El Centro Educativo y Cultural del Estado (CECEQ) Manuel Gómez Morín se convierte por una tarde en arena de lucha libre, con la función El rey del ring, para celebrar sus 22 años de existencia, con una entusiasta afición al pancracio que llena el patio central del recinto.
La lucha libre, deporte mexicano por excelencia, metáfora de la vida misma, una lucha del bien contra el mal. Deporte que une a las familias, donde no hay clases sociales, pues es para todos, como la vida misma, con golpes y caídas, con buenos y malos momentos.
Desde casi una hora antes de la función, los aficionados comienzan a llegar al recinto que luce lleno a unos minutos del arranque. Ante la convocatoria, empleados del Gómez Morín sacan más sillas para que el respetable, formado por muchos niños, esté cómodo. Muchos de los menores aún llegan con los uniformes de escuelas. La recomendación del personal de seguridad es cuidar a los chicos, pues hay mucha gente en arena-centro cultural.
Luego de las presentaciones oficiales de las autoridades, la primera lucha arranca. Se enfrentan Evil Puma y Dragón Fly contra la pareja formada por King Fly y Aarón Blade.
Ya ha comenzado la función y aficionados siguen llegando.

Son las primeras escaramuzas y la afición ya está metida en la lucha. Aplauden emocionados los vuelos entre las cuerdas de los luchadores.
La primera batalla la gana el bando técnico de Evil Puma y Dragón Fly.
Al final, tanto rudos como técnicos son rodeados de niños que quieren tomarse una foto con ellos, con los gladiadores que hacen sus delicias.
En la segunda lucha se enfrentan los técnicos Preyas y Destello contra los rudos Tayru y Natague.
Las acciones en el cuadrilátero están al rojo vivo. Los rudos hacen de las suyas en la humanidad de Preyas, mientras Destello observa desde fuera del ring.
Luego le toca a él mismo que le surtan su tiendita.
La afición se emociona y grita cuando los luchadores saltan desde la tercera cuerda hacia afuera del ring. Aplauden la osadía de los gladiadores.
Sin embargo los técnicos se reponen, vienen de atrás y ganan la lucha. El respetable reconoce el esfuerzo de los cuatro luchadores con aplausos.
Entre lucha y lucha, los asistentes aprovechan para comprarse una nieve, unas papitas, un agua.
La tercera lucha, también a una caída sin límite de tiempo, es entre Luminoso y Luminoso Jr contra Asteroide Jr y King Raider.
Pese a los gritos de “Arriba los rudos”, este bando no conoce la victoria en esta función. Los Luminosos ganan la pelea.
En la lucha preliminar los rudos Hombre Muerte y Drak Boy enfrentan a los técnicos Nacho Atómico y Artiesqueletor, como en los personajes de una famosa película de lucha libre protagonizada por el actor Jack Black.
Antes, la directora del Gómez Morín, Ana Eugenia Patiño, agradece a los asistentes su respuesta a la convocatoria a este evento de carácter familiar, al tiempo que agradece también al Indereq por el apoyo recibido.

El bando técnico es superado en tonelaje por los rudos, pero el apoyo de la afición, principalmente de los más chicos, les da el ánimo para buscar la victoria.
Sin embargo, los rudos se hacen amos y señores de la lucha. Entre los dos gladiadores castigan a Nacho Atómico. Luego es Artiesqueletor el que recibe su dosis de rudeza.
Pero como en este espectáculo el bien tiene que imponerse, los técnicos se sobreponen y aplican castigo a Hombre Muerte y Dark Boy. Lo que le falta de músculo a Artiesqueletor lo compensa en agilidad, ante el mayor tonelaje y estatura de los rudos.
Contra todo pronóstico, como suele pasar en la vida, Nacho Atómico y Artiesqueletor se imponen a la pareja ruda, ante la gritería del respetable que aplaude por igual a ganadores y perdedores.
Todo queda listo para la lucha estelar, en relevos australianos, entre los técnicos Samuray Azteca, Atómico Jr y Galáctico Dragón, quienes enfrentan a los rudos Vengador, Kastigador Jr y Verdugo Blanco Jr.
Los gritos, catárticos para muchos, no paran en el Gómez Morín. La afición lo para de apoyar a sus favoritos, que en este caso no son los rudos, pues se meten con ellos, y éstos, a su vez, los encaran desde arriba del ring. La comunión entre el público y los gladiadores se vuelve a dar. Hasta el mismo referee golpea a los técnicos. Quien debería impartir justicia la tuerce… como la vida misma.

Pero el mal, al menos aquí, no puede triunfar. El referee es golpeado con el mismo cinturón con el que castigó a los técnicos. Después, el público pide otro golpe. Pero no llega. Al final, el bien vence al mal. Los técnicos se llevan la victoria sobre el bando técnico, ante la algarabía de la mayoría de los aficionados.
La tarde de lucha libre llega a su fin, como extra el referee hace algunas llaves a los rudos. Los asistentes poco a poco abandonan el Gómez Morín, comentando las luchas que acaban de presenciar, satisfechos del espectáculo que, como la vida misma, está lleno de sorpresas, caídas y golpes, pero también de victorias, de entereza, de reponerse ante la adversidad. Así es la lucha libre y así es la vida, o la vida quizá sea como la lucha libre.