En el centro histórico de Querétaro, donde hoy abundan la música, la sombra de los árboles y las reuniones familiares, alguna vez se extendía un antiguo huerto convertido en cementerio. Este mismo espacio, testigo de siglos de transformación religiosa, política y urbana, guarda secretos que pocos transeúntes conocen.

Su historia comienza en el siglo XVI, cuando fue parte esencial del , el primer gran conjunto religioso de la ciudad.

Foto: Querétaro Travel.
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De cementerio a plaza pública: los orígenes virreinales

Durante el periodo virreinal, el atrio del templo y convento de San Francisco —erigido entre 1550 y 1698— albergó el cementerio principal de la ciudad. Esta área, que entonces era un espacio de recogimiento y devoción, se transformó gradualmente en plaza pública. En el siglo XVIII se le conocía como Plaza San Francisco o, de forma más coloquial, como Plaza de Abajo, por su ubicación respecto a la actual .

Más adelante, en el siglo XIX, fue llamada Plaza del Recreo, pues albergaba circos taurinos durante festividades religiosas. Con el paso del tiempo y los vaivenes políticos de México —como la Guerra de Reforma y la ocupación francesa— el espacio fue devastado, reutilizado y abandonado, hasta convertirse en un terreno baldío usado como tianguis dominical.

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Foto: Querétaro Travel.
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El nacimiento del Jardín Zenea

No fue sino hasta 1874 que el gobernador Benito Santos Zenea dio un giro a este lugar, impulsando su restauración como jardín público. Años más tarde, con la colaboración del prefecto Trinidad Rivera, ambos cedieron sus sueldos para concluir la obra. Este gesto de servicio público se reflejó en el nombre que lleva hasta hoy este emblemático espacio: .

La transformación no fue inmediata. Durante más de una década continuaron las obras, incluyendo la instalación de una con la estatua de la diosa Hebe, donada por la casa Rubio. Ya en tiempos del Porfiriato, se colocó el kiosco estilo art nouveau que se ha convertido en uno de sus sellos visuales más representativos.

Foto: Querétaro Travel.
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Cambios de nombre y funciones urbanas

Este jardín también ha sido un reflejo de los cambios políticos del país. Tras el asesinato del general Álvaro Obregón en 1928, fue rebautizado como Jardín Obregón, aunque esta denominación duró solo unas décadas. En 1990, retomó oficialmente su nombre original como un homenaje permanente al gobernador que lo impulsó.

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Durante el siglo XX, los alrededores del jardín también se transformaron: surgieron mercados, un hotel, cines y finalmente el , ubicado en lo que fue el antiguo convento. A pesar de estas intervenciones urbanas, el Jardín Zenea conservó su carácter de lugar de encuentro, descanso y cultura.

Un punto de encuentro para queretanos y visitantes

Hoy, el Jardín Zenea se caracteriza por su armonioso diseño, con árboles frondosos, rosales y bancas de hierro forjado que invitan al descanso. Su kiosco alberga eventos culturales, danzones, recitales y presentaciones al aire libre, lo que lo convierte en el corazón palpitante de la vida social queretana.

Ubicado sobre la calle 16 de Septiembre, el jardín está rodeado de edificaciones históricas y comercios tradicionales que hacen de la visita una experiencia que combina historia, cultura y entretenimiento.

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Más allá de ser un simple parque, el Jardín Zenea es un testigo del paso del tiempo, del esplendor conventual y de la modernización urbana. Un lugar que, de cementerio franciscano, ha llegado a ser uno de los espacios más queridos de .

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