan que son jóvenes y son solteros.

Aparte, a ellos siempre les he inculcado aprender un oficio. Un oficio siempre es indispensable, porque ya sea uno u otro no se mueren de hambre”, enfatiza.

En su clase dice que sólo hay dos mujeres estudiando la carrera. Una en primer año y ella, en segundo. Aparte hay una más en el turno de la mañana.

“Hay veces que sabemos más que ellos, pero es difícil a veces. Se nos complica porque es un oficio para los hombres y a veces creen que una no puede quitar una llanta o aflojar algo, no sé. A veces sí es difícil. Hay un poco de machismo en esto”, dijo.

Incluso, comenta que hubo maestros que llegaban a cuestionar su capacidad para el oficio, pero muchas veces el empeño que se le pone al trabajo y al estudio es suficiente para ganarse el respeto de compañeros y profesores.

Con su padre también le sucedió, pues no aprobaba que Claudia fuera mecánica, pero poco a poco se fueron adaptando al cambio y al gusto del trabajo. Cuenta que el apoyo de su esposo, Fernando Lara, ha sido fundamental para su desarrollo profesional, así como el de otros compañeros mecánicos que le han ayudado, dándole consejos para hacer mejor el trabajo.

Apoyo de esposo y amigas

Actualmente Claudia lleva a cabo prácticas profesionales en un taller mecánico en el barrio de Hércules.

Señala que se interesó por la mecánica viendo a su esposo. “Él es mecánico, ya tiene 18 años de experiencia y pues siempre me ha gustado esto de los carros. Me llamó mucho la atención aprender el oficio, aparte de que es un oficio muy bien pagado”, indica.

En el caso de sus amigas, siempre ha recibido apoyo, son una pieza fundamental en su oficio, además de que le piden consejos automotrices o la recomiendan entre conocidos y demás amistades.

“Siempre me andan recomendando en el trabajo, o que le eche ganas, porque luego se desanima uno por esta parte de la casa, los hijos, la escuela, el trabajo. Luego digo ya (no más) pero luego volteo y veo que me falta muy poquito para terminar, y mis amigas me animan mucho”, subraya.

Del mismo modo, precisa que la confianza que genera una mujer mecánica a una mujer clienta es diferente a la que se da entre un mecánico hombre y una clienta.

“De hecho, el que yo estoy estudiando, y que agradezco mucho a la directora de la escuela Cegadi, pues ella me dio la oportunidad de becarme, por eso estoy estudiando porque luego eso se complica. A ella la conocí en un curso de mecánica básica para mujeres. En el curso ella fue a impartirlo, y nos enseñó cómo cambiar una llanta, como checar niveles, lo básico que toda mujer debe saber, porque a veces no tienen idea de lo que les hablan”, enfatiza.

Incluso, da consejos a sus amigas, cuando le comentan que sus esposos llevaron sus autos al mecánico y les dieron un diagnóstico erróneo, diciéndoles que buscan a un especialista. Los mecánicos también tienen especialidades.

Claudia dice que hasta el momento nada se le ha complicado en su trabajo. En caso de no saber algo pide ayuda, siempre pregunta, y si no sabe, investiga, se las ingenia.

En el taller donde se encuentra ahora recibe el apoyo de su esposo, de sus compañeros Omar y Ernesto, que le demuestran que no todos los mecánicos son machistas y que están dispuestos a compartir las herramientas con una mujer.

“Estar en esto es complicado. Muchos hombres no aceptan que una mujer sepa más que ellos. Creo que en todas las profesiones existe ese estigma todavía… Aquí le explico al cliente. Cuando mi esposo hace el trabajo, yo soy quien le explica al cliente, la mando las cotizaciones. Es más confianza porque el cliente ve qué se le hizo a su carro. Muchos mecánicos sólo dicen lo que hicieron, pero sin explicar. Gracias a eso tenemos a nuestros clientes y nos va muy bien”, puntualiza.

Claudia regresa al trabajo. Explica que a una camioneta que tienen sobre unas bases le desmontaron la transmisión por problemas en la misma.

Además, confiesa que si hay algo que si bien no se le complica, no es tanto de su agrado: cambiar frenos traseros de tambor. Dice, con una sonrisa, que los golpes que se llegan a dar para cambiar las balatas son “algo serio”. Pero pese a esos pequeños detalles, Claudia ama su oficio.

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