La relevancia que han tomado las mascotas en nuestras vidas es evidente, cada vez un mayor número de personas se preocupa y ocupa de darle una mejor vida a esos seres que nos acompañarán por un corto tiempo de nuestras vidas, pero que siempre a su partida dejan una gran ausencia.
Hablar de la partida de nuestras mascotas es un tema que nos rehusamos a tocar, porque no queremos pensar en el adiós, pero en estos días es inevitable, pues son fechas que nos obligan a recordar a quienes ya no están, pero quisimos mucho.
Entre las tradiciones del mexicano en torno al Día de Muertos se encuentra la visita a las tumbas de los seres queridos que han partido, pero no sólo se visita a los padres, a los hermanos, los tíos o los familiares, también se visita a los amigos y, por qué no, a los perritos.
En Tierra Paraíso esto es posible, se trata de un refugio para perros abandonados, ubicado a 15 minutos de la capital queretana, sobre la carretera a Huimilpan, donde se ubica el único cementerio para mascotas en el estado, un pequeño lugar de apenas unos metros cuadrados, donde hace 15 años su fundadora, Diana Pérez, decidió destinar una parte del terreno para hacer un panteón para perros.
La idea surgió de una vivencia personal, pues recuerda que en algún momento de su vida perdió a una de sus perritas y decidió enterrarla; sin embargo, cuando llegó el momento de dejar el lugar donde vivía, le preocupó que su mascota se sintiera sola en ese lugar, por lo que decidió comprar el terreno donde la había enterrado y construir ahí su hogar.
“En la casa donde yo vivo tuve que construir ahí porque una perrita se me murió y la enterré y yo decía: no, no puede estar solita. En aquella época (hace 15 años) no había un lugar, porque la gente vive en casas rentadas o en departamentos, y no había un lugar en donde estas personas que pierden a sus queridos amigos, los pudieran dejar con seguridad”, comenta.
Relata que escuchaba historias de personas que tenían que mudarse, pero en esa casa habían enterrado a su gato u otra mascota, lo que le parecía muy triste, pues para ella en particular es un tema sensible, ya que desde los 10 años de edad comenzó a rescatar los perros en situación de calle que se encontró por su camino.
“Por eso dejé este espacio en Tierra Paraíso para el cementerio, pensando primero en los nuestros, porque en la casa, en mi familia, todos hemos perdido perritos y todos necesitamos enterrarlos. Luego me voy encontrando con esta situación de las personas y dije: bueno, que éste sea ese lugar”, agrega.
Al mismo tiempo que instaló el cementerio puso a funcionar el crematorio; sin embargo, recuerda que en aquella época la gente prefería enterrar a sus mascotas, pues cremarlos se volvió más popular apenas hace siete años, aproximadamente, momento en que decidió ofrecer nichos para que puedan colocar las cenizas de sus perritos.
“Poco a poco el cementerio ha dejado de tener este impacto, ya la gente no pregunta por el servicio del cementerio, pregunta por el servicio de cremación, creo que es más práctica la cremación. Si ya incluso para los humanos este servicio de enterrarnos ya casi no es muy práctico, los espacios ya son más caros, hay menos espacios y es más la práctica de la cremación y esto se ha traspolado a las mascotas”, señala.
En el caso del cementerio de Tierra Paraíso, son alrededor de 70 perritos que fueron enterrados ahí y, aunque ahora ya se ve sin cruces o lápidas que señalen sus nombres, el lugar cuenta con un mapa donde se especifica dónde se ubican los restos de cada uno de estos lomitos.
Diana Pérez comenta que la pandemia también afectó este servicio, pues mientras que anteriormente se veían muchas más familias que iban a visitar la tumba de sus mascotas, hoy ya son pocos, lo que se nota con apenas unas cuantas flores de cempasúchil que se colocaron en el lugar para que no pasen desapercibidas las fechas.
Hay unas cuantas cruces y son dos las lápidas que recuerdan la vida de Bandida y Luna, los únicos nombres que se leen.
“En este lugar yo tenía una salita cubierta, porque la gente venía, les traían sus flores, le traían su huesito, le dejaban un suéter, un trastecito, y como nosotros abrimos los 365 días del año, podían venir en cualquier momento, en cualquier día y si se estaban aquí, les traían flores, habían muchas más lápidas. Sí teníamos muchos visitantes que venían al cementerio a visitar a sus perritos”.
Mientras recuerda esos momentos, no puede evitar llorar, pues entre los visitantes se encuentran jóvenes que vinieron de niños a depositar los restos de sus mascotas y hoy regresan “y les siguen llorando”, incluso les escribían mensajes sobre el dolor que sentían por su partida.
Por ello, asume que la cremación se volvió muy popular, porque “los servicios de cremación nos hacen sufrir menos”.
“Cada Día de Muertos la gente venía mucho, la pandemia cambió muchas cosas, pero sí había ese hábito, incluso fuimos criticados porque nos decían que estos rituales sólo eran para humanos y había este tipo de críticas, pero porque fuimos el primer cementerio y no había esta cultura y esta costumbre”, describe Diana.
Hoy, en Tierra Paraíso son 100 los perritos que se han rescatado de situación de calle o que han sido abandonados por sus dueños y que ya viven permanentemente en este lugar, pues tras múltiples intentos por buscarles adoptante sin tener suerte, ya han pasado a ser parte de la familia.
Sin embargo, otros 50 sí están en espera de encontrar a su familia por siempre.