Alejandro Artemio Chaljub pasó de administrador de empresas a creador de una marca que inició el mercado de atún premium en México: marina azul. Su historia comenzó al terminar la carrera, cuando buscó contratarse en empresas orientadas a comercializar diversos productos. Sus primeros años laborales se dieron entre Monterrey, Guadalajara y Distrito Federal, ir de una ciudad a otra, de un jefe a otro, no sólo le permitió pulir su destreza para vender, también dio lugar a un sueño: el joven no quería pasar su vida siendo empleado de otro, sino emprender.

Tras platicar con su amigo de la infancia, Mauricio Parente Monter, otro administrador, Alejando supo que debía volcar la experiencia ganada en el sector atunero en una empresa dedicada a comercializar este producto, pero dejando de lado los convencionalismos de ofrecerlo en lata. Su tenacidad en tiempo invertido para investigar los llevó a hallar un empaque flexible, utilizado en Estados Unidos y la Unión Europea, y conocido como pouch. Fue así que Procesa Chiapas surgió y hoy su producto se oferta en los principales autoservicios.

La historia de Alejandro, como la de muchos emprendedores en el país, se detona a partir de la experiencia adquirida en sus actividades laborales previas. En 90% de los casos, el mexicano determina iniciar un negocio porque detectó una oportunidad no atendida en sus trabajos y deciden especializarse en cubrirla con un proyecto propio, expresa el director de Administración y Finanzas en Endeavor Mexico, Enrico Robles del Río.

Un estudio del centro Babson Collegue, coincide en que gran parte de las ideas puestas en marcha surgen de la actividad que el empresario realizaba anteriormente, y 10% son producto de un “golpe” de inspiración. Los emprendedores mexicanos, además de ágiles para hallar una oportunidad en un nicho aparentemente cubierto, se destacan por “tomar riesgos, estudian a sus competidores y ponen en juego lo que tienen para que el proyecto crezca”, agrega Robles del Río.

Similares ¿en qué?

Tener emprendedores preparados y capaces de crecer sus empresas, es lo deseable y en cierta medida los mexicanos que trascienden con sus empresas reconocen el valor de seguirse preparando. En una aceleradora de negocios, como Endeavor, 51% de empresarios con quienes trabajan han invertido una especialización para manejar el negocio.

El 20% de la población que emprende considera importante estudiar administración de proyectos, mientras 14% optaría por planeación estratégica, y 7% se capacitaría en finanzas para no financieros, revela una encuesta de OCCEducación, entre casi 800 participantes.

Aunque tienen interés por prepararse, los emprendedores mexicanos deben romper algunos errores, recurrentes cuando inician un negocio, entre éstos ‘aferrarse’ al producto o servicio que desarrollan al grado de mostrar poca flexibilidad a cambiar su modelo de negocios, precisa Alfredo Maldonado Sansores, Gerente de Proyectos de Fundación ProEmpleo, que en 2012 apoyó a más de 7 mil personas en el Programa Impulso Emprendedor.

Otra característica afín a emprendedores en el país es su financiamiento: familiares y ahorros en 90% de los casos, esto quizá no sea distinto a la cultura de emprendimiento en otras regiones, pero sí es un “sello propio” no asesorarse legalmente. “El mexicano hace negocios de palabra”, afirma Sansores y detalla que esto se extiende a carecer de propiedad industrial y patentes, así como una política clara sobre cómo desarrollar la sociedad con amigos, y cómo actuará la empresa si un cliente no paga.

Los emprendedores mexicanos necesitan estar más abiertos a recibir consultoría externa, sin temer compartir su formación, pero deben tener un mejor proceso de escucha y feedback (retroalimentación) sobre cómo mejorar sus procesos e identificar nuevos mercados, puntualiza el director de la Incubadora de Alta Tecnología y Aceleración de Empresas del Tecnológico de Monterrey, Santa Fe, Rafael Castillo.

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