Respecto de la propuesta de reforma hacendaria presentada por el Ejecutivo federal al Congreso y a la Nación, se han suscitado un sinnúmero de opiniones que expresan una posición parcializada del tema global. Esto se debe a que cualquier evento fiscal, sobre todo los que incrementan las tasas, reducen exenciones o crean nuevas contribuciones, tiene afectos sobre muchos intereses. Por ello, los promotores, en este caso, el gobierno federal, deberá recoger todas las inquietudes y canalizarlas adecuadamente, a través del Congreso, que finalmente dictaminará la iniciativa.

En Consultores Internacionales, hemos señalado desde hace mucho tiempo, la necesidad de eliminar privilegios fiscales que distorsionan la planeación hacendaria y presupuestal; de tener una justicia distributiva que llene los huecos que tiene el “queso gruyer fiscal”; y, de establecer un sistema simplificado que mande al destierro al “Moderno Prometeo tributario” en el que vivimos.

Sin duda, como hemos externado en anteriores entregas, existen algunos puntos en la iniciativa que deberán ser tamizados, corregidos o eliminados. El sistema productivo requiere ser más competitivo y el esquema tributario debe estimularlo premiando la productividad, la inversión y la innovación generadoras/consolidadoras de encadenamientos, empleo e ingreso.

De igual forma, es importante que la reforma tome en cuenta el hecho innegable de que en México no estamos acostumbrados a pagar impuestos, porque existe la percepción y en muchos casos la experiencia, de que lo recaudado no repercute adecuadamente en beneficio del bienestar de la población y que se desperdicia en muchos casos.

Es oportuno tener en cuenta que, en efecto, el gobierno requiere de incrementar sus ingresos fiscales, tanto de impuestos al ingreso como al consumo, para cumplir con sus obligaciones, programas y proyectos. La realidad es que no se recauda lo que se necesita. Históricamente los ingresos tributarios (no petroleros), no han sobrepasado la barrera del 10% del PIB, y con la iniciativa de reforma, de concretarse como está planteada, este porcentaje apenas llegará al 11 % en los próximos 5 años. En países como Chile y Corea, mientras tanto, se recauda más del 20 % y en economías donde el estado de bienestar se ha consolidado con servicios públicos y sociales de alta calidad como Suecia, Noruega y Dinamarca, los ingresos tributarios exceden el 40 % del producto.

De aquí, la gran oportunidad de este gobierno, de mostrar un cambio de rumbo y asegurar que todo este esfuerzo repercutirá en beneficio de una reactivación económica real y de un verdadero crecimiento sustentable para los próximos años, que beneficie a todas las clases sociales en su justa dimensión.

Adicionalmente, si se estructuran y alinean las diferentes reformas: laboral, financiera y energética, se podría lograr que el proyecto de reforma hacendaria integral, tenga un verdadero impacto positivo y real, o sea palpable, en el bienestar social de las familias.

De acuerdo con la propuesta de reforma y el paquete económico, el gasto de capital sin inversión de Pemex será de 3.2% del PIB en promedio entre 2014 y 2019, destacando 2019 con una cifra de 4.6% del PIB. Así, durante todo el periodo, el crecimiento real promedio anual sería de 15.1%. De igual forma, la inversión impulsada por el sector público, que incluye la inversión presupuestaria más la realizada por terceros a través de los distintos esquemas de contratación como son los Pidiregas y las Asociaciones Público Privadas, se espera que aumente a una tasa anual de 11.0 por ciento.

En especial, en 2014 representaría el 4.7% del PIB y para 2019 se ubicaría en 6.9 por ciento del PIB. Si esto se diera, el año 2014 podría ser el punto de arranque para la urgente reactivación que requiere el país y para alcanzar un crecimiento sostenido que brinde prosperidad.

Todo esto es un tema de credibilidad, ya que “La burra no era arisca, los palos la hicieron”.

Es un momento de tragedia nacional derivado de las condiciones climatológicas. Esto debería de invitarnos a tener un concepto de solidaridad, pero sobre todo de visión de largo plazo. Aquí juega un papel importante el mostrar objetivamente y con equilibrio, lo que el país será, si se logran los objetivos planteados en todas estas iniciativas. Nos debe quedar claro que sólo con recursos fiscales sanos (no deuda, no emisión, no exprimir a Pemex), bien administrados e invertidos, garantizaremos el largo plazo, es decir, el futuro… nuestro futuro.

* Presidente de Consultores Internacionales, S.C.

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