El vestido de gala es, probablemente, la prenda más deseada por los diseñadores de moda, pues les permite expresar su visión artística y, en muchas ocasiones, a su mujer ideal. Y aunque los tiempos han cambiado, estas piezas siguen siendo un must en las colecciones de los grandes nombres de la moda, quienes deciden experimentar con materiales, revivir siluetas o simplemente recrear el estilo de sus musas en la pasarela.

Las fiestas decembrinas, en especial, son perfectas para lucir algunas de las piezas más importantes de tu guardarropa, o, simplemente, de transformarte en una visión de elegancia con sólo escoger el vestido adecuado.

Gala eterna. El concepto de gala ha trascendido eras y civilizaciones por igual. Egipto, Roma, India, Japón y China son sólo algunas de las culturas que tenían sus códigos para lucir elegante, algunos más complicados que otros. Por ejemplo, Japón ha contado con el kimono desde la Edad Media, el cual debe ser anudado con un método especial, mientras que, en China, el cheongsam se ha adaptado a regímenes y modas y continúa siendo una pieza importante en el guardarropa de algunas mujeres elegantes de ese país.

En Occidente, por el contrario, los estilos han cambiado vertiginosamente a través de la historia. Y aunque se podría considerar a María Antonieta como un ícono de la elegancia nocturna, lo cierto es que estos decadentes vestidos eran obligatorios para la corte y los estrictos códigos que se tenían tanto en Versalles como en otros palacios europeos, por lo que, aunque concebidos por su modista de cabecera, Rose Bertin, debían seguir estrictos requerimientos.

Los vestidos de gala alcanzaron el estatus de arte con la llegada de Charles Frederick Worth a la moda parisina. Pronto, la aristocracia europea deslumbró luciendo enormes (tanto en trabajo artesanal como en tamaño, gracias a las crinolinas) creaciones de "El padre de la Alta Costura". La segunda mitad del siglo XIX también representó una era en el que el vestir de noche brilló por su exquisitez. Una dama promedio de la alta sociedad se cambiaba por lo menos seis veces al día, y frecuentemente elegía creaciones para ir al teatro o a bailar que tenían un tiempo limitado de vida, pues, además del paso de las modas, solían enfrentarse al escrutinio de la alta sociedad, la cual interpretaba el uso frecuente de un vestido como un síntoma de problemas económicos.

Si alguna mujer joven deseaba ser presentada en la corte inglesa, debía seguir un protocolo muy estricto, que incluía vestidos escotados con una cauda de tres metros como mínimo, guantes largos y un velo. Y como usualmente las mujeres presentadas en la corte eran jóvenes de familias prominentes, la idea de las debutantes se convirtió en una tradición que, por extraño que parezca, en México fue adaptada para ocurrir, sin importar el nivel socioeconómico, cuando las chicas cumplen exactamente quince años.

Con el fin de la Primera Guerra Mundial, este mundo aristocrático llegó en gran parte a su fin, y los códigos se fueron relajando. La misma Reina Isabel II abandonó los vestidos de corte durante su reinado. Paralelamente, Christian Dior reinterpretó los impresionantes vestidos de gala del siglo XIX, pero fue uno de los diseñadores que a mediados de los años 50 introdujo el vestido de cocktail. Éste, con su largo a la rodilla y telas suntuosas, se convirtió en una alternativa para quien desea lucir elegante y cómoda a la vez en un ambiente menos formal.

Y aunque las piezas de gala no murieron, adquirieron un estilo más simple. Hubert de Givenchy, por ejemplo, dio una alternativa atemporal a la gala al presentar un vestido negro de largo columna para que Audrey Hepburn lo luciera en Desayuno con Diamantes (1961), mientras que, en los 70, Halston ofreció piezas que se amoldaban al cuerpo. Y aunque en los 80 hubo un breve regreso a la opulencia, las piezas dramáticas han sido relegadas en su mayoría a la alfombra roja y de cuando en cuando han repetido los hits de otras décadas del siglo XX. Por ejemplo, los 90 fueron testigos de un desfile interminable de vestidos con la influencia de los años 20, delicados tirantes, telas brillantes y sensuales cortes al bies, mientras que en la década pasada, el vestido strapless de corte sirena fue un elemento que no pudo faltar en alguna ceremonia.

¡Glamour para todas! La década reinante rompió con los esquemas y ha ofrecido repetidamente una serie diferente de siluetas que las mujeres pueden aprovechar para lucir impecables sin necesidad de lucir como todas las demás. Basta asomarse a tiendas en línea como Net-A-Porter para ver que en un mismo espacio coexisten sencillos vestidos de jersey con escote profundo, como los propuestos por Halston Heritage o trajes con bordados o detalles florales pintados a mano de Erdem o Valentino que no lucirían fuera de lugar en algún museo dedicado a la moda.

“La temporada invernal se ha vuelto cada vez más lujosa e integra cada vez más opulencia a cortes y materiales. Curiosamente, dentro de esa opulencia se ve una mayor discreción”, comenta James Mischka, quien, junto con Mark Badgley ha vestido a figuras tan diferentes entre sí como las actrices Penélope Cruz y Queen Latifah y la cantante Taylor Swift en sofisticados atuendos que celebran sus diferentes tipos de cuerpos.

Esta diversidad y la relajación de las estrictas reglas que imperaron hasta bien entrado el siglo XX han estimulado la imaginación de firmas como Alexandre Vauthier y Balmain, las cuales han presentado repetidamente piezas de gala con reveladoras aberturas o telas tan decoradas que atraen instantáneamente la atención en cualquier evento de alto calibre.

Y aunque no existan reglas como tal, existen algunos trucos y detalles que permiten elegir la pieza más favorecedora de acuerdo con el cuerpo de la clienta. Por ejemplo, los cortes al bies se ajustan al cuerpo y favorecen a mujeres delgadas, mientras que las piezas con corte Imperio, estilo wrap o vestidos de cocktail inspirados en los años 50 (es decir, con cintura marcada y con faldas en línea A) resultan ideales para mujeres petite o con curvas. En estos casos, menos es más, pues detalles como estampados, plisados y holanes suelen agregar un mayor volumen a la figura, aunque pueden utilizarse en sitios estratégicos como el escote o los hombros.

En tanto, los conjuntos de crop top y falda, que han triunfado gracias a firmas como Oscar de la Renta, lucen bien en mujeres altas o atléticas aunque, si se llevan oversized y encima de un vestido strapless crean una silueta interesante en mujeres plus sized. Gracias a la amplitud en opciones, el vestirse para una noche elegante no tiene que ser sinónimo de elegir algo diferente a la silueta o, peor aún, el estilo personal.

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