Desde el anuncio del cartel de ayer en la Plaza México, con tres toreros mexicanos, recordé los que quizá sean los mejores versos que un poeta español dedicara a un torero nuestro. Se trata de Gerardo Diego y lo escribió en honor a Rodolfo Gaona. Dice así:

Y una india matriz concibe / más allá del mar caribe / un chamaco —¿un héroe, un golfo?— / y le cristiana y le inscribe / con el nombre de Rodolfo. / El nuevo Martín Lutero / ya se estira y se apersona, / y se estiliza altanero. / Qué elegancia de torero / la de Rodolfo Gaona. / Pues su quiebro de rodillas / y su larga y su verónica, / su tercio de banderillas, / merecen, no estas quintillas, / otro Bernal y otra Crónica.

También, sin remedio, recordé cuando, en los años cincuenta del siglo pasado, estaba roto el convenio y no venían toreros españoles. Los carteles se hacían sólo con mexicanos. Teníamos un ramillete de figuras, entre los que destacaban: Capetillo, Joselito Huerta. Juan Silveti, Calesero, Luis Procuna, Fermín Rivera, Carlos Arruza, El Ranchero Aguilar, Alfredo Leal, Jesús Córdoba, Rafael Rodríguez, Antonio Velázquez, y varios más. Funcionaban dos plazas: la México y el Toreo y las dos se llenaban cada domingo. Como dato adicional —muy significativo— hay que decir las dos se transmitían por televisión y sólo había tres canales. En fin, pero hoy lo importante es que pueden volver a ponerse carteles de gran éxito con tres toreros jóvenes mexicanos.

JOSELITO ADAME, EJEMPLO DE VALOR Y TORERÍA

Lo importante para los toreros no es sólo llegar, sino confirmar. Y eso fue lo que hizo ayer Joselito Adame: confirmar que en él hay una figura del toreo y un ídolo de la afición. ¿Cuántos años hubo que esperar para que llegaran toreros como él, y como Saldívar y Silveti, que la tarde de ayer también estuvieron muy bien? Con una muy buena entrada en la plaza —con los asientos numerados prácticamente agotados—, y la emoción de los aficionados a flor de piel, sentimos que el tiempo daba una maroma y nos regresaba el antiguo sabor de nuestra fiesta en sus momentos más plenos.

Hay que apuntar la bravura y la buena presencia del encierro de Barralva, en su encaste español, que en general se dejó torear, pero con una embestida muy diferente a la mexicana, que es más suave y de mayor duración. Por eso el público se confundió en el sexto toro y quería que Diego Silveti siguiera toreando cuando, era obvio, el toro no daba para más.

El que más duró fue el primero de la lidia a pie, Curioso, que, precisamente le correspondió a Joselito Adame, que conoce muy bien estos toros porque acaba de hacer una gran campaña en España. Después de unas buenas verónicas y un quitazo por chicuelina, hizo una faena que no tuvo desperdicio; él es un torerazo incluso cuando el encierro no es merengue sino roca, como de ayer. Con ese buen sabor, que mal podía haberse perdido en nuestros aficionados. Por suerte, ya impera nuevamente el buen gusto gracias a estos jóvenes toreros y la tarde de ayer ha sido, digamos, el entierro del “zotoluquismo”, que nos tenía saturados de mediocridad.

Aguantó y templó a un toro que sabía para qué traía los pitones. La prueba estuvo que durante unas manoletinas escalofriantes, el toro no perdonó la menor distracción y lo levantó, para luego volver a prenderlo, temiéndonos lo peor. Como decía Rafael Ortega El gallo: “No es lo mismo que te atropelle un ferrocarril que el carrito de las paletas”. Pues la atropellada que se llevó —por suerte sin consecuencias— fue como de un ferrocarril. Mató muy bien, espectacularmente, y recibió dos merecidas orejas para convertirse en el triunfador de la tarde.

SILVETI, ENORME

Me gustó mucho Diego Silveti. En el sexto, Farolero, con el capote bordó maravillas. Lances finísimos cuando juntaba los pies y verónicas hondas —muy en la escuela de su abuelo— cuando citando adelantaba la pierna y se recreaba en esa suerte fundamental en el toreo. Y mucha salsa torera en su intervención al quitar por gaoneras, de clara raigambre “silvetista” —esta vez de la escuela de su padre—. Faena corta a la que no faltó ni sobró nada. Qué buen torero es Diego. Lo tiene todo: clase, valor y personalidad. Hizo una faena maciza y recia a otro toro al que se le notaba a la legua su encaste español. Por lo que decíamos el público se confundió y no entendió que no se les puede hacer faenas demasiado largas a los toros que traen sangre española. Remató con unas bernadinas valientísimas —hubo una inconcebible— y para ser fiel al sello de la casa… pinchó.

SALDÍVAR, MUY BIEN

Arturo Saldívar salió literalmente a jugarse la piel. Por desgracia, sus toros no le ayudaron, además de que él no estuvo certero con la espada. Pero nos dio una clara muestra de valor y arte en el tercero de la tarda.

De la rejoneadora, Mónica Serrano, mejor no hablar. Estuvo fatal.

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