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Darle vida a una mujer mayor no es cosa fácil, asegura la actriz María Rojo, quien tiene que someterse a un procedimiento de transformación para aparentar más edad, sin la necesidad de recurrir a prótesis o a un complicado maquillaje, y así en pocos minutos salir a escena en la obra El chofer y la señora Daisy.
La puesta, que estrena en el Teatro Rafael Solana, plantea en esta adaptación de Broadway, más que del filme de 1989 con Morgan Freeman y Jessica Tandy, a una mujer adinerada que crea amistad con su chofer, lo que genera el conflicto de clases sociales, no racista como en la película. Para dar vida a esta mujer, María realiza meticulosamente un sencillo recogido con su cabello sobre el que coloca luego una peluca cana que cambia de inmediato el aspecto de su rostro, mientras expresa: “No tengo ni la primera edad de la señora Daisy —y agrega—, el personaje sí sale de escena para ponerse un chal o algo, pero no para que me pongan un maquillaje para salir de determinada edad”.
Pero aclara que recurre a otros elementos para lograr este efecto. “Esto se hace con la cuestión corporal, de la voz y el vestuario, la misma obra está escrita de esa forma, no es que vaya a salir con látex y eso, porque no hay tiempo, ya en la primera escena ella tiene 72 años, entonces todo depende del trabajo actoral”, declara la actriz, mientras da algunos retoques a su rostro antes de colocarse unos pesados lentes de pasta.
María Rojo explica que los cambios de edad se verán en los tres personajes que integran la obra, porque durante el desarrollo de la trama transcurren 25 años en la vida de los protagonistas, en la que su relación pasa de la hostilidad total a una amistad entrañable. “Los tres lo hacemos, lo que es más notorio es que la señora Daisy en esta obra es la más grande de todos, entonces es la que ya sale vieja, de pelo cano, pero todos hacemos esa transición de la misma forma, hasta Boby, que es mi hijo (Ari Telch), empieza de 40 y termina de 65 años”.
Listo el rostro y el peinado, María asegura una pequeña boina en la peluca, para complementar su vestuario, cuyo corte y texturas lo hacen desentonar con la época actual, logrando que la actriz desaparezca y de paso a la difícil señora Daisy. “Fue el reto de hacer algo tan distinto a lo que he hecho porque nada tiene que ver conmigo la señora Daisy, es un personaje que nunca he interpretado”.