No se recuerda, en la historia moderna de México, a un presidente que haya llegado con tal nivel de popularidad, tanta legitimidad y el mayor número de votos de que se tenga memoria. Además, no habíamos tenido, hace décadas, a un todopoderoso que fuera dueño de la voluntad de la mayoría de los legisladores en ambas Cámaras del Congreso de la Unión. Si se le reprochan sus yerros es por dos razones válidas: porque él prometió el cambio inmediato, desde el día uno, en todos los órdenes de la vida pública nacional; y porque tiene a su alcance el herramental necesario para concretar ese cambio.

Me temo, empero, que estamos frente a un gobierno encabezado por un hombre más voluntarioso que capaz; con un equipo de mediocres, y ensamblan un pobre coro que repite una cantaleta cada vez más hueca: el combate a la corrupción nos dará la salvación. Estamos en franco retroceso. Y menciono solo cuatro temas por razones de espacio: 1) Las leyes secundarias en materia educativa le devuelven todo el poder al sindicato y a su disidencia (SNTE y CNTE) justo en su tema predilecto: la discrecionalidad para regalar, vender o heredar plazas de maestro, sin la capacitación ni la evaluación magisterial. 2) El maltrato y humillación a elementos de nuestras Fuerzas Armadas por parte “del pueblo bueno y sabio” que, a sabiendas de que tenemos un presidente que no actúa so pretexto de la prudencia, les otorga un salvoconducto para que hagan, en la impunidad, lo que les venga en gana. 3) Las marchas y manifestaciones, por causas nobles y respetables, que terminan en actos vandálicos sin castigo alguno. El día del aniversario de la desaparición de los jóvenes normalistas de Ayotzinapa terminó en actos delincuenciales que no ameritaron la intervención de la policía misma que, paradójicamente, fue sitiada ¡por los manifestantes! Solo en México. Y la respuesta presidencial es la de siempre: son “conservadores que buscan provocarnos. Pero éste no es un gobierno que reprima al pueblo”. Luego vino la marcha proaborto que terminó cometiendo atrocidades en propiedad privada y hasta en la catedral metropolitana. Llamados a portarse bien pero ni un solo detenido. 4) La defensa a ultranza de la riqueza acumulada por el Director General de la CFE, Manuel Bartlett, y su no esposa, no concubina pero sí pareja, aunque no reportable. Investiga el caso la fiscal anticorrupción, María de la Luz Mijangos Borja, esposa de quien fuera asesor jurídico del PT en el Senado, cuando Bartlett era el coordinador de la bancada. ¿Qué puede salir mal? Y, por si fuera poco, el presidente arremete contra el mensajero, no contra el abusivo. Dice que es periodismo “fifí” y de consigna.

Abogado

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