Amealco de Bonfil.

En la comunidad Chitejé de la Cruz, a 20 minutos del Centro Histórico de Amealco de Bonfil, en Querétaro, un oasis para el venado mexicano cola blanca florece en el interior del bosque, zona protegida por la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), donde se prohíbe la tala de árboles y la caza de animales.

Ahí, desde hace más de 10 años, Clemente Obregón González junto con su familia trabajan día y noche para mantener intacta esta zona natural cuya extensión es de 80 hectáreas.

Con los debidos permisos de la Semarnat, Clemente inició su propio criadero de venados. Inicialmente compró tres ejemplares, un macho y dos hembras, y actualmente son 20 animales los que van de aquí para allá, alimentados con alfalfa, jitomate y otros alimentos.

Todas las mañanas, Clemente se encarga de alimentar a los escurridizos animales. Con un sistema de puertas y pasillos se puede llevar el alimento sin molestar a los venados. Esta es una de las actividades favoritas de los paseantes que visitan el bosque, algunos de ellos tienen mucha suerte y presencian el nacimiento de un pequeño venado.

“A algunas familias les ha tocado ver a los venados recién nacidos y hasta los dejo que los bauticen, que ellos elijan el nombre, actualmente tenemos a hembras como Thamara o la Cantinflas, algunos de los machos también han sido bautizados por turistas”, comparte.

En este pequeño criadero, Clemente lleva un estricto registro del nacimiento de cada ejemplar para reportarlo a las autoridades de medio ambiente, y en caso de que algún venado fallezca, también está obligado a levantar un acta de defunción en donde se explique cuáles fueron las causas del deceso.

Aunque son criaturas hábiles y fuertes, en esta zona protegida no tienen muchos depredadores, pero un animal del que deben cuidarse es de los perros que no tienen dueño y que prácticamente se dedican a cazar en lo profundo del bosque.

Círculo virtuoso

A cielo abierto, la familia amealcense mantiene vivo un invernadero en donde producen tomate uva para después exportarlo a distintas partes del país, también se encargan de reforestar y construir brechas cortafuego, proteger la flora y fauna del lugar, manteniendo siempre vivos los distintos bordos de agua, y por supuesto, se encargan proteger al venado mexicano cola blanca, especie que en México está casi en peligro de extinción.

Para Clemente, quien es administrador de empresas, el ecoturismo es la forma más digna de ganarse la vida, pues se fomenta un círculo virtuoso entre cuidar el medio ambiente, proteger especies en peligro de extinción y disfrutar del entorno a través de la agricultura y del turismo.

Además del criadero de venados y su invernadero de tomates, Clemente construyó tres cabañas en donde recibe a los amantes de la naturaleza, pues estas chozas permanecen casi ocultas en la inmensidad del bosque.

“El objetivo de las cabañas es que la persona se adentre verdaderamente en el bosque, que tenga contacto con la naturaleza, yo quise que cada cabaña tuviera muchas ventanas para que puedan verse árboles por todos lados, tal vez para mí y para mi familia que vivimos aquí desde hace muchos años esto sea algo normal, pero para los viajeros es maravilloso mover una cortina y ver un árbol, los pájaros, algún animalito que viva en la zona.

“Lo que he buscado en todos estos años es lograr un círculo virtuoso en donde se puedan realizar estas tres actividades y que todos puedan convivir; que podamos disfrutar del lugar como turistas, que podamos aprovechar el espacio para agricultura y además proteger el lugar, cuidar los árboles y a los animales”, dice.

Estas tres actividades se engloban en el rancho que Clemente ha bautizado como Rancho Calixto, donde además vive él y su familia, pues las actividades jamás terminan.

“Vivir en el bosque es maravilloso, trabajar por conservar la zona es algo muy importante para las personas de la comunidad, hemos trabajado muy duro, hemos sembrado miles de árboles y creado muchas brechas cortafuegos porque el fuego es implacable, hemos visto cómo un incendio acaba con nuestro trabajo de muchos años, siempre hay algo que hacer, quitar la plaga de los árboles, mantener los bordes llenos, procurar que las especies que habitan el bosque estén tranquilas y vivan en paz”, detalla.

Durante el día, el bosque embriaga a los viajeros con paisajes vivos y luminosos, pero de noche el lugar se vuelve lúgubre y surgen las historias sobre brujas y apariciones, fama que ha atraído a varios amantes de lo sobrenatural. Sin embargo, por más famoso que sea el bosque y por más turistas que atraiga, para Clemente Obregón el cuidado de la zona es lo más importante.

De hecho, ha suspendido las actividades de campamento durante el avistamiento de luciérnagas, pues está consciente de que la zona se contamina con ruido y luminosidad, lo que afecta la reproducción de dichos animales.

“He tenido que limitar las actividades de campamento y reducir el número de recorridos durante esas fechas [agosto], porque las luciérnagas vienen al bosque a aparearse, es un proceso muy importante y no puedo permitir que los turistas estén en su espacio fumando, haciendo ruido, persiguiéndolas. Es un escenario hermoso y atractivo, pero la naturaleza es lo primero, es lo que más importa en mi rancho”, comenta.

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