Tenebrismo, simbolismo y fotorrealismo, son los tres pilares de la obra de Ramsés de la Cruz. El pintor, originario de San Luis Potosí y radicado desde muy joven en Querétaro, tiene una trayectoria de más de 20 años, en las que ha experimentado con pieles de cerdo, carne de res, pescado y cangrejo, para estar más cerca, físicamente, del objeto. Hoy, su obra tiene al tenebrismo como marca personal.

Reflejos en espejos, cucharas, bandejas, jarras, lámparas, instrumentos de metal, son constantes en sus piezas, son un camino a la reflexión, cuestionamientos existenciales y un tanto de melancolía. “El tenebrismo hace referencia a la tenebra, a la luz que viene de lo más oscuro e ilumina a su alrededor, eso es el tenebrismo, que identifica mucho a mi obra, y a partir de esta repetición de los cuadros de espejos se encuentra esa autoinducción que se podría generar hacia un contacto espiritual”, explica Ramsés.

A principios de marzo concluyó la exhibición de su serie “Atmosferas místicas” en el Museo de Arte, y ya trabaja en nuevas piezas, con el mismo toque tenebrista. “Es una marca muy personal. Un tenebrismo puede ser muy arrebatado, muy transgresor o cursi, pero mi manera de pensar es muy serena”, dice Ramsés, y agrega que su obra no obedece a un tema. “No sigo una temática es lo que yo soy”.

¿Cómo te adentras en el tenebrismo? Esto va con mi perfil, obviamente todos tenemos rasgos de todo tipo, de paz, violencia, reflexión, tristeza, pero hay otros que nos distinguen mucho más, y mi obra está un poco más en un rango de la reflexión, es muy existencialista y hasta podría guardar cierto tipo de melancolía, porque no es una obra agresiva, ya está en otro argot en donde no trata de desenmascarar o desestructurar dogmas, es más inclusiva y genera nuevas paradigmas, en este caso es como una reinvención misma del bodegón o la antropología misma del objeto.

¿Y no te ha tentado la inquietud de pintar otras cosas? Sí, pero tratas de explorar en donde eres más fuerte e incluyes cosas en donde eres más débil, en el lenguaje trato de llevarlo a las últimas consecuencias; ya tendré otras etapas, pero ya llegarán a su tiempo.

Entre los 16 y los 17. A sus 16 años, Ramsés de la Cruz ya pintaba y hacía subastas en la preparatoria. A los 17 llegó a Querétaro a estudiar en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Autónoma de Querétaro. En aquel entonces no había tantos espacios, ni públicos ni privados, para exponer. Actualmente, expresa, la ciudad es más grande y tiene una buena salud en el tema cultural. De sus exposiciones destacan “Realismo trascendental” y “Accesos al grado cero”.

El pintor dice que hay tiempo para investigar, leer, bocetar y pintar. Y también se da tiempo para compartir sus conocimiento con las nuevas generaciones.

¿Qué te ha dado esa parte de la docencia?Todo, a mí me ha dado tablas para centrarme como persona, tener la cualidad o la capacidad de la empatía por el otro, porque el arte también es un mundo muy cerrado.

¿Cómo ves a las nuevas generaciones de pintores? Bien, sin miedo, abordando mucho el espacio público, tratando de hacer nuevos paradigmas, nuevos modelos, aunque siempre en un mundo con tantos distractores, ya sea en el muro, lienzo o caballete, siempre deben tener ese compromiso de análisis personal que dejan los estereotipos como muy infantiles que existen en los medios visuales, para que se generen esas identidades representativas que queremos, como un estado libre, libertad de opiniones, diversidad.

Y en general, ¿cómo ves el panorama de las artes plásticas aquí en Querétaro? Creciente, avante, porque eso no se detiene, aunque las instituciones públicas o privadas no funcionen y no apoyen, los artistas siempre siguen su camino, es como el agua, buscan su curso.

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