Septiembre es el mes de la prevención del suicidio. Después de investigar con expertos en la salud mental, pareciera que la decisión de terminar con la vida propia es un acto de violencia hacia la sociedad. Sí, la bioquímica del cerebro de los implicados seguro sufre un desbalance, pero la decisión final necesita tener una proyección e impacto en el exterior, ya sea como un acto de “venganza” en contra de la sociedad que lastimó y no supo ayudar al suicida, o bien que él mismo sienta que ya no será una carga para su círculo más cercano. Hunter es el alias que uno de mis alumnos del taller, experto en la materia forense, utiliza para contarnos la siguiente experiencia, retomada de su libreta de campo:

Mayo 2020, 3 turno, 00:24 horas

Aquí vamos de nuevo, no puedo decir que me sorprende, cada día tenemos más suicidios en la ciudad. Mientras me dirigía hacia mi destino en la colonia Los Faroles iba pensando qué indicios habría de encontrar a mi llegada a esa casa donde me esperaba el cadáver de una mujer. Al arribar al inmueble me percaté que aquello más que una escena del crimen parecía una peregrinación, la calle estaba infestada de personas que poco a nada tenían que ver con aquella desgracia, no cabe duda que el morbo une más que la solidaridad, obvié esa circunstancia y estacioné mi camioneta frente a la casa a procesar, mas no pude siquiera dar un paso hacia la calle cuando me vi invadido por un grupo de personas que se identificaron como familiares de la occisa, quienes, entre sollozos, lágrimas e indignación, me decían: “¡Queremos que este crimen se investigue! ¡Sabemos que ella fue orillada a suicidarse!, ¡Usted tiene que hacer justicia!”. Mientras trababa de controlar la situación dando respuestas a las personas ahí reunidas, a la distancia, vi cómo un hombre alto, moreno, delgado, de unos 40 y tantos años se acercó decididamente al lugar en donde estábamos dialogando los familiares y yo; al momento de estar frente a nosotros, una chica delgada, rubia, bonita, de unos 25 años fue al encuentro de aquel hombre y le espetó a la cara: “¡Tú la mataste maldito, ojalá nunca hubieras vuelto, nos das asco infeliz!” y comenzó a manotearle el pecho al señor aquel, quien la controló tomándola con firmeza de los brazos gritándole: “¡Tranquilízate, este no es ni el lugar ni el momento para hacer este tipo de espectáculos, deja a los oficiales hacer su trabajo!”, mientras eso sucedía los otros familiares comenzaban a discutir con ese señor desviando el foco de atención hacia ese forcejeo que se estaba suscitando, la escena neurótica me brindó el momento perfecto para alejarme de ese lugar y hacer mi trabajo, las personas no entienden que yo no funjo como psicólogo, sino como técnico y que sus problemas familiares me importan sólo si tienen relevancia para el caso, pero dado el contexto caótico, poca información iba a rescatar de ellos, por lo que me dirigí hacia los policías que acordonaban la casa y les dije: “Controlen el escándalo por favor, no necesitamos alboroto en la calle que sirva de chisme en las redes sociales, necesito que calmen la situación y que nadie, excepto los policías de investigación, la fiscal y yo ingresemos a la casa, ¿entendido?” los policías asintieron con la cabeza, luego me encaminé hacia el interior del domicilio para analizar a lo que me iba a enfrentar.

“¿Qué tenemos?”, me cuestioné mientras analizaba la escena, tenía ante mí el cadáver de una mujer que yacía sobre la superficie de la habitación principal, era una mujer de alrededor de 45 años, que portaba un vestido floreado color beige, al observar con detenimiento el cuerpo, me percaté que no presentaba más lesiones que ese surco rojo carmesí en el cuello formando una asa ascendente, la cuerda u objeto utilizado para causar esa lesión no estaba presente en el cuello, pero no fue difícil saber que dicho objeto se trataba de una pashmina que se encontraba sobre el colchón de la cama, ya que al acercarme a analizarla detalladamente, me percaté que presentaba un nudo doble donde se encontraban enmarañados un cúmulo de cabellos que correspondían con las características del cabello de la víctima. La habitación tenía un área de baño, donde localicé un banco de madera que pudo haber sido utilizado para alcanzar el punto de apoyo donde habría de colgarse o colgar a la víctima, sólo me hacía falta localizar dicho punto, esto no fue tarea fácil, puesto que no encontraba un lugar útil para realizar tal maniobra, lo único que se me ocurría es que se hubiera colgado de la regadera, aunque eso no tendría sentido, puesto que de haberlo hecho (si es que la regadera pudiera resistir el peso) debería haber un daño o una deformación en el metal causado por el peso de la persona que colgara sobre ella, deformación que no existía. Mientras estaba en estos razonamientos, la fiscal entró en la habitación con dos policías de investigación, al momento en que se acercaban a saludarme le pregunté a la licenciada lo siguiente:

—¿A ver licenciada, díganme qué cuenta la familia o los testigos?

—Mira, se supone que los hijos de esta mujer estaban viendo la televisión en la planta baja junto con su padre, el menor de los hijos se percató que su madre no estaba en la planta baja y fue a buscarla al segundo nivel, entró a esta habitación principal, abrió el baño y encontró a su madre colgada de la ventana, trató de descolgarla pero no pudo hacerlo por lo que gritó pidiendo ayuda, momento en el cual subieron el padre y sus hermanos y ellos bajaron a la madre y la dejaron ahí donde se encuentra ahora el cuerpo, el padre trató de darle primeros auxilios pero fue inútil, por lo que sacó a los hijos de la habitación y llamó a la policía.

—¿Hay nota póstuma?

—Sí, uno de los hijos vio sobre la cama unas cartas, no alcanzó a leer todo su contenido, pero es seguro que eran notas póstumas dirigidas a todos sus familiares.

—¿Y dónde están? porque en la cama no hay nada a excepción del agente constrictor utilizado para quitarse la vida.

—No lo sé, pero ahorita lo checamos con los familiares. Pero dime ¿qué es esto suicidio o feminicidio?

Los fiscales siempre, en su línea de simplificarse el trabajo, recurren a nosotros para sacarlos de dudas, como si tuviéramos una bolita mágica, hay veces que los indicios nos llevan irrefutablemente a conclusiones veraces, pero en este tipo de asuntos uno debe de ser cauto, porque la escena que tenía frente a mí tenía todos los elementos de manipulación que me hacían dudar de los hechos, así que le contesté a la licenciada: “Mira, hasta que no me traigas esas notas póstumas esto lo investigamos como feminicidio, así que manda a los compañeros que hagan lo suyo y que nos consigan eso”.

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