Hace 18 años, Rafael Montero filmó Cilantro y perejil, una comedia ligera y optimista, cuando hacer eso en México era mal visto.

La película —con las actuaciones de Arcelia Ramírez y el ‘Oscar Nomineé’, Demián Bichir— fue tachada de exceso de optimismos y de faltar a la realidad del país.

Dijo que encontró la comedia en el camino de su carrera y por accidente, “porque tengo más proyectos de drama”.

Recientemente filmó un documental sobre los feminicidios en Ciudad Juárez. “Ya pagué mi cuota de crítica social”, aclaró.

Ahora las comedias que evaden la realidad mexicana, invaden la cartelera y son un éxito de taquilla.

“Las comedias son necesarias”, dijo Rafael Montero en entrevista. “Los mexicanos necesita reír” y porque “de pronto el panorama está medio difícil”, señaló.

Comedias como Nosotros los nobles, No se aceptan devoluciones, No sé si cortarme las venas o dejármelas largas, ¿No tiene la culpa el niño?, Suave patria, Compadres, Guatefoc y muchas más.

Películas que comparten algunas cosas: son sencillas, unas más divertidas y otras no, a todas les ha ido bien en la taquilla.

Rumbos paralelos, con Ludwika Paleta e Iliana Fox, es la película más reciente de Montero, cineasta de 63 años, y es un drama optimista, por así decirlo, sobre el intercambio de bebés.

Esta historia de una madre que descubre que su hijo no es su hijo verdadero hijo, no está basada en una historia real.

“Pero cuando estábamos filmando la película sobre el tema y fue cuando dijimos: híjole, ahora sí que la realidad copia a la ficción”, dijo.

El cineasta asegura que toda buena película tiene dos elementos: diversión y reflexión.

“Si tus películas no fusionan estas dos cosas estás perdido. Si es pura reflexión el espectador se aburre, si es pura diversión el espectador sale del cine y se le olvida la película”, dijo.

Un ‘oficio de resistencia’ Rafael Montero empezó a hacer películas en la preparatoria y a los 18 ya estaba en cine de forma profesional. Rumbos paralelos es su largometraje número 23 número.

Dice, como muchos, que el cine es un oficio de resistencia. “Nunca he tenido un trabajo de oficina en mi vida”.

Con una veintena de títulos, su apuesta es mantenerse como un cineasta fresco, no anquilosarse y llegar a filmar como un viejito.

“De pronto veo películas de hace 30 años, y digo: híjole, este cuate tiene más de 80 años”, explicó.

Que prefiere ser de esos cineastas que tienen muchos años y filman el arrojo de un jovenzuelo. Directores como Sidney Lumet (86 años) o Willian Friedkin (80 años), a quien dice admirar.

¿Qué harás Montero cuando veas una de tus películas y digas: qué viejito filmó esta película?

—Yo espero que no me suceda. En ese sentido es importantísimo no perder esa vigencia y la frescura.

¿Cómo le hace un cineasta como tú para que el sistema del cine mexicano no lo jubile? Ya ves que siempre se habla del nuevo cine mexicano, de los nuevos cineastas, de lo nuevo de lo nuevo.

—Yo he seguido filmando porque soy vigente. Hay gente que se ha quedado en el camino, o como que les cuesta trabajo y yo creo que es porque de pronto pierdes vigencia. Hay que estar siempre muy pilas.

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