—“Tú me dejaste y me dejaste bien dejada, y ahora que estoy abandonada, supe lo que perdí…”— Canta Susana por la mañana del domingo, porque una noche antes, Héctor decidió terminar su relación:
—¿Qué tienes? ¿No que querías convivir con mis amigos?
—Con tus amigos, no con tus amigas. 
—Siempre es lo mismo contigo y ya me harté Susana, a la chingada con tus inseguridades, esto se acabó.
—¿Me estás dejando? 
—Tómalo como quieras… —finalizó Héctor alejándose del umbral de la puerta donde Susana le gritaba que cómo se atrevía a abandonarla—.

—Enedina, sale a tender la ropa. Ya es medio día y su hermana no ha salido del cuarto. Se dispone a entrar, la música a todo volumen la sobresalta.
—¡Me dejaste! Como a la bella durmiente, como camarón en la corriente, ¡y el corriente eres tú! —Susana abre cantando en pijama, el rímel corrido revela el llanto nocturno.

—¿Qué tienes?
—Nada, estoy cantando “La papa sin cátsup”, de Gloria —se mira al espejo del tocador, saca unos algodones del cajón y limpia sus ojos—.
—¿Qué pasó?— baja el volumen de la bocina.
—Ayer Héctor me dejó ¡me dejó el muy idiota!
—¿Cómo que te dejó? ¿Dónde te puso o qué? —Enedina pregunta burlona—.
—No estoy para tus pinches sarcasmos, te estoy hablando en serio, me dejó y seguro fue por otra pinche vieja, por alguna de sus amiguitas —se suena la nariz mientras lloriquea—.
—A ver, ese güey no te puede dejar porque no eres una cosa o un perro que pueda “dejar” en algún lugar.
—¿Entonces? 
—Pues decidió que ya no quiere ser tu novio, pero eso no quiere decir que te dejara Susana, no eres un objeto.
—No me vengas con pinches formalismos ahorita, deberías ponerte de mi lado en lugar de estarme corrigiendo —toma un cepillo sin dejarse de mirar en el espejo y se desenreda el cabello—. Seguro ya está con otra vieja, si vieras como son todas sus amiguitas de arrastradas, me lo han querido quitar desde siempre… ¿de qué te ríes? ¿te parece chistoso que me hayan dejado, digo, que ya–no-ten-ga-no-vio? —dice con sarcasmo, haciendo énfasis en cada sílaba—. 
—No —niega con la cabeza sin dejar de sonreír.— Me da risa como te contradices.
—¿En qué momento he dicho que yo lo dejé o algo diferente? No te entiendo.
—A ver, ¿dónde estábamos hace ocho días? 
—En la marcha morada de las chavas. 
—¿Te acuerdas que antes de salir a marchar, una chica planteó el dejar de insultarnos entre nosotras, dejar de llamarnos zorras, pinches viejas, putas, gordas bla, bla, bla? —Susana asiente con la cabeza desviando la mirada hacia la bocina.— Parecías estar muy de acuerdo con eso y ahorita me estás diciendo que un montón de “pinches viejas” te lo están “quitando”.
—Esto es diferente, esas viejas siempre estuvieron ahí de arrastradas, ellas no cuentan, yo no marcho por viejas zorras, yo marcho por morras como tú y como yo.
—O sea que está bien que a las amigas de Héctor les pasen cosas malas.
—Pues no me extrañaría que acabaran madreadas, por busconas.
—¡Ay Susana! Estás cabrona —dice Enedina dando media vuelta, dispuesta a seguir tendiendo la ropa—. 
—Si no vas a estar de mi lado mejor vete —le grita Susana mientras le sube nuevamente el volumen a la canción— Sin ti yo soy la que salió perdiendo, pero perdiendo mis complejos ¡Ahora me vengo, me subo, me bajo, me quiero y el paso brutal!

Cuántas veces no hemos escuchado la frase “me dejaron”, “lo dejé”, “me dejó”, para referirse al hecho de haber terminado una relación sentimental. Enedina insiste en corregir esta expresión, argumenta que nadie puede dejarnos pues no somos cosas. Las expresiones se filtran en el inconsciente porque las escuchamos en canciones:

“Tú me dejaste de querer cuando te necesitaba, cuando más falta hacía, tú me diste la espalda, tú me dejaste de querer cuando menos lo esperaba, cuando más te quería, se te fueron las ganas.”.
Series o películas cuya trama gira en torno al abandono y cómo la vida de alguien cambia sólo si el ser amado decide retirarse, entonces la esencia de la retirada es el coctel perfecto para cambios radicales en la vida del protagonista.

Según la RAE el verbo dejar se refiere a “soltar algo”, así que utilizarlas como una expresión personal referente a la decisión de terminar una relación, no sería correcto ¿Qué tal el verbo abandonar? “¡Abandonó a sus hijos!, Abandonó a su esposa…”, el verbo abandonar según la RAE indica “dejar una ocupación, dejar algo al descuido”, dejar algo, no a alguien. Parece que nos gusta dramatizar las situaciones, existe algo en ese par de verbos que potencializa la empatía con quien es “dejado” o “abandonado”.

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