Ignacio López Larrondo define a la fotografía como su vida. Desde la edad de 13 años abrazó la profesión, teniendo ya 63 años dedicado a fotografiar los rostros de los queretanos.

“La fotografía para mí ha sido mi vida. Ha sido todo. Desde los 13 años, toda mi vida la he dedicado a la fotografía. Mis hijos me querían quitar ya de trabajar, me daban lo que necesitaba, pero les decía: dénmelo, pero no me quiten de fotógrafo, es mi vida”.

Un joven se prepara para tomarse unas fotos. Ignacio se da un tiempo para platicar y mostrar su estudio en la calle de Reforma, en el primer cuadro queretano. Desde hace 37 años Ignacio trabaja ahí, retratando a todo aquel que llega a buscarlo.

Toda una vida entre fotografías
Toda una vida entre fotografías

Muestra orgulloso la foto que le tomó a la recién fallecida actriz Christian Bach. De igual manera enseña los retratos del empresario queretano, Roberto Ruíz Obregón. Además de los múltiples rostros que pasaron por su lente.

Una pared decorada con las fotografías de mujeres con peinados de las décadas de los 50 y 60 llaman la atención. Los rostros hermosos de las queretanas de hace más de medio siglo quedan para la posteridad en el estudio Larrondo.

El lugar bien podría ser un museo dedicado a la fotografía, por las más de 100 cámaras que forman parte de la colección de don Ignacio. De las más antiguas, una hecha de madera y de mecanismo muy sencillo, que debe de tener al menos 100 años.

“Es una cámara que está hecha a mano. El lente no tiene diafragma, no tiene velocidades, no tiene nada de lo que trajo después la tecnología”, abunda.

Don Ignacio muestra su primera foto a color, tomada a su tía Gloria Larrondo. “Era muy alegre. Le gustaba mucho el rock”.

La afición de Ignacio por la fotografía inició jugando con las cámaras, cuando apenas tenía 13 años. “Mi papá vio que me gustaba mucho. Teníamos un vecino que era René Martínez que tenía un estudio fotográfico en la calle de Madero. Le pidió permiso para que fuera a ver. Ahí me enseñé a la fotografía, de ver cómo lo hacía”.

El fotógrafo muestra su segunda cámara, que tiene en un lugar especial en su estudio. Dice que la primera que tuvo era más grande. La presume con orgullo. En otra esquina está otra de las cámaras que usó en sus inicios, como las que se usaban en aquellos estudios fotográficos, donde desfilaban por igual mujeres, niños y hombres, que acudían por una fotografía para una credencial, la escuela o sencillamente para dejar un recuerdo a la familia.

En un escritorio, frente a una computadora, está el cuñado de Ignacio, que ha trabajado con él desde hace 37 años, cuando mudaron su local a Reforma. El hombre explica que la colección de cámaras es mucho mayor, pues Ignacio es un enamorado de la fotografía.

Junto con su cuñado, una de sus hijas y un sobrino trabajan con él en su estudio, donde los rostros de queretanos destacados en la vida pública, como “ciudadanos de a pie” viven en las fotos de Ignacio.

Comenta que su primer estudio se ubicaba en la calle de Invierno, número 20. Posteriormente se mudó al Pasaje de la Llata, “bueno, mi papá me pasó, porque yo tenía como 14 años y vio que la gente se iba a tomar fotos a Invierno. Fue cuando me dijo que íbamos a poner una fotografía en el centro”.

Toda una vida entre fotografías
Toda una vida entre fotografías

En su oficina, también en un lugar especial, están las imágenes de sus padres, de su maestro en la fotografía, así como de su compadre Esteban Galván, uno de los fotógrafos más renombrados de Querétaro.

Otra de las curiosidades del estudio es su set de escenarios, que están en dispositivas que tiene en una pared. Cuenta con un equipo con el cual puede proyectar cualquiera de esos sets y luego tomar la foto con la persona.

Frente a los rostros de cientos de queretanas, explica que esas fotos las retocaban a mano, pues lo digital aún tardaba mucho tiempo para llegar.

Afirma que ver todos esos rostros, todas las personas que han pasado y posado frente a su lente le llena de satisfacción, pues esa afición que nació en él aún siendo un niño, ha sido su modo de vida. “Ver que me han tomado en cuenta para exposiciones en el Museo de la Ciudad, me llena de mucha satisfacción”.

Subraya que ha cambiado mucho la fotografía con lo digital, aunque en su estudio les dan un retoque aun a esas fotos digitales, le dan una “arregladita” a los ojos, las pestañas, para que se vean más naturales.

Ignacio precisa que le ha tocado retratar a niños que regresan ya de adultos a fotografiarse nuevamente con él. “Hay ocasiones que me han mandado hacer fotos de caritas, de cuando eran niños, pero que se quedaron en otra casa, o con un familiar, y quieren una nueva copia para ellos. Nada más que me cuesta mucho trabajo encontrarlas, porque tengo un cuarto lleno de puro archivo. Tengo miles y miles de negativos”.

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