Los muertos por un poderoso sismo de 8,2 grados en Mexico, el más intenso en un siglo, aumentaron a 64 al confirmarse nuevos decesos en el sureño estado de Chiapas, mientras que en Veracruz (este) se reportaban dos fallecidos por la tormenta Katia, que ya se disipaba.

Luis Felipe Puente, director general de Protección Civil federal, dijo a la cadena Televisa que los muertos en Chiapas, en cuya costa se situó el epicentro del sismo registrado la medianoche del jueves, suman ya 15 tras localizarse este sábado tres cuerpos más. En el vecino Oaxaca son 45 y cuatro más en Tabasco, también en el sur.

En Juchitán, Oaxaca, y la zona más devastada con 36 muertos y numerosas construcciones en ruinas, los socorristas daban por concluida su tarea para dar paso a maquinaría pesada que recogerá los escombros, en momentos en que ya se percibe un olor fétido resultado del amasijo de escombros, lluvia y el intenso calor en la zona.

"Ya no queda más gente bajo los escombros. La mayoría fue rescatada casi inmediatamente por familiares y vecinos", dijo a la prensa Roberto Alonso, coordinador de los "Topos", una fuerza integrada por especialistas en rescates tras los sismos.

Alonso dijo que sólo buscan determinar si un policía se encuentra bajo los escombros del Palacio Municipal, construcción de estilo colonial que quedó reducida a escombros por el sismo.

Los restos del palacio se han convertido en el foco de atención de esta localidad de 100.000 habitantes, la mayoría de la etnia zapoteca. El lugar permanece acordonado y vigilado por policías y militares, que mantienen a raya a la multitud de curiosos que se agolpó a ver las tareas de limpieza.

Los pobladores lucen cansados y temerosos, muchos pasaron la noche en la calle por la persistencia de las réplicas del temblor que hacían crujir las construcciones. Fue poco antes del amanecer cuando la lluvia obligó a la mayoría a volver a sus hogares.

Al mediodía, una zona del centro de Juchitán estaba convertida en un mercado ambulante, aunque eran pocos los alimentos que se vendían comparado con la cantidad de flores y coronas fúnebres que eran llevadas para rendir tributo a las víctimas.

"Los víveres ya vienen en camino", decía a los ansiosos pobladores un militar mientras al exterior de algunos comercios había fila para comprar a través de una pequeña ventana, pues los establecimientos temían abrir sus puertas.

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