Orlando Scheker es reconocido como el director del Centro Nacional de Danza Contemporánea (CENADAC), escuela que se estableció en Querétaro en 1991, ya con la dirección de Orlando. Actualmente, toda la energía del director se concentra en salvar el centro que fundó Guillermina Bravo.

“Mi plan personal es tratar de sacar del hoyo el centro, ahorita estamos muy mal, quiero sacarlo de este estancamiento en el que está”, explica.

El centro se creó con un convenio entre federación, gobierno estatal y Ballet Nacional, pero en el cambio de pasadas administraciones, la federación irrumpió dicho acuerdo. “Este año se tienen que resolver muchas cosas, y si tengo que dejar la dirección, lo haré”, afirma.

¿Qué seguirá para Orlando?, se le cuestiona. “Me retiraré, quiero hacer otras cosas, pero primero dejar el centro en las mejores condiciones que se puedan”, responde.

Pero la historia de Scheker no es únicamente el CENADAC, ni la danza, porque también es actor y su primera formación profesional está muy alejada del baile, estudió arquitectura y estuvo a punto de graduarse.

Muy bueno para el baile

En San Francisco de Macorís, República Dominicana, nació Orlando de Jesús Scheker Román, el segundo hijo de Alfredo María Scheker y Mireya del Socorro Román.

Un problema financiero obligó a la familia a irse a Santo Domingo, en ese entonces se llamaba Ciudad Trujillo, eran tiempos de la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo.

El gusto por el baile es herencia de su país. “El dominicano es muy buen bailarín”, dice y confiesa que desde chamaco bailaba muy bien merengue y salsa. “Lo disfrutaba mucho”.

Te podría interesar:

La idea del baile como arte nace en México. En su país ingresó a la Universidad Autónoma de Santo Domingo, a estudiar arquitectura, pero la institución tenía problemas políticos.

“Hablé con mi padre y le pregunté si estaba dispuesto a pagar estudios en el extranjero. Aceptó”. Tenía tres posibilidades: México, Brasil e Italia. A este país llegó porque escribió a la Escuela Nacional de Arquitectura para pedir información del plan de estudios, y le contestaron. “Tengo guardada la carta, como un recuerdo muy grato”.

Por su buena formación en dibujo técnico trabajó, a la par de estudiar, en un despacho de la Ciudad de México. “Nunca me identifiqué, sentía que no era mi lugar. Tenía todas las herramientas para terminar mi carrera y seguir ahí. Pero no”. En su mente comenzó a alimentar el deseo de la danza. Y para estudiar no fue muy lejos. El Taller Coreográfico de la UNAM daba funciones en el entonces Teatro Carlos Lazo, ubicado en la Facultad de Arquitectura.

“Es como si lo hubieran puesto ahí para mí”. Al final de una función se anunció que el taller de iniciación estaba abierto. “Me lo pusieron en bandeja de plata”.

Luego entró al Centro Superior de Coreografía (Cesuco) con Lin Durán, en un programa de formación por la noche. Jaime Blanc (1949-2024) le dio introducción a la técnica Graham.

Por la mañana estudiaba arquitectura y danza en la tarde noche. “Salía a las 10, iba a mi casa y empezaba a hacer las tareas de arquitectura. Era una locura, dormía dos o tres horas, pero no podía dejar la arquitectura, a eso vine a México, en la danza estaba experimentado”.

Blanc lo fue a ver un día a clase para avisarle que el Ballet Nacional de México tendría un grupo de formación por la mañana. “No puedes seguir estudiando arquitectura, tienes que valorarlo, puedes hacer una carrera en la danza. Y la decisión la tienes que tomar ya”, le dijo Jaime.

Esa noche en casa, mientras trabajaba en su proyecto final de arquitectura, tomó la decisión. “Apagué la luz del restirador y dije: Adiós a la arquitectura, me voy a dedicar a la danza. Me gusta la arquitectura, pero la danza era lo mío”. Y entró al Ballet Nacional de México.

Lee también:

En el Seminario de Danza Contemporánea del Ballet Nacional de México un día llegó Guillermina Bravo. Orlando cuenta que siempre se acomodaba al final, pero ese día Jaime cambió sus lugares y lo colocó frente a Guillermina. “Yo era un manojo de nervios. No la conocía en persona”.

En la mañana iba al Ballet Nacional y por la tarde al Cesuco. “Todo el día tomando clases. Yo decía dejé una carrera, no puedo fallar en la danza. Yo bailo o bailo. No me queda de otra”.

Por un acto de indisciplina le prohibieron tomar clase en el Seminario del Ballet, y él decidió dejarlo por completo. Ese día lo recuerda porque llovía mucho. “Salí de ahí y la lluvia se confundía con mis lágrimas. Sabía lo que perdía”.

Siguió en el Cesuco y nuevamente apareció Jaime con un mensaje: “Guillermina quiere que entres al Ballet Nacional”.

“Moría de felicidad”, evoca. Orlando llegó al ensayo y se acercó a Guillermina. “Ella me dio la bendición y me dijo, acomódate. Ese es mi segundo encuentro con Guillermina, pero ya como su bailarín”.

Con Interacción y recomienzo, obra de Guillermina Bravo, fue el estreno de Scheker en el Ballet Nacional de México, en el Palacio de Bellas Artes.

En los 80, el Ballet Nacional se presentó en Querétaro, y aunque no le tocó bailar ahí, lo tiene presente como su primer acercamiento con la ciudad.

En 1989 se dio una gira internacional, Orlando no fue porque se recuperaba de una hepatitis y aprovecharon que se quedó en México, le encargaron la administración del Colegio de Danza Contemporánea del Ballet Nacional de México; esa experiencia, que le permitió coordinar maestros y alumnos, lo llevó a postularse en la dirección. El Colegio Nacional de Danza se estableció en Querétaro en 1991, teniendo a Scheker como su director.

Google News