Existe en psicología una rama que estudia a los grupos y nos explica que cualquier grupo está sujeto a una serie de fases similares a las del desarrollo de los seres humanos. Los grupos nacen, se desarrollan y finalmente mueren (o vuelven a renacer cambiando algún aspecto del grupo original).

Algunas experiencias personales recientes me han llevado a preguntarme si el uso de WhatsApp está contribuyendo a acelerar el proceso natural de disolución de un grupo. Cuando existe algún tipo de disconformidad en los grupos de carne y hueso suelen formarse subgrupos de personas que comparten opiniones diferentes al resto. Es posible que pase algo de tiempo hasta que el resto de los integrantes del grupo se percate de esta división de opiniones, si es que llegan a enterarse y decidan tomar partido. Sin embargo, en los grupos de WhatsApp cualquier integrante puede plasmar su opinión (o desacuerdo) de manera directa, obligando al resto de integrantes a tomar partido de forma inmediata. Y esto no solo queda aquí, si ocurre algún tipo de disputa personal o salida de tono entre dos integrantes, el resto de miembros visualiza, guarda la información y elabora juicios morales.

Una discusión que podría quedar resuelta en la privacidad tiende a magnificarse al ser conscientes ambas partes de que todo el mundo se está enterando de su pelea y que ambos quieren salir ganadores, dentro de la disputa es muy común que el manejo de información personal que ambas partes poseen uno del otro salga como arma secreta para herir, humillar o evidenciar.

El objetivo idílico que supone la aplicación radica en parecer en vez de ser, así como acercarnos con aquellos que tenemos lejos y más en tiempos de pandemia, hoy el segundo objetivo se transforma en la trinchera del chisme que satisface a muchas personas. Y ya que hablamos del chisme, ¿por qué se crea?, ¿por qué hay conversaciones  que solo se originan por él?, ¿por qué el chisme genera satisfacción en algunas personas?  En el libro Sapiens, de Yuval Harari,  se plantea que el lenguaje evolucionó como una variante del chismorreo, según esta teoría Homo Sapiens es ante todo un animal social, la cooperación social es nuestra clave para la supervivencia y la reproducción. Somos testigos a diario que la inmensa mayoría de la comunicación humana, mensajes en todas las redes sociales, giran alrededor  del chisme, parece tan natural que pareciera que el lenguaje hubiera evolucionado para este único propósito. En un libro publicado por el psicólogo social Gordon Allport titulado La psicología de los rumores postula que el chisme libera endorfinas y logra combatir el estrés. En el mismo libro refiere que quienes se caracterizan por solo poseer información de otros lista para compartir, o bien que abusan del “parloteo” tienen un problema con su sexualidad, ya que puede encontrarse reprimida o insatisfecha. Interesante.

Parece que WhatsApp ha engendrado una necesidad por compartir información inútil, inservible e improductiva, volviéndose también la manzana de la discordia de nuestra generación, ¿y ahora?, ¿qué hacemos con tanto poder?

Eso se preguntó Zeus el día que Eris, diosa de la discordia, le obsequió una manzana de oro, una noche de fiesta en la que ella no fue invitada:

—Querido Zeus, calma tus ansias, no he venido a reclamarte nada, al contrario, te traje un obsequio.
—Eris… bienvenida —el dios titubeó mientras estiraba la mano para recibir el presente— “Para la más bella” —leyó en voz alta la inscripción grabada.
—Estoy seguro que se la entregarás a quien le corresponde, solo tú tienes el poder de hacerlo.
Afrodita, Hera y Atenea se pusieron de pie reclamando la manzana. Zeus entendió  el problema en el  que se había metido al aceptar el obsequio de Eris.
—Que la sigan pasando bien, buena suerte —se despidió la discordia sonriendo.
Zeus, al no poder elegir entre las diosas, encomendó la tarea de tomar semejante decisión al más bello de los hombres, Paris. Hermes le llevó el mensaje al joven junto con la manzana y una mañana las tres deidades se manifestaron ante él.
—Joven Paris, si me das esa manzana, te haré el guerrero más valiente de todos los tiempos, tu nombre pasará a la historia —le propuso Atenea, diosa de la guerra.
—Eso no es nada comparado con la inmortalidad querido Paris, te la ofrezco a cambio de que me elijas a mí como la más bella —dijo Hera, reina del Olimpo.
Paris temblaba y temía por su vida, sabía que al elegir a alguna, las otras dos cobrarían venganza. Afrodita notó su tensión y acarició su rostro.
—No temas, mírame bien —la diosa dio unos pasos hacia atrás y se despojó de su túnica, quedando ante el joven mortal completamente desnuda —¿Te gusta lo que ves? 
—Sí mi señora —respondió casi sin aliento.
—Pues si me das la manzana, yo prometo darte a la mujer que iguala su belleza a la mía, su nombre es Helena de Troya. Anda Paris, si me eliges, ella será tuya.

Y bueno, ahora sabemos quién obtuvo la manzana y las consecuencias funestas, según la mitología griega, de tal decisión, ¿qué hubiera pasado si Zeus rechazara el obsequio? El poder de decisión sobre compartir información recae en nosotros, no deberíamos sentirnos presionados ni culpables por no tener la necesidad de querer pertenecer a determinado grupo de redes sociales. El grupo del gimnasio, el los amigos de la infancia o la carrera, el grupo del futbol, el grupo de la familia en el que nadie quiere estar, el subgrupo de la familia en el que algunos quieren estar, todos ellos en los que se comparte información banal, ¿cómo es que llegamos a ser partícipe de los mismos? No se nos pide consentimiento para formar parte y cuando decidimos no estar en ellos, porque no tenemos la necesidad de estar ahí ni de compartir información, se toma como una profunda ofensa.

Me parece que lo que puede generar la preocupación o ansiedad sobre estar o no en grupos virtuales es la falta de concientización de la vida íntima. Si hay algo que la generación millennial y ahora centennial ha implementado como parte de su identidad es precisamente evidenciar qué es lo que hacen todo el tiempo: ¿qué comen?, ¿dónde están?, ¿con quién están? Es más importante parecer en vez de ser. Desconocen que la privacidad logra establecer contacto con quienes son y que da la oportunidad de concentrarse, aislarse, reflexionar y contemplarse, de esta forma determinar que lo más importante en la vida es quedar bien uno mismo, atender a tus ideales, tus sueños y valores, para dejar de sentir que necesitas pertenecer o quedar bien.

¿Por qué permanecer en un sitio real o digital en el que no me siento cómodo?

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