Cuando estaba tirado en el pequeño patio del anexo, doblado de dolor, babeando, sin contener las lágrimas, y sin poder entender por qué estaba en ese lugar tan terrible, si no había cometido delito alguno, Valerio fantaseaba con salir, recuperar la salud, volver a producir obra, y también denunciar.

Inició una queja ante la Comisión de Derechos Humanos para exhibir las condiciones inhumanas en las que vivió durante un mes, junto con otros 39 hombres, en el anexo ubicado en un barrio popular del centro de Querétaro, pero al iniciar la pandemia todo se detuvo.

Y la denuncia se convirtió en un proyecto de arte, una serie fotográfica que ya visitó la Ciudad de México, Veracruz, y actualmente se encuentra en el Museo de la Ciudad de Querétaro y ahí permanecerá hasta el 15 de mayo. Después iniciará una gira por Guanajuato.

“Anexados”, obra fotográfica de Valerio Gámez, muestra a un grupo de hombres que estuvieron internados junto al artista, por problemas de adicción y que a la distancia se ven fuertes, sanos, con un gesto de altivez.

De cerca, entre una piel llena de tatuajes, están las heridas que les ha dejado su enfermedad, más los abusos del anexo, labios partidos, ojeras, hongos en las uñas, un aumento de masa corporal provocado por el obligado consumo de pan, avena, caldo de huacales, comida llena de grasa, esa mala alimentación provocó la gastritis que tumbaba de dolor a Valerio.

Anexados, una denuncia que se convirtió en arte
Anexados, una denuncia que se convirtió en arte

Los malos alimentos no lo eran todo, tenían un inodoro para los 40 hombres, sin lavabo, sin jabón, y sólo 30 segundos permitidos para bañarse. En un estrecho patio apenas si cabían, pero no podían hablar entre ellos, y todo el día estaban custodiados, además del “Padrino”, por un agresivo perro que dejó a varios con una cicatriz extra.

El ingreso de Valerio no fue voluntario. Pidió ayuda para salir de la adicción al “cristal”, y en la búsqueda de un centro de rehabilitación, un familiar encontró dicho anexo que ofrecía ‘seguridad y armonía’. El artista relata que estaba dormido cuando llegaron unos hombres y lo “secuestraron” para internarlo, esos hombres eran también anexados.

La rehabilitación dura cuatro meses. Valerio estuvo por un mes. Al salir experimentó pesadillas en las que se veía de nuevo encerrado. El volver, ahora con la cámara en mano, fue un modo de exorcizar sus miedos.

“Cuando regresé al anexo y persuadí al “Padrino” que me diera permiso de volver para fotografiar a mis compañeros ya no era con la intención de llevar a cabo la denuncia, sino de exponer con las imágenes lo que pasaba, y que cada espectador reflexionara sobre el tema, y de eso se trata, que a través de los rostros vean su historia; seleccioné a los más jóvenes para evidenciar ese contraste de la gente que está al inicio de una vida productiva, de lo que debería ser una vida con oportunidades”, platica a EL UNIVERSAL Querétaro.

De los 40 hombres con los que se reencontró en el anexo, 30 aceptaron fotografiarse. El primero, de inmediato accedió a quitarse la playera para presumir sus tatuajes, la serie incluye imágenes de más hombres con el torso desnudo, sin pantalones y, algunos, desnudos.

Durante la sesión se creó un ambiente de juego, aunque la tensión siempre estuvo latente —como siempre está latente la violencia en el encierro—, relata que de un momento a otro los mismos compañeros se convertían en verdugos y castigaban con golpes al señalado por el “Padrino”.

Algunos excompañeros del anexo son personas que estuvieron en el reclusorio por estar involucrados en grupos delictivos, por asaltar a mano armada, o tenían trabajos sencillos y humildes como el de la pepena. “Ahí todos somos iguales”, dice Valerio, el artista reconocido nacional e internacionalmente, quien llega de gala a las exposiciones y sabe de reflectores, aplausos y reconocimiento.

“Anexados” se presenta en Querétaro con la museografía de Manuel Oropeza, el proyecto busca dignificar a sus protagonistas, pero también voltear a ver la problemática que los llevó ahí. No son “compitas, no son malandros”, son personas que enfrentan una enfermedad, la adicción, que deriva de un problema emocional no resuelto.

El próximo 1 de abril, a las 18 horas, en el mismo Museo de la Ciudad, el artista tendrá un conversatorio con Fausto Alzati Fernández, en el que abordarán del proceso creativo de la exposición, de las vivencias en el anexo, además de “los aspectos y dinámicas de la adicción, porque en la clase media la metanfetamina nos ha agarrado desprevenidos, se ha disparado el consumo del cristal de manera exponencial”.

Compartir esta vivencia, desde el arte, es exponer lo que vive el anexado, porque en realidad poco se cuenta, por la culpa, vergüenza, humillación, estigmas que después de la rehabilitación deberían quedar atrás, pero no. Por ello insiste Valerio que “Anexados” va más allá de una denuncia.

Hasta el 15 de mayo estará en exhibición en el Museo de la Ciudad, después, con apoyo de la Universidad de Guanajuato, tendrá su primera presentación en dicha entidad y luego iniciará una itinerancia.

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