Capítulo 7

Pareciera que existe algo más poderoso que el instinto de supervivencia en el ser humano: el autosabotaje que como acto inconsciente obstaculiza la consecución de metas o logros mediante la manipulación propia que actúa como un mecanismo de defensa para evitarnos posibles sufrimientos y prevenir el dolor de lo desconocido. Este es el fenómeno que nubla el juicio de Elena, Darinka y Soledad.

Elena queda de ver a Sol para comer juntas. Sol llega un poco tarde y pareciera tener la sensación de que alguien la sigue.

—¿Qué traes Sol? ¿Te vienen siguiendo o qué?

—Nada… tengo algunos problemas con René…

—¿Y te sigue cuando sales?

—Cómo crees, no es nada.

Hablaron durante un rato, Soledad parecía dispersa, era normal en ella estar muy al pendiente del celular, pues René la atiborraba de mensajes: “¿estás bien?, a ver mándame una foto con tus amigas, ¿fue Elena?, no te sientes junto a ella porque seguro como siempre va casi encuerada, ¿hasta qué hora vas a estar?, los niños ya te extrañan, ¿dónde está mi maleta del gym?, ¿no lavaste mis shorts?, ¿qué vamos a cenar…?” Pero esa tarde en especial Sol atendía el teléfono más de lo normal y constantemente miraba a su alrededor.

—Güey ya, dile a René que se relaje, estás conmigo, ni que estuvieras con un cabrón.

—Ese es el problema Elena, tú eres el problema, tus marchas, tus desnudos morbosos, tú tienes la culpa de lo que le pasó a Darinka, si no las hubieras alborotado para acompañarte ese día, nada habría pasado, ¿sabes lo que dicen de ti en las redes? Hay fotos tuyas encuerada por todos lados, se burlan de ti, nadie entiende por qué lo haces y no, no es artístico, es grotesco, verte es grotesco y no quiero que me vean más contigo. René tiene razón sobre ti —se puso de pie y dejó a Elena muda.

Soledad alguna vez había escuchado a su esposo hablar con sus amigos sobre Elena: “¿Quién? ¿La vieja que se encuera? Es amiga de Sol, está bien buena pero bien pendeja, en cualquier momento se la chingan, y pues es lo que anda buscando, que se la metan duro, ¿o no? Yo no sé cómo el cabrón con el que vive le permite hacer su circo, le hacen falta unos buenos chingadazos para que aprenda a comportarse. Jajajaja…”

Elena regresó a su casa cabizbaja, preguntándose el por qué sus amigas se alejaban de ella, con Darinka no hablaba desde que le pidió que dejara de hacer videos sobre el caso, Julia le contestaba con monosílabos y ahora Soledad le decía que prácticamente se alejaba ella porque le daba vergüenza. Ya en su departamento Javier la esperaba con una pizza.

—Regresaste rápido. ¿Cómo te fue con Sol? ¿Qué dice su vida aburrida?

—Dice que ya no quiere ser mi amiga porque le doy pena —respondió dejándose caer en el sofá.

—¿Neta? Pfff, pero sí sabes que esas son palabras de René, ¿verdad?

—Pues no importa de quien sean, el chiste es que ya no tengo amigas —tomó un pedazo de pizza—. Pinches viejas frustradas, les cago porque yo soy todo lo que ellas no pueden ser.

—Eso sí y puede ser que eso es lo que tengas que cambiar…

—¿Perdón? —dijo ahogándose con la pizza— ¿Cómo qué tengo que cambiar según tú?

—Pues tu forma de comportarte en público Elena, siempre te digo que exageras, me haces quedar como un cabrón que no tiene huevos, que deja que su vieja haga lo que quiera y se encuere sin broncas, ¿sabes cómo se burlan de mí? ¿sabes cómo me ven los demás? Como un pendejo y todo por tu culpa…

—Tienes razón, todos te ven como un pendejo, mantenido, inútil, que vive de mí, del cuerpo del que tanto te quejas y que no bajas de gordo. Vives de mí y todavía te das el lujo de engañarme —hizo una pausa y contempló a Javier con el mismo silencio con el que había sido fulminada por Soledad—. Quiero que te largues de mi casa.

—No puedes hacer eso.

—Claro que puedo, lárgate, así puedes ir y revolcarte con quien te dé la gana, así tus amiguitos no van a burlarse del machito que eres.

Ella esperaba el escándalo, el drama, los gritos y probablemente los golpes, pero Javier solo se levantó y sonrió: “ándale pues, me voy y regreso en un par de días, porque no vas a encontrar a nadie que te aguante, pinche loca”, cerró la puerta y Elena sin llorar se sentó a terminar la pizza. Se sentía empoderada, él regresaría y la chapa de la puerta no sería la misma, tiraría su ropa por el balcón como en las películas, él suplicaría por su perdón y ella contemplaría desde lo alto, donde siempre quiso estar.

Por la noche todo lo anterior perdía sentido, el miedo a estar sola regresaba y peor, el miedo a que él estuviera con otra la mantuvieron en vela, con la patética esperanza de que en verdad él regresara en un par de días.

Darinka se presentaba en la fiscalía para retirar los cargos en contra de Lalo, el calor de las redes se había apagado y ella no era más un tema de conversación, aun así, sentía que las miradas a su alrededor la incriminaban, le susurraban: “¿no es a la que golpeó su novio? ¿la que salió en la tele?, ¿la que lo metió al bote?, ¿a poco se va a retractar?, ¡qué poquito se quiere!, ¿quién las entiende?, ¿para qué hace tanto ruido si al final se va a retractar? Por eso su movimiento no avanza, pero que no se queje la próxima vez que le peguen”. Terminó el trámite. Lalo saldría en libertad en poco tiempo. Regresó a su casa con “tan buena noticia”.

—¿Qué te costaba? ¿Nada, verdad? ¿Te vieron los medios?

—La prensa no me reconoció.

—Qué bueno, así todo se olvida más rápido.

Y así era, Darinka solo quería olvidar, olvidar las palabras de sus padres, olvidar los días en el hospital, olvidar que Lalo no era el hombre que ella creía, olvidar los golpes y recordar los buenos momentos… le costaba trabajo pues al final no había rastro en su memoria de alguno.

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