Las controvertidas elecciones presidenciales de 1988, otorgaron al Frente Democrático Nacional (FDN), liderado por Cuauhtémoc Cárdenas, cuatro escaños en el Senado y 139 curules en el Congreso de la Unión. El PAN, por su parte, accedió sólo a 101 lugares en la Cámara Baja, en tanto que el PRI mantenía su abrumadora mayoría con 64 senadores, 260 diputados federales, las 31 gubernaturas estatales y los 2 mil 466 municipios. Ningún funcionario público relevante formaba parte de un partido de oposición.

Durante su sexenio, Carlos Salinas de Gortari nos vendió la ilusión de que podíamos acceder al Primer Mundo. Realizó una venta masiva de empresas paraestatales como Telmex, Imevisión y la banca nacionalizada por López Portillo, las que puso en manos de inversionistas extranjeros, amigos y prestanombres. También, implementó el ambicioso programa de asistencia social Solidaridad, que se convirtió en el sello distintivo de su sexenio.

En el último tramo de su administración, Salinas firmó el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, el cual entró en vigor la madrugada del 1 de enero de 1994 en que el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) hizo su aparición en el mapa político nacional.

En el plano político, saldando una vieja deuda con el PAN, en la que se considera la primera concertacesión de la historia política en México, en 1989 el PRI aceptó su primera derrota en una elección estatal, al reconocer el triunfo del panista Ernesto Ruffo Appel en el gobierno de Baja California, entidad que hasta la fecha no ha vuelto a tener un gobernador del PRI.

Colosio y la ruptura

La inteligencia de Carlos Salinas para los asuntos económicos y políticos, no estuvo de su lado al escoger a su sucesor.

El 23 de noviembre de 1993, Salinas estuvo a punto de provocar una nueva ruptura dentro de su partido, cuando su dedo elector decidió que Luis Donaldo Colosio sería el abanderado del PRI a la presidencia. Otro de los aspirantes, Manuel Camacho Solís, se molestó tanto, que renunció a la regencia del Distrito Federal, que entonces era una posición más en el gabinete, al ser el regente designado directamente por el Presidente. Para apaciguarlo, Salinas de Gortari le entregó la Secretaría de Relaciones Exteriores, en la que permaneció 42 días, cuando fue nombrado coordinador para el Diálogo y la Reconciliación en Chiapas, posición que le brindó mayor visibilidad que el propio candidato Colosio, que transitaba por todo el país en una desangelada campaña sin levantar los ánimos.

El protagonismo de Camacho Solís, con concurridas conferencias de prensa en Chiapas, cubiertas incluso por reporteros extranjeros que llegaron a México para reportar la insólita sublevación zapatista, hizo pensar más de una vez que se convertiría en el relevo de Colosio. Para apaciguar los ánimos, Salinas declaró su famosa frase: “No se hagan bolas”. No había más candidato que Colosio.

Pero la campaña colosista no levantaba… Luis Donaldo, consciente que tendría que distanciarse de su mentor para captar el voto del electorado, el 6 de marzo de 1994 pronuncia su más célebre discurso en el Monumento a la Revolución: “Yo veo un México con hambre y con sed de justicia. Un México de gente agraviada por las distorsiones que imponen a la ley quienes deberían de servirla. De mujeres y hombres afligidos por abuso de las autoridades o por la arrogancia de las oficinas gubernamentales”. Así se oficializaba la ruptura Colosio-Salinas y también, para muchos, el abanderado priista firmaba su sentencia de muerte.

Diecisiete días después del famoso discurso en el Monumento a la Revolución, Colosio era asesinado con un disparo en la cabeza en Lomas Taurinas, Tijuana. Todo el país se paralizó con la noticia.

La segunda decisión para encontrar a su sustituto no le fue fácil a Carlos Salinas.

El error de Salinas

Con las posibilidades a un par de aspirantes —entre ellos el queretano Fernando Ortiz Arana, entonces presidente nacional del PRI—, el presidente Salinas se decantó por su exsecretario de Educación y coordinador de la campaña del finado Colosio, Ernesto Zedillo Ponce de León.

Con el tiempo reducido para darse a conocer en todo el país y protagonizando el primer debate presidencial de la historia al lado de un elocuente Diego Fernández de Cevallos (PAN) y un disminuido Cuauhtémoc Cárdenas (PRD), Ernesto Zedillo apuntaba a una estrepitosa derrota electoral.

Durante el evento, Fernández de Cevallos tuvo frases contra sus oponentes que la opinión pública consideró como las que aniquilaron a Zedillo y a Cárdenas. Por ello, era perfilado directo a Los Pinos.

En referencia a Zedillo, El jefe Diego dijo: “Sabemos que usted ha sido un buen chico, con altas calificaciones, pero en democracia creemos que no aprueba”. Sobre Cárdenas, soltó: “Si tenemos que creerle los mexicanos a usted que es una opción democrática, tendríamos que creerle a (Mario) Aburto (asesino de Colosio) que es pacifista”.

Sorprendentemente, cuando todo indicaba que el PAN por primera vez podría alcanzar la presidencia, su candidato se replegó. Desapareció de la escena nacional. Una oportunidad de oro que el priismo aprovecho para apuntalar a su candidato.

En su libro autobiográfico A los Pinos, Vicente Fox escribe: “Diego Fernández de Cevallos llegó al punto más crítico en 1994 y, a la mera hora, o no le amarraron bien la piedra o se le hizo muy pesado cargarla, se echó para atrás… Para mí fue inexplicable lo que sucedió: el porqué no apretó el paso y conservó la delantera”.

El jefe Diego se ha defendido reiteradamente y asegura que nunca aflojó el paso. “Lo que ocurrió fue que los medios me vetaron, dejaron de sacar información mía”, dice. La percepción generalizada era y es totalmente contraria. ¿Otra concertacesión?

Con un electorado sensible por el asesinato de Colosio y decepcionado con la indecisión de El jefe Diego, una cómoda e incuestionable victoria colocó de nueva cuenta al PRI en Los Pinos: Zedillo obtuvo 48.6% (17 millones 181 mil votos), Fernández de Cevallos 25.9% (9 millones 146 mil votos) y Cárdenas 16.5% (5 millones 852 mil). También participaron Cecila Soto (PT), Jorge González Torres (PVEM), Rafael Aguilar (Frente Cardenista), Álvaro Pérez (PARM), Marcela Lombardo (PPS) y Emilio Madero (PDM).

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