Hoy se cumple un año de la muerte de Ignacio Padilla, el físico cuéntico, y para recordarlo, hoy mismo, el Palacio de Bellas Artes abre las puertas de la Sala Manuel M. Ponce en un evento donde se leerán sus cuentos.

Un día después, el 21 de agosto la Universidad Iberoamericana de la Ciudad de México también evocará al escritor, en una charla donde estarán dos de sus amigos, Jorge Volpi y Eloy Urroz, todos miembros de la Generación del Crack; y el 24 de agosto la Academia Mexicana de la Lengua, a la que perteneció Padilla, rendirá un homenaje también en Palacio de Bellas Artes.

Recientemente se realizó en el Teatro de la República, en el marco de la fundación de la ciudad de Querétaro, un homenaje póstumo a Nacho Padilla; ahí su hija Constanza platicó que la obra de su padre había nacido de una simple pluma y una gran imaginación.

En vida, Nacho confesó que escribir era su obsesión. “Soy tan obsesivo del lenguaje, tan neuróticamente maniático de la forma, que cada palabra tiene que ser exacta, cada uno de mis cuentos han sido escritos 25 veces a mano, con pluma morada y en unos cuadernos de tapa roja que sólo encuentro en España, no son caros, son de papelería, y ya no hay, entonces tengo varios y el día en que se acabe… (Cuando le preguntaron a Rulfo por qué dejó de escribir, él decía: Es que se murió mi tío Abundio que era quien me contaba las historias). Entonces cuando me pregunten a mí: ¿Por qué dejó de escribir? Voy a decir: Se me acabaron los cuadernos”.

El poeta Luis Alberto Arellano (1976 - 2016), co-fundador del Seminario de Creación Literaria —en donde Padilla también impartió clase—, escribió en 2016 para EL UNIVERSAL Querétaro:

“Una de las obsesiones literarias de Ignacio Padilla es el autómata, esa forma a la vez degradada y superior del hombre moderno. Así como el monstruo de Frankenstein es a la vez una retacería de hombres condenados, también es una manera nueva y más efectiva de representar el sueño de Babel: tomar el cielo por asalto y vencer a los dioses en su propia casa.

Cuentos como ‘Las furias de Menlo Park’, o ‘Largo sueño de las cifras’. Novelas como Amphitryon (tal vez su pieza mayor ahora que se ha, lamentable, abruptamente, cerrado una obra en constante crecimiento), o Espiral de artillería, así como el costado de la demonología cervantina (tan cercana al Lucifer Miltoniano como él mismo se encarga de hacernos saber), son muestras de esta afirmación”.

Autor de novelas, cuentos, ensayos, literatura infantil, dramaturgia. Amphitryon (Premio de Novela 2000), La gruta del toscano (Premio Mazatlán de Literatura 2007) y Los anacrónicos (Premio de Cuento Juan Rulfo) son algunas de sus obras. Miembro de la Generación del Crack y de la Academia Mexicana de la Lengua, académico correspondiente en Querétaro, ciudad que había elegido para vivir y escribir.

Después de su muerte se publicó el libro Inéditos y extraviados, una recopilación de varios cuentos, la forma en que mejor concebía sus historias Nacho, quien se llamaba a sí mismo el físico cuéntico.

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