Morena no tendrá una elección sencilla en noviembre, cuando elija a su próximo presidente. El riesgo de una fractura no se descarta —incluso entre los propios contendientes— porque los principales grupos internos (facciones que existen, a pesar de estar prohibidas) tienen grandes diferencias sobre las reglas para conducir un proceso que podría judicializarse.

Uno de los principales ámbitos en la disputa lo sostienen Yeidckol Polevnsky —actual secretaria general, en funciones de presidenta y quien pareciera que también aspira a contender—, y el ex secretario de organización y coordinador de programas integrales de desarrollo, Gabriel García, que apoya la candidatura de Bertha Luján.

De un lado se ve con sospecha que Polevnsky pueda ser juez y parte en el proceso, mientras su figura se percibe desgastada. Incluso existe un fuerte reclamo de que la actual presidenta renuncie a su puesto si decide contender. Del otro lado, hay un temor de que Luján reciba el apoyo de los servidores de la nación, una estructura controlada por García, hombre fuerte del presidente de la República.

El padrón es causa de enorme rispidez. Oponiéndose a la voluntad de la actual presidenta del partido, el último consejo de Morena decidió que se utilizará un listado de 3 millones 100 mil supuestos afiliados, mientras Polevnsky asegura que el listado válido es de apenas 317 mil registros aprobados por un consejo del partido que tuvo lugar en 2017 y se registró ante el INE.

Naturalmente, el padrón de los tres millones genera harta suspicacia. Según Polevnsky, estuvo prácticamente secuestrado durante casi un año por García —ex secretario de organización—, y pudo haber sido “manipulado”. Ella misma asegura no haber tenido acceso al mismo. ¡La propia presidenta del partido!

En medio del fuego cruzado que gira en torno a las candidaturas de Polevnsky y Luján, Mario Delgado ha anunciado su deseo de contender. La suya podría representar una alternativa viable para evitar una ruptura. Si el llamado a la unidad formulado por el hoy coordinador de los diputados de Morena encuentra eco, su habilidad política le podría permitir pactar con las distintas fuerzas.

El problema, aún así, es que cada vez resulta más claro que la elección de noviembre se lee en clave de 2024. Mientras una victoria de Mario Delgado le abriría el camino a Ebrard en la sucesión presidencial, un triunfo de Luján facilitaría las cosas a Sheinbaum y, para algunos, incluso fortalecería las aspiraciones políticas que uno que otro ya le atribuye a Gabriel García.

En esa lógica, es poco probable que Monreal tome en serio a Alejandro Rojas, otro de los posibles contendientes. Se antoja más probable que venda caro su amor a Mario Delgado. El papel que eventualmente juegue el presidente López Obrador es un misterio, aunque casi todos los contendientes afirman que —para bien o para mal— no meterá las manos.

La reciente incorporación de Leonel Godoy —un político sensato y negociador— como secretario de organización del partido, puede ser una noticia alentadora. El ex presidente del PRD tiene ante sí la titánica tarea de depurar el padrón, resistir las presiones de diversos actores para inflarlo a su conveniencia y organizar 300 asambleas de las que surgirán los consejeros que asistan al próximo Congreso Nacional.

Sin embargo, también un sector ha expresado dudas sobre si el propio Godoy está afiliado a Morena… Y es que hoy lo único que se sabe en Morena es que no se sabe nada. Todos señalan que el partido debe institucionalizarse y evitar una ruptura, pero poco parecen trabajar para lograr esos objetivos.

Ni siquiera está claro si habrá un proceso interno como tal porque es probable que la única manera de evitar la perredización sea con una candidatura de unidad. A estas alturas, lograr una elección que no termine en el Tribunal es el reto más importante que enfrenta el partido en el gobierno, característica que muchos morenistas parecieran a veces olvidar.


@HernanGomezB

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