En Rancherías, municipio de Múzquiz, Coahuila, a la entrada de  la bocamina de “Micarán”, la mina de carbón colapsada en donde murieron siete carboneros, “Cuchufleto”, un perro fiel pasó horas y horas echado esperando a su querido  amo.
 
El noble can, de pelaje negro con blanco, mirada triste y un amor incondicional,  llegaba todos los días a ese lugar con la esperanza de volver a ver a su dueño, Gonzalo Cruz Marín, de 55 años de edad,  vecino del mismo mineral de Rancherías.
 
El hombre fue el cuarto de los cuerpos rescatados el domingo siguiente al fatídico viernes 4 de junio pasado, cuando las paredes del manto carbonero se derrumbaron por una inundación y dejaron atrapados a siete trabajadores, solo 10 logaron salir presurosos y salvarse.

“Cucho”, como le llaman de cariño, es un pobre animal que sufre mucho, aulla y llora  por la ausencia de Gonzalo.
 
Sandra Idalia Briseño, viuda de Cruz Marín, compartió la historia  en un video de un medio local, difundido en redes sociales.

Un "hachiko" mexicano que no se resigna tras la tragedia en mina de Coahuila

Gonzalo, relata la mujer, trabajaba dos turnos seguidos, “de primera y de segunda”, el perro lo seguía para todos lados, se iba con él en la mañana, “lo dejaba” en el fundo y se regresaba a la casa a comer y a tomar agua.
 
Por la tarde si el hombre no llegaba, el can se iba de nuevo y lo buscaba.

Si acaso no lo veía afuera en los patios se metía a la mina hasta que lo hallaba, se andaba un rato con él y luego se salía.
 
Esa era su rutina de todos los días, cuenta la viuda, con voz entrecortada, trata de contener las lágrimas que empiezan a mojar sus ojos, al recordar lo sucedido.
 
“El día del accidente ahí estaba mi perro con mi esposo y (después del siniestro) olfateaba, luego rascaba y rascaba en la bocamina, movía la cola, aferrado porque sabía que ahí estaba mi esposo”, recuerda.
 
Ahí estuvo (en el campamento provisional) hasta que lo sacaron, y agrega que ella le hablaba a “Cucho” para darle de comer, pero el can no le hacía caso y se negaba a probar alimento. La historia recordó a "Hachiko", el perro japonés que esperó a su dueño en el mismo lugar tras la muerte de su dueño. El relato fue llevado al cine y "Hachi" tiene una estatua.

Todavía sigue muy  triste, se aparta de todos y  hasta lo ha escuchado llorar. “antier estaba como aullando, lamentándose, algo sentía, la ausencia de mi esposo”, narró.
 
Comentó que creía que “Cucho” tenía sed y les pidió a sus nietos que le dieran agua pero siguió igual…todavía sigue así, no se resigna  a la muerte de su dueño.

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