Miguel Herrera es el personaje del momento. Donde quiera que va, donde quiera que voltea hay alguien que le pide una foto, un autógrafo o una opinión. Esta tarde en el Azteca no es la excepción. A la prensa le dice que no, “hoy nada, hoy vengo a disfrutar, nada de entrevistas”. Pero a quien sí le responde es a la afición.

¿Cuándo das la lista Miguel? Le inquieren.

“Ya la di”, responde sorprendido, “ya la di. Este lunes comenzamos a trabajar con los de aquí”.

Pero no se quedan contentos con eso.

¿Miguel? Le gritan...

“Qué pasó”, responde el siempre atento Piojo.

¿Te puedo dar un beso?

Si hubiera sido una dama quien lo hubiera pedido, la respuesta hubiera sido afirmativa, pero como fue un señor de mediana edad, de abdomen prominente como el del técnico nacional, lo mejor que hizo Miguel fue alejarse, reír e ir a saludar a Mario Hernández Lash, su ex dirigido en Atlante.

Es tarde para estar de buen humor. Es tarde de fiesta. Aunque la fiesta la quieren arruinar los de las porras universitarias, que antes de iniciar el juego ya avientan cohetones, sin temor a ser castigados.

Las explosiones se escuchan en todo el estadio, se escuchan tanto que ni el directivo auriazul, Mario Trejo, quien no escuchó las ofensas racistas a los jugadores de León, puede negarlo ahora.

¿Y los del América? ¿Se portan bien? No, antes de que Marco Rodríguez reporte los cohetones de los universitarios, los americanistas ya se habían vengado, lanzándole uno al Pikolín portero.

La rivalidad lleva tiempo ya, por eso se vive en las tribunas con tanta intensidad.

Pero las actuales generaciones, ¿saben de historia?

Un joven de 15 años, luciendo la camiseta de Daniel Ludueña, asegura que la rivalidad entre ambos nació “cuando Braulio Luna pasó de Pumas al América? ¿O fue por Raúl Salinas?”.

Dónde quedó cuando Enrique Borja pidió que Guillermo Cañedo no lo tratara como un “saco de papas”. Dónde quedó el dolor por la final perdida en Querétaro. Dónde quedó aquella dolorosa tarde, cuando Adolfo Ríos falló en la final. Y dónde quedaron los tres goles de Jesús Olalde en una goleada puma.

Nada, de eso, sólo se vive del presente. Sólo se vive de la mala racha que Pumas quiso dar por terminada lo antes posible. Sólo se vive de los desbordes de Sambueza, de los taconcitos de Ludueña y de las paradas de Alejandro Palacios.

Los duelos entre América y Pumas tienen mucha historia; tanta, que el mismo técnico nacional acudió para revivirla y cómo no, si cuando él dirigió a los de Coapa las Águilas siempre vencieron a los auriazules, pero ayer, la nostalgia invadió a los azulcrema, pues la nueva historia fue muy diferente y por eso el clamor por su retorno al nido se hizo patente.

Google News

TEMAS RELACIONADOS