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Alfonso Rey posa con una bandera de Venezuela, bromea con ponérsela en el rostro como cuando salía a protestar en su país natal, pero no lo hace, la sujeta de un borde y, del otro, su esposa Stefany Matos. Ambos llegaron a México hace un año y siete meses huyendo de las condiciones que se vivían en su país.
Decidieron convertirse en “habitantes del mundo”, porque él aceptó una propuesta de trabajo y eso les daba la oportunidad de no empezar de cero como otros venezolanos. Aseguran que al dejar su país atrás, las condiciones eran 40% “más suaves” que ahora.
“La situación era álgida, peligrosa, vivíamos en constante peligro, estábamos asustados, en conflicto, nosotros éramos manifestantes, mal llamados guarimberos, en contra de un sistema político que no funcionó, que ha causado muertes emocionales y literales”.
Procedentes de La Victoria, Aragua, “tierra de los Tigres de Aragua”, Alfonso recuerda que lo más complicado para él fue el tema de la inseguridad: “Trabajaba en el ramo de la construcción, teníamos una constructora y me afectó el tema de los secuestros, de los robos, fue muy personal hacia mi familia”, dice Alonso.
Stefany se sentía perseguida, su papá es un militar retirado y su mamá, activista social, lo que los convirtió en una “amenaza” para el gobierno.
“Era como pescar en río revuelto, la Guardia Nacional y la Policía siempre estaban pendientes de que mi mamá no saliera o publicara algo, vivían maltratando mi casa, amenazando, llamaban y decían que habían secuestrado a mi hermano o a mí, no era seguro salir”, asegura.
Alfonso y Stefany sueñan con regresar a su país: “Quizá lo podamos hacer algún día, esperemos que no sea algo pasajero como en Cuba que tardó tantos años”, cuentan.
Sobre adquirir la nacionalidad mexicana, no saben con seguridad. “Tenemos un año y siete meses [en México] y son cinco o seis para optar por la nacionalidad, al menos yo, porque él tiene la portuguesa, tenemos que ver si estaremos aquí, cuando salimos de Venezuela dijimos que somos del mundo”, asegura Stefany.
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