Hace 27 años, la señora Catalina García Martínez comenzó a vender tamales con un triciclo, actualmente tiene varios puestos en los que además oferta tortas, pan, café y el infaltable atole de sabores.

“Tenemos varios; en el puente del Conín, en La Noria, en el parque industrial, en Palo Alto, los Cues y frente a una fábrica”, detalla doña Catalina, quien arriba como parte del trajín diario, para recoger el puesto ubicado en el kilómetro 200 de la carretera 57.

Este espacio es atendido por Ofelia y Rosa —de 20 y 19 años respectivamente—, originarias de Amealco; son dos de las trabajadoras que viven de la oferta laboral ofrecida por esta familia que ha logrado crear un imperio en torno al tamal.

“Empecé a vender con un triciclo y así duré como dos años, y como no tenía camionetita, en el mismo carrito ponía una mesa y me iba con uno de mis hijos que me ayudaba”, relata Catalina, quien tiene seis hijos, el mayor de 33 años y el más pequeño está por cumplir siete.

Recuerda que con el tiempo lograron juntar dinero para comprar “otro carrito”, dice refiriéndose a un triciclo, y así continuaron hasta tener tres.

“Me iba a vender a donde antes era la caseta vieja, en Jardines de la Hacienda, ese era mi recorrido. De ahí tardamos como diez años y ya nos vinimos a San Isidro, Miranda, durante mucho tiempo batallamos; nos veníamos caminando acá a la Noria y al Parque (Industrial), hasta que juntamos para una camionetita”, dice.

Todo se gestó cuando empezó a trabajar con un señor que vendía tamales y confiesa que desde entonces le gustó y decidió poner su negocio, también se dice fanática de la cocina, por lo que además tiene un puesto de comida.

Sus días son muy ajetreados, pero todo está perfectamente organizado, por tratarse de una producción en serie, donde diariamente se preparan cerca de mil tamales para vender; rojos, verdes, de dulce; en torta y hasta fritos.

“Mis hijos viven aparte, yo diariamente me despierto a las 2:30 de la mañana y ellos a las 3:00 porque hay que pararse a cocerlos. Los hacemos diario por las tardes y ya los dejamos en la parrilla —de 12 quemadores—, listos para prenderlos muy temprano. A las 4:40 de la mañana ya deben estar cocidos”, dice y explica que es entonces cuando emprenden el viaje para llegar a cada uno de los puestos.

Las ventas terminan cerca de las 10:30 de la mañana y es cuando llega la camioneta para que, luego de desmontar mesas, manteles, anafre, termos y demás utensilios, pueda cargarse todo y dirigirse rumbo a su casa.

Por su parte, Rosa explica que empieza el proceso de lavar todo y ya como a la una de la tarde, ella y Ofelia aprovechan para dormir un rato, pero mientras ellas descansan, Doña Catalina va al mercado a comprar lo necesario para una nueva producción.

Es así como diariamente continúa la labor. “Nosotros trabajamos todos los días, el único día que descansamos es el 25 de diciembre y el primero del año, pero ahí estamos siempre, así sea Semana Santa o llueva, ahí nos verá en el puesto”, agrega la matriarca.

Con respecto al padre de la familia, Catalina mueve la cabeza hacia los lados e indica que “no”, simplemente ella ha sido quien ha sacado a sus hijos adelante, y ahora ha adoptado a su yerno y hasta nuera, quienes igualmente se han sumado al negocio.

“Los hacemos entre todos (los tamales) porque sí es muy pesado; yo soy la que echo la masa, que compramos ya preparada. Somos dos, mi hijo, otra de mis hijas y yo, echamos masa entre tres, aparte son tres envolvedores y otro que echa la carne y el queso”, describe el proceso que inicia aproximadamente a las 7 y concluye cerca de las 11 de la noche, para después levantarse aún antes que el sol.

Además de la familia, cerca de nueve trabajadores también viven de este negocio, que a lo largo de los años se ha convertido —sin que la misma Catalina lo sepa en términos económicos—, en una empresa sustentable que apoya la economía local y genera empleos.

Hoy, Día de la Candelaria, será celebrado por muchos con tamales, que tal como dicta la tradición, deben ser apadrinados por la persona que encontró un muñeco de plástico al partir la rosca de Reyes, y este negocio familiar ya está listo.

“Vamos a trabajar como 200 kilos, que han de ser unos seis mil tamales. Tenemos ya varios pedidos para mañana, pero como (la gente) ya sabe dónde están puestos, siempre traemos suficientes, así encarguen o no, si llegan a pedir de a 15 o 20, llevamos ya todo preparado”, asegura Catalina.

Así mismo dice que ya advirtió a todos que hay que levantarse más temprano para que les alcance el tiempo, “porque a mí me gusta traer suficiente mercancía y no sólo un sabor, por ejemplo, hoy trajimos atole de avena, fresa, chocolate y arroz”, dice, y asegura que mañana los sabores pueden variar para ofrecer quizá guayaba, nuez y hasta coco.

cetn

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