Figuras de porcelana, muñecas y antiguas revistas dirigidas al público femenino, se pueden encontrar en los espacios de antigüedades, dirigidos por las pocas mujeres anticuarias en la ciudad.

Entre planchas de carbón, muñecas, máquinas de coser y otros objetos que fueron utilizados por mujeres del siglo pasado, resaltan los perfumeros de porcelana con atomizadores en pera, de la queretana Cristina Martínez, una comerciante que se suma al número creciente de mujeres que han escogido esta profesión como vocación y principal actividad económica.

“Empecé porque seguido iba a estos lugares; se me hacía muy curioso y me imaginaba todas las historias detrás de cada objeto: Las damas con sus elegantes abanicos y los caballeros con su pañuelo o fistol”, relata Cristina embelasada por los objetos.

Asimismo confiesa que para ella fue muy complicado abrir su propio negocio de esto, ya que a su familia no le agradaba la idea, aunque con el tiempo han aceptado su posición porque la ven feliz y a gusto recolectando historias.

Por otra parte considera que deberían generarse espacios de estudio y especialización para los anticuarios, en donde puedan aprender numismática y filatelia, entre otros estudios, que les brinden más herramientas para el análisis y clasificación de los objetos, así como para poder realizar una adecuada restauración y conservación.

“Hay que saber de cristales, tipos de madera, metales, y sobre todo, de historia, porque actualmente se pueden encontrar muchas imitaciones. En mi caso, que no llevo mucho en esto, he aprendido de mis compañeros, y en realidad todos aprendemos de todos porque no hay un lugar a donde ir; debería haber una universidad para anticuarios”, asegura entre risas.

Rumbo a “La Carreta”

Karina Ruiz también es anticuaria, proveniente de la Ciudad de México, y desde hace cinco años decidió abrir su negocio de antigüedades en la entidad. “Somos las menos, a lo mejor de cada 10, tres somos mujeres”.

Recuerda que todo surgió como una simple afición en 2008, cuando empezó a frecuentar los locales donde se vendían objetos antiguos en su ciudad, y a realizar viajes a varios pueblos para conseguir tesoros.

Durante la plática, reflexiona que aunque culturalmente las mujeres “somos más de guardar”, existe una diferencia clara sobre las razones que empujan a la mayoría, en comparación con los hombres, a conservar los objetos.

“Tengo clientes hombres que coleccionan porcelana. Pese a que es un artículo dirigido a la población femenina, ellos deciden preservarla por la historia que guarda. Quizás nosotras lo haríamos generalmente porque está bonita o porque nos la heredó nuestra mamá o la abuelita. Ellos lo hacen más que nada por su valor histórico y/o cultural o porque lo pueden vender más caro”, apunta.

En su caso, la acumulación de objetos viejos y algunas antigüedades la empujó a buscar un espacio adecuado para cada cosa, lo que considera muy importante y necesario. Por ello creó “La Carreta” un bazar dentro de la Casona de Arte —ubicada en la calle de Venustiano Carranza— donde oferta una gran variedad de artículos, entre los que se encuentra La Familia.

“Es una revista dirigida principalmente a la mujer. Gira en torno a lo familiar porque los artículos están relacionados con temas como el cuidado, la decoración de la casa y recetas de cocina. Aunque no son antigüedades, tiene ediciones de los años 50 y hasta los 60, son objetos viejos muy coleccionables, y la gente las atesora por su contenido único; en algunas viene hasta el patrón del punto de cruz que ya muy poca gente hace o sabe hacer”, detalla, concluyendo que se trata de una publicación clásica y tradicionalista, que permite ver cómo ha evolucionado el papel y los gustos femeninos a través de los años.

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