Para escribir en números romanos el 19 y el 21 se usan las mismas letras, quizás por eso, el presidente de la República a veces se confunde de siglo y en pleno XXI sigue hablando de términos del XIX.

Ese historicismo permea su interpretación de la realidad y nubla la visión de la prensa que tiene el presidente López Obrador a la cual, en medio de su discurso de libertad total de expresión como el de los liberales del siglo XIX, se escapan reproches a quienes lo critican y, con ello, sutilmente le pide a los medios sumisión a su proyecto político.

Recientemente ha dado muestras de ello; el 2 de agosto en plena conferencia matutina, tras unas preguntas de la reportera de Proceso, el presidente López Obrador hurgó en su memoria y aunque dijo que no odia, tampoco olvida y recordó que en el álgido 2006 dicho semanario publicó dos portadas críticas contra él, en donde cuestionaban su estrategia de campaña presidencial y su actuación poselectoral.

Y después vino el reproche presidencial: “el periodismo que ustedes hacen es un periodismo distante completamente al poder, esté quien esté en el poder, ustedes, no, no se comprometen con nadie”.

Y aunque ese reproche bien leído es en realidad una alabanza porque desde la concepción de la prensa crítica, el periodismo debe cuestionar al poder, nos vislumbra que el presidente añora el periodismo posterior a la mitad del siglo XIX, en el cual, los géneros informativos aún estaban en gestación.

Por ello, el periodismo del siglo XIX básicamente era un periodismo de opinión y que, dada la confrontación que vivía el país, cada medio respondía a los intereses de un grupo político. Entonces, los medios eran trinchera política y los políticos entendían que el periodismo se combate con periodismo y alentaban el nacimiento de nuevos medios para responder a sus críticos.

Este modelo cambió paulatinamente con la estabilización del país y la transformación de la industria periodística dejando de lado el periodismo militante para alcanzar una mayor cuota de lectores.

Pero ojo, esto no significa que los medios no tomen partido. Lo hacen, como nos recuerda Lorenzo Gomis, desde que empiezan a clasificar la realidad y jerarquizarla, desde que escogen qué foto y qué palabras van a portada, ya están tomando partido, al final de cuenta, los periódicos no son actores políticos neutros.

Entonces, el reproche de AMLO hacia los medios no es porque no tomen partido, sino que no toman partido por él y su proyecto político. Lo que olvida AMLO es que, en el siglo XXI, el periodismo debe responder a la ciudadanía (al pueblo como lo llama él) y mantener su distancia del poder, como lo explican Bill Kovach y Tom Rosenstiel en su obra Los Elementos del Periodismo.

Periodista y sociólogo. @viloja

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