Francisco González de Cossío es un diplomático que ha conocido gran parte del mundo, gracias a su labor como embajador, cónsul y canciller en 86 países.

Luego de 30 años en el servicio exterior, disfruta de sus días visitando los teatros y galerías de la ciudad, además es un amante de la música clásica y de esta bella arte fue columnista de EL UNIVERSAL Querétaro. Y aunque está jubilado dice que aún podría continuar desempeñando su profesión.

“Me jubilé por ley a los 65 años, pero me hubiera encantado seguir, porque aún me sentía bien, tanto mental como físicamente. No obstante, debo admitir que mi separación fue bonita porque me ofrecieron la delegación en Querétaro”, comparte Francisco, quien como todo buen viajero, regresó a su terruño a descansar después de una larga travesía.

Durante la charla, recuerda que a los 29 años fue consejero en la Organización de las Naciones Unidas, así como canciller y subdirector general de Asuntos Económicos. Más tarde adquirió el nombramiento de director general de Asuntos Económicos Bilaterales, y se desempeñó como canciller en el consulado de Denver y como cónsul en Houston, Estados Unidos.

Una vida entre fronteras
Una vida entre fronteras

“La labor de cónsul es durísima, es la trinchera de la diplomacia, donde están los balazos; el consulado es el brazo armado de la democracia. Yo coleccionaba amenazas de muerte en Houston, fue el puesto más duro que tuve. Todos los días tenía manifestaciones enfrente del consulado, un día hasta me pusieron un féretro en la banqueta, día y noche, hacían fogatas, comían ahí, eran mexicanos en contra del gobierno mexicano”, dice para explicar que, más allá de la imagen glamourosa de los diplomáticos estrechando relaciones durante las cenas de etiqueta y manteles largos, la labor encierra trabajo y una responsabilidad permanente sobre las decisiones y posturas que se toman ante diferentes temas.

A los 40 años, el también economista recibió el nombramiento como embajador en Arabia Saudita por el presidente Miguel de la Madrid, luego de su destacada disertación en una asamblea de la ONU sobre el Plan Mundial de Energía, lanzada por el presidente José López Portillo.

“Allá es otro planeta, es la capital del Islam; está la meca y las ermitas sagradas. También fui embajador en Jordania, de hecho tengo una foto con el rey Husein, que me dedicó con su puño y letra”, describe mientras señala una constelación de fotos sobre una modesta mesa de madera, donde se asoman los rostros de figuras del medio artístico y la política de todo el mundo, como George Bush, Fidel Castro, Plácido Domingo y Sadam Husein.

Una vida entre fronteras
Una vida entre fronteras

“Una de las tantas experiencias inolvidables que guardo en la memoria, además de la presentación de credenciales del rey de Arabia Saudita, fue cuando llevé a la reina Noor –esposa del rey Husein– sin protocolo real a los Pinos”, relata acerca de los momentos más significativos de su carrera, y asegura que entre todos, la más importante fue cuando subió al estrado y habló en representación del país durante una asamblea general de la ONU, “el foro más alto del mundo, donde han tomado la palabra reyes y presidentes. Se trataba de un voto muy delicado sobre el retorno de los palestinos a los territorios ocupados por Israel, durante la guerra del 67. Era una votación muy delicada porque votar en contra de Israel traía represalias, así que me pidieron que hiciera una explicación del voto un día antes; esa noche no dormí, pues tenía que prepararme. Me temblaban las piernas, estaba nerviosísimo, pero cuando llegué al podio sentí una calma maravillosa”, narra satisfecho.

Finalmente asegura que ser embajador es una carrera para toda la vida, que hoy en día cobra relevancia ante situaciones como la salida del Reino Unido de la Unión Europea y la negociación.

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