Miércoles por la noche. Llueve. No es el mejor día para ir al teatro. De hecho, es el peor. Son días que dan ganas de ver la televisión tumbado en un sillón y hasta que duela la espalda.

A esas horas de la noche, el centro de Querétaro está casi vacío, pero el Teatrito La Carcajada (5 de Mayo 48. Centro) está casi lleno. En la entrada se anuncia el reestreno de un monólogo: ‘En Privado con la loba’, de Jessica Zermeño. El tema: la vida difícil de una mujer fácil.

En el escenario, Zermeño viste de gatita sexy y está atrapada en un elevador.

Explica que la versión tigre de La Loba es una de las más solicitadas, pero también está disponible su versión de Angry Bird.

En su bolso, La Loba carga su propio ‘tubo teibolero’, el cual, explica, es su instrumento de trabajo. Lo usa por higiene y para casos desesperados.

El escenario cambia, ahora es un clóset y la loba atrapada, se esconde porque a uno de sus clientes le cayó la mujer de sorpresa. La obra transcurre de carcajada en carcajada y así hasta el final.

‘En privado con La Loba’ es uno de los monólogos clásicos de Jessica Zermeño y desde hace varios meses lo monta con regularidad en el Teatrito La carcajada, su compañía de base.

Lo raro no es el reestreno de esta obra, lo que es digno de mencionar es cómo esta actriz, de corta estatura y apariencia de niña, puede llenar un teatro, un miércoles lluvioso.

¿Quién es esta actriz que es capaz de dar función en una sala llena, con mujeres con niños de brazos entre el público, e interpretar un diálogo de forma magistral, sin que el llanto de un chamaco por el biberón la pertube? Ella es capaz. Yo lo vi, nadie me lo contó.

¿De dónde salió esta mujer que escribe sus obras, las dirige las interpreta y las produce, y todo lo hace bien?

Lo que sabemos es lo que ella ha contado a este reportero.

Que es chilanga, que se cansó de la gran ciudad, que como reportera cubrió la mítica campaña de Andrés López Obrador y que le dolió verlo perder.

Que llegó a Querétaro para quedarse y que trabajó en la redacción de un periódico.

Que un día fue a ver una obra a un teatro, de esos donde se sirve vino y se pica queso, y que se puso a estudiar actuación y demás cosas que se requieren para subirse a un escenario y no hacer el ridículo.

Zermeño tiene otro monólogo y es mucho mejor. Se titula ¡Sí, acepto! Y lo monta cuando el público lo demanda. El tema: la fútil y banal aspiración de una mujer que sólo quiere tener un marido, una lavadora y un perro.

En ese monólogo de poco menos de dos horas, Zermeño interpreta más de una decena de personajes y hace al público como le da la gana. Primero los mata de risa y luego lo hace llorar. Y así, hasta el final.

Los que saben de teatro saben que escribir, actuar y dirigir un monólogo es como hacerse el harakiri en público, que hacer este tipo de obras unipersonales es complicado, difícil y extenuante, y que se requiere talento, carisma y mucho valor.

Los que saben de teatro, saben que Jessica Zermeño tiene todas esas cualidades y que ella es la reina de los monólogos en Querétaro, pero nadie se lo dice para que no se crezca y se le suba el ego hasta el Cerro de las Campanas

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