“Mi trabajo se encuentra en el límite de la figura y la abstracción, eso me permite la libertad de dirigirme en una u otra dirección sin que se pierda la esencia”, asegura el pintor Alberto Calzada, quien subraya que “en ambos casos, tanto el trazo como la paleta cromática, son reconocibles”.

Calzada es autor del término “morfología de la mancha” que muestra en su obra, trasladando a la plástica el concepto desde su etimología, la lingüística y la biología.

“Si bien por definición la mancha es amorfa —asegura—, esto no impide que en combinación con los elementos primarios de la línea, la textura y el color se pueda articular de la manera adecuada para construir unidades [la pintura] que estén dotadas de significación”.

Tras explicar que el hacer un gesto pictórico (la mancha), le produce una sensación de enorme libertad, de afirmación y presencia; manifiesta que “es un ‘accidente’ controlado o dirigido que tiene que concordar con una idea o visualización formal previa, estructurada en la mente, y a la vez avalada por los sentidos”, y agrega que “en realidad eso es lo difícil”.

“En mi caso es un recurso —puntualiza el pintor—, a partir de ella y en combinación con el color voy estructurando, construyendo y dando forma (aunque esta sea abstracta) a mi producción pictórica”.

Alberto refleja en su trabajo una sólida formación académica y una larga trayectoria profesional.

Es egresado de la Licenciatura en Artes Visuales de la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM —donde “descubrí que mediante el dibujo las ideas toman forma”—; de la maestría en la Academia de San Carlos —porque “había algunos factores del arte contemporáneo que no alcanzaba a comprender en ese momento”—; y del doctorado en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Barcelona, donde disfrutó la experiencia de vivir en otro país y viajar por Europa “para visitar sus museos y apreciar los cuadros tan famosos que había estudiado en los libros”.

Asimismo, tuvo una residencia en el Vermont Studio Center —institución dedicada a la producción y difusión del arte—, donde realizó una serie de pinturas teniendo como tema la forma animal como motivo plástico.

“Pintar es un acto introspectivo: indagar adentro de uno mismo pero al mismo tiempo ir modelando una nueva versión, mejor acabada, de eso que es intangible y que solo se puede materializar a través de la pintura”, afirma.

Expresa que “para saber lo que comunica un cuadro hay que pararse frente a él y disponerse para el acto contemplativo, si realmente dice, algo se producirá la comunión”. En este sentido, recuerda a Octavio Paz, en su libro “Corriente alterna”: “lo importante no es lo que el pintor quiera comunicar, sino lo que realmente comunica la obra, con, sin, o contra su voluntad”.

Se siente identificado con el expresionismo abstracto: “admiro el trabajo de Willen De Kooning y Robert Motherwell”; aunque también le gusta Picasso y Antoni Tàpies; y los mexicanos Rufino Tamayo y Francisco Toledo.

Cuenta con más de diez exposiciones individuales, dos de ellas en Estados Unidos, y ha participado en muchas colectivas —casi ochenta—, mismas que incluyen la presentación de pinturas en España, Italia y Japón.

“Lo importante de exhibir es compartir con el público espectador el resultado del trabajo realizado en la soledad del espacio lúdico llamado taller, es un acto de darse a los demás, así se completa el círculo del arte”, señala.

Cabe mencionar que en mayo de 2016 participó en el coloquio “Cruces entre las Artes y los Oficios”, organizado por el Instituto de Artes y Oficios de Querétaro. Durante este importante evento, Calzada expuso elementos de su quehacer pictórico que cautivaron a los asistentes.

Su obra forma parte de importantes colecciones nacionales como la Fundación Sebastián, la Colección FEMSA, el Polyforum Siqueiros y el Museo Iconográfico del Quijote, por citar algunas, e internacionales como la de la Facultad de Geografía de la Universidad de Barcelona y la del Centro Cultural Emilio Kastos de Amagá en Antioquía.

Actualmente lleva a cabo una serie de pinturas utilizando latas de sardina como soporte pictórico. “En este caso, tanto el soporte como el formato imponen caminos, veremos qué podemos hacer”, concluye.

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