Antes que nada, un largo trago de cerveza. Luego, una dedicatoria: “A la mucha gente que se merece esta canción”. Y entonces Joe Cocker explota. De pie (siempre de pie), con los ojos casi cerrados y el cuerpo hacia adelante (como si el viento estuviera a punto de levantarlo por encima de Woodstock), Cocker interpreta “With a little help from my friends”. Son las cuatro de la tarde del domingo 17 de agosto de 1969, el último de los cuatro días que duró el Festival Woodstock.

Ahora que ha muerto víctima de cáncer de pulmón a los 70 años, esta imagen de Coocker (el amigo Paul McCartney y George Harrison, el compañero de fiestas de Mick Jagger y Jimmi Hendrix) es la que mejor describe su leyenda como artista límite, que entregaba algo más que sólo su voz. “No había marcha atrás en esos días. Las drogas estaban listas y disponibles y yo siempre estaba a la cabeza en la lista”, le dijo al Daily Mail en 2013.

Vibraba, saltaba, suspiraba, gritaba y cantaba desde el fondo de su alma. Cuando Joe Cocker deslumbró hace más 40 años en Woodstock con sus fuegos de artificio musicales, las masas se electrizaron con la voz áspera, el pelo crespo y la camiseta sudada del inglés. Cocker se convirtió en una estrella.

Comenzó una carrera que estuvo quizá más plagada de altos y bajos que cualquier otra. Sin embargo, se levantó una y otra vez. Murió la noche del domingo en Colorado, donde vivía en un rancho con su esposa.

Por poco, Cocker se convierte en un plomero. Sin embargo, mientras estudiaba el oficio, ya recorría los bares de su ciudad natal, Sheffield, y tocaba entre otros covers de Ray Charles. Su primer gran éxito no se hizo esperar: con el cover de los Beatles “With a Little Help from My Friends” llegó en 1968 al primer puesto del ranking británico.

Le siguieron Woodstock, el éxito, la fama y el dinero. Sus fans amaban las actuaciones vibrantes en que sus manos parecían representar la música y sus dedos tocar riffs en una guitarra imaginaria. “Simplemente imité los movimientos de mi mentor, Ray Charles. Con el tiempo se ha convertido en parte de mi espectáculo, de mi forma de expresarme”, contó alguna vez.

No obstante, sostiene que su típico movimiento de brazos al cantar conocido como “síndrome Joe Cocker” ha ido “evolucionando”. “En general, muestra cómo siento la música”.

Sin embargo, su repentino ascenso no le resultó fácil. Cocker cayó en el abismo: las drogas y el alcohol lo enfermaron. Los asesores falsos lo secaron financieramente. Sus discos de los años 70 no fueron especialmente exitosos y sus apariciones en vivo se convirtieron en una aventura debido a sus problemas con el alcohol.

Pero Cocker volvió a encontrar el camino y a principios de los 80 se calmó y volvió a la senda del éxito. Canciones como “When the Night Comes”, “N’oubliez Jamais” o “Unchain my Heart” le aseguraron más de una vez un puesto en los rankings. Por “Up Where We Belong” Cocker recibió un Oscar. Y “You Can Leave Your Hat On”, de la película Nueve semanas y media, aún es elegida para un striptease.

El final. El cantante estaba “limpio” hace unos años, pero su voz seguía sonando como si hubiera sido esculpida por varias botellas de whisky. A pesar de sus escapadas con el alcohol, aseguraba que no cambiaría nada de su pasado. “Hay que hacer experiencia en la vida. A veces se me fue la mano y me salí del camino”, dijo Cocker alguna vez en una entrevista.

Su esposa Pam fue un apoyo importante. Cocker se casó con la pedagoga en 1987 y vivía desde entonces con ella en un rancho de Colorado. “Me dio la estabilidad que nunca tuve”, aseguraba. Su último disco, Fire It Up, salió a la venta a finales de 2012.

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