“No estoy aquí para pasear a los gemelitos. Quise venir una semana porque creo que lo único que deja uno de valor es un camino”, dijo Guillermo del Toro a los casi 2 mil asistentes a su conferencia magistral este sábado en su natal Guadalajara. Claro, también a los otros miles que siguieron las transmisiones.

Desenfadado, el director generó un ambiente de confianza en la Sala Plácido Domingo del Centro de las Artes Escénicas, para que los jóvenes le preguntaran y pidieran consejos como parte del Festival Internacional de Cine de Guadalajara.

Aseguró que el éxito no está en ser positivo, sino en no dejarse vencer por todas las adversidades que, en un país como el nuestro, son muchas.

“Una vez que logras hacer cine en México, puedes hacerlo en todos lados”, señaló. “Lo que no podemos esperar por voluntad histórica es que venga alguien del gobierno y nos rescate. Va a llegar Kalimán primero que alguien del gobierno”.

Definió el cine como alquimia, como transformar los elementos en oro. “El cómo, en el cine, se sostiene con fe, estilo y huevos, o grandes ovarios...”

Señaló que la persistencia y el esfuerzo tienen sus resultados.

“Con el tiempo, todo lo que hacemos pierde importancia, la neta, pero lo que hace uno, queda. Yo no sé quién es Robles Gil pero puedo dar vuelta a la derecha; si dentro de 100 años ya nadie se acuerda de qué hice pero dejé un camino donde alguien pueda dar la vuelta a la derecha ¡pues a toda madre!”

Cuando le dijeron en un momento de la charla que tenía poco tiempo, el director no hizo caso y trató de contestar la mayor cantidad de preguntas posibles e incluso, aceptó los regalos que algunos estudiantes le llevaron. A ellos también les contó cómo con los años la industria del cine ha cambiado para los mexicanos.

“Cuando llegamos nosotros en los noventa y tantos era bien diferente la situación; me acuerdo que Guillermo Navarro fue a buscar quién lo representara como fotógrafo y le dijeron “¿para qué quiero un mexicano si ya tengo jardinero?” Yo le dije: ‘oye, ¿le llamaste cuando ganaste el Oscar?, deberías llamarle’”.

Entre las preguntas, una estuvo relacionada con el significado de tener cuatro premios Oscar por La forma del agua y él señaló que, para empezar, el camino no fue sencillo y la muestra está en los años entre 97 y 2001 en los que no filmó porque no podía hacer lo que quería.

“Lo importante es llegar al Oscar con una película descabellada, que es fiel a las mismas mafufadas a las que le soy fiel desde la primera”.

Es con esta historia con la que Guillermo da un giro a su trabajo y así se lo comentó su amigo, el director Felipe Cazals. “Me dijo ‘es la primera vez que sueltas el aire’. Es verdad, todas las demás películas tenían una inhalación tensa, triste. Y que pase a los 53 años la neta me da muchísimo más gusto porque, si pasa en otro momento, a veces te puede dejar maniaco”.

Contó que en un principio su guión decía que el dios amazónico no se comía al gato sino al mesero de la tienda del pay, pero luego esto cambió a cómo lo vimos en pantalla.

“Me gustó mucho que la criatura no cambiara su naturaleza básica, sí es un dios pero también come gatos. En toda relación llega el momento donde alguien se come el gato y me urgía que se comiera el gato”.

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