La enfermedad es un desequilibrio entre el cuerpo, la mente y las emociones.

Mientras el sector salud lucha en una campaña masiva por convencer a la población de que prevenga enfermedades, la tasa de incidentes de enfermedades crónico-degenerativas va en aumento.

Los malos hábitos alimenticios y la falta de ejercicio influyen en el desarrollo de enfermedades como la diabetes.

Ciertamente hay malos hábitos físicos, pero también los hay mentales y emocionales.

La salud es un desequilibrio entre el cuerpo, la mente y la emoción.

En un ejercicio de investigación en el que estoy involucrado, se ha encontrado que en todos los pacientes hay patrones emocionales y de conducta característicos de cada enfermedad. Si comprendemos su funcionamiento, podremos evitar y prevenir la aparición de muchos síntomas.

En muchos pacientes con diabetes, el sentimiento central es el miedo y suelen ser personas muy estresadas, sobrerresponsabilizadas y con pocos espacios para su cuidado personal; suelen ser manejados por la culpa y evitan momentos de placer personal. Esto eleva la tensión y la segregación de hormonas como la adrenalina y el cortisol, que incrementan su necesidad de energía.

Según los autores alemanes Dethlefsen T. y Dahlke R., las enfermedades brindan información sobre la personalidad del paciente y sus necesidades psicológicas. Cada enfermedad es una analogía de lo que sucede en su entorno personal y social, y deben ser traducidas en un lenguaje análogo inferencial, que permita dar cuenta de los malos hábitos mentales y emocionales en los que están implícitos.

Por ejemplo, las enfermedades infecciosas representan un conflicto mental que se hace material. La infección, analógicamente, es una guerra consigo mismo y hacia enemigos externos, una resistencia a ser atacado, es una percepción de agresión constante. Por lo tanto hay mucha tensión tanto en el cuerpo como en la mente, donde tiene su centro en el punto de conflicto. Si se reconoce la causa del conflcito y su origen en el aquí y ahora, es más fácil atender la necesidad que hay en él. Derivado de esa tensión y concentración de energía en un solo foco, el resto del cuerpo se debilita y pide descanso y atención.

Para entender la necesidad emocional de la enfermedad, hay que identificar lo que nos provoca hacer; lo que nos pide; lo que necesita.

La fiebre es una reacción defensiva, una explosión que pretende echar fuera lo que es peligroso para la vida; es una reacción de hartazgo, de enojo y furia. La fiebre es una expresión de rechazo hacia algo que está en el entorno, es una reacción violenta por sobrevivir.

La gastritis es enojo contra uno mismo, es un ardor contenido y constante, es una intoletancia hacia situaciones que desagradan, molestan, pero que no hacemos nada para cambiarlas, las aceptamos sin establecer límites.

Como se podrá ver en todos los casos, hay correspondencia con la realidad inmediata.

En el método que proponen estos autores, se trata de ver la relación del síntoma con el manejo emocional, las creencias, las relaciones sociales, familiares y de pareja, porque la enfermedad es una analogía de lo que te pasa, porque la enfermedad se origina en el subconsciente y se esconde en los patrones de conducta. Cuando se descubre este patrón, se hace consciente y se rompe, comienza a cambiar la persona, junto con sus malos hábitos.

Y es increíble ver cómo la gente va identificando en su personalidad sus malos hábitos y, cuando los cambia desde el origen, se sanan paulatinamente permitiendo actuar con mayor eficacia al tratamiento médico.

He visto milagros en personas religiosas que sanan después de entregarse a una filosofía eclesiástica, ¿cuál es la clave? Cambian radicalmente de hábitos.

El principio de la formación humana para la salud es la búsqueda de la homeostasis; es decir, la capacidad de autorregulación del cuerpo; y esto se logra con la consciencia plena de lo que nos pasa, de lo que necesitamos. Según el psiquiatra suizo Carl Jung, estamos nublados por la sombra de nuestro propio subconsciente, cuando lo hacemos visible, la autorregulación es posible.

En conclusión: el cuerpo pide estados de armonía, procesar las emociones y expresarlas, tener relaciones sanas y, en pocas palabras, ser feliz.

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