Un mal que extiende el terror
Mal que el cielo en su furor
Inventó por castigar los crímenes de la tierra.
Belzunce 1710.

Antecedente:

Desde las bíblicas plagas de Egipto, las epidemias de Constantinopla (565-527 AC), pasando por las de Atenas, Roma, Bizancio, la peste negra (1860-1930)(12 millones de muertes), la viruela en el continente americano, las gripes española y asiática, el sida en Estados Unidos (1980), el ébola en Zaire desde 1970, la influenza H1N1 de México en 2009, las epidemias recientes del SARS y el más reciente Covid-19, la humanidad ha sido azotada por graves problemas de salud pública que han menguado su población significativamente, y ha sido tema obligado de descripción de sus características clínicas y sus repercusiones sociales y económicas, por expertos y aficionados que no siempre revelan la verdad en torno a estos hechos.

Al margen de especulaciones respecto a su origen, que si es la Tercera Guerra Mundial, que si la inició Estados Unidos o China, que si se modificó la genética del virus en un laboratorio, que si es una cuestión política neo-Malthusiana, etc, etc. Me atrevo, en mi carácter de médico clínico clásico, con formación de internista con 40 años de práctica profesional, que no investigador científico ni autoridad oficial reconocida, a emitir las observaciones de tal padecimiento experimentadas en carne propia, una vez superada la crisis de haber sido contagiado por un paciente portador del virus y haber sufrido el cuadro clínico más florido del mal, excepto por los datos de insuficiencia respiratoria, que son el criterio último para ordenar la hospitalización y manejo de terapia respiratoria en una unidad de cuidados intensivos.

Una vez confirmada la infección en ambos casos, el paciente empezó a tener baja oxigenación sanguínea y dificultad respiratoria, que lo llevó a un servicio de terapia intensiva. El médico que diagnostica, o sea, el que suscribe, empieza a presentar síntomas diversos, que en su conjunto se convirtieron en un purgatorio en vida, del cual estoy emergiendo tres semanas después.

Con la idea de reflejar fielmente la experiencia, sin dramatizar, sin alteraciones emocionales adicionales, con la mayor objetividad y realismo posible, les relato en orden cronológico las manifestaciones de la enfermedad: temperaturas arriba de 38 grados C, hasta 41, precedidos de cefalea intensa (dolor de cabeza), mioartralgias (dolores musculares y articulares), escalofríos con sacudidas y diaforesis severa (sudoración importante), tos seca intensa, irritación nasal y sangrado (epistaxis), pérdida del sentido del olfato y el gusto, ardor en la garganta, con secreción salivosa espesa de sabor ácido, calambres y temblores en las extremidades, debilidad extrema (sin poder sostenerse en pie en la regadera por dos minutos), náusea y vómito, con intolerancia a medicamentos para bajar dolores o fiebre, rash (ronchas) posterior al uso endovenoso de analgésicos-antitérmicos, rubicundez facial (enrojecimiento), dolor abdominal generalizado, diarrea líquida de cuatro a seis veces en 24 horas, largas sesiones de insomnio y breves periodos de sueño por agotamiento. Irritación conjuntival y epífora (lagrimeo) Sin hambre. Posteriormente lesiones en la piel de brazos, como hematomas por pellizcos y uñas adelgazadas y aplanadas, caída del cabello y pérdida de peso de aproximadamente siete kilogramos en dos semanas.

Agreguen al entorno anímico mi duelo por viudez de tres meses atrás, la gravedad de un hermano que tuvo que ser sometido a una cirugía cardiaca una semana después del inicio de mi enfermedad, y de la lejanía geográfica de mis dos hijos radicando en el extranjero. Estos factores no influyeron directamente en la severidad de mis molestias, sino positivamente con su apoyo y respaldo constante, al igual que el de un gran número de amigos, colegas y familiares que no me abandonaron.

Lo que sí incidió poderosa y negativamente en mi ánimo es saber el fallecimiento de mi paciente, 10 años más joven que yo, sin otras enfermedades extras que complicaran su enfermedad. O sea, indefenso ante un virus desconocido, sin tratamiento específico ni esperanzas de protección con una vacuna; con la comunidad médica con opiniones variadas y contradictorias a veces, sin esperanza cercana de un remedio definitivo; las desesperantes carencias del sistema estatal de salud y abuso de las instituciones privadas. Algunos hablan de casos asintomáticos, otros de un simple catarrito, otros casos no mortales de requerir soporte respiratorio hasta por tres meses, y casos de recuperaciones de adultos cercanos al centenario de edad, la mortalidad llega del 6 al 10%.

Ha habido 10 millones de contagios a nivel mundial con casi 600 mil muertos, y las cifras no han parado, pese a las estrategias para contenerlas. Eso sí, todos son expertos y saben de múltiples remedios y no falta el vecino o la comadre que se atreven a recomendar cómo manejar o cuidar a un enfermo.

La experiencia ha sido un sensible dispositivo para reevaluar la importancia y sinceridad de valores como la amistad, solidaridad, apoyo incondicional, de mi propio entorno social…. Muchas gracias por ser beneficiario de un alud de buenas voluntades y afectos, que me mantuvieron firme y con fe en la sociedad…. Gracias infinitas…

Las políticas mundiales de salud, manipuladas y supeditadas a los recursos disponibles en cada nación y los más variados criterios de responsabilidad o irresponsabilidad de los líderes mundiales asombran por su falta de amor a la humanidad, dando prioridad a criterios de economía más que de salud o vida.

Siglos de evolución de la raza humana y regresamos a la creencia de que las enfermedades son castigo divino, como reza la frase al inicio de la publicación.

Solicitaré a la presidencia de mi país que me envíe un Detente autografiado, por si tengo recaída… (que ironía en el siglo XXI)… Pero no deje su cubrebocas, lávese las manos mil veces y no salga si no es necesario… mientras sabemos más del enemigo….

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